sábado, 11 de mayo de 2013

Gigantismo imperial y decadencia del planeta Tierra

¿El último imperio?

Circula una fotografía (creo que afortunadamente es falsa) en que un gatito crece dentro de un frasco hasta ocuparlo por entero.

Me viene a la cabeza esta imagen, al ver a nuestro gatito imperial ocupar un mundo donde ya no cabe.

El autor del artículo cuya parte final copio más abajo llama la atención sobre esto mismo. Observa cómo tras su triunfo total, "la única superpotencia" sobre la Tierra es (¿super?)impotente para consolidar su nuevo orden que se le (nos) desmorona.

La última piramide nunca se terminó (y tampoco el "mausoleo de Fraga" en Compostela).

El último moái de Rapa Nui quedó en la cantera.

Y el último cangrejo...
 


Tom Dispatch

(...)

Desde el punto de vista militar, cultural y en cierta medida económico, EE.UU. se mantiene sorprendentemente solo en términos imperiales en el paneta Tierra, aunque pocas cosas han dado los resultados esperados en Washington. La historia de los años desde la caída de la Unión Soviética pueden resultar ser una historia de cómo la dominación y la decadencia de EE.UU. fueron a la par con la parte decadente de la ecuación, sorprendentemente autogenerada. 

Y sin embargo existe una posibilidad genuina, incluso desconcertante: ese momento de “unipolaridad” en los 90, puede realmente haber sido el punto del fin de la historia, como los seres humanos la habían conocido durante milenios – es decir, la historia del ascenso y la caída de imperios. ¿Podría EE.UU. ser en realidad el último imperio? ¿Es posible que no haya ningún sucesor porque algo ha cambiado profundamente en el campo de la construcción de imperios? Una cosa es cada vez más clara: sea cual sea el estado de EE.UU. imperial, hay algo significativamente más crucial para el destino de la humanidad (y de los imperios) que está en decadencia. Hablo, por supuesto, del planeta en sí. 

El actual modelo capitalista (el único disponible) para una potencia en ascenso, sea China, India, o Brasil, es también un modelo de decadencia planetaria, posiblemente de naturaleza precipitada. La definición misma del éxito –más consumidores de clase media, más dueños de coches, más compradores, lo que significa el uso de más energía, la quema de más combustibles fósiles, que más gases invernadero lleguen a la atmósfera– es también, como nunca antes, la definición del fracaso. Mientras mayor el “éxito”, más intensas las sequías, más fuertes las tormentas, más extremo el clima, mayor la elevación de los niveles del mar, más cálidas las temperaturas, mayor el caos en tierras bajas o tropicales, más profundo el fracaso. La pregunta es: ¿Conducirá esto a un fin de los modelos anteriores de la historia, incluyendo el hasta ahora predecible ascenso de la próxima gran potencia, el próximo imperio? En un planeta que degenera, ¿es posible imaginar la próxima etapa en el gigantismo imperial? 

Cada factor que normalmente conduciría a la “grandeza” ahora lleva a la decadencia global. Este proceso –que no podría ser más injusto para países con tardías revoluciones industriales y de consumo– da un nuevo significado a la frase “capitalismo del desastre”.

Por ejemplo los chinos, cuyos dirigentes, al abandonar el modelo maoísta, hicieron lo más natural del mundo en la época: modelaron su futura economía según la de EE.UU. – es decir, en el éxito como era definido en aquel entonces. A pesar de tradiciones comunales tradicionales y revolucionarias, por ejemplo, decidieron que para ser una potencia en el mundo tenían que convertir al coche (o sea el conductor individual) en un pilar de cualquiera futura China capitalista de Estado. Si dio resultados en EE.UU., daría resultados para ellos, y en el corto plazo, funcionó como un sueño, un milagro capitalista – y China creció. 

También fue, sin embargo, una fórmula para contaminación masiva, degradación ecológica, y el lanzamiento de combustibles fósiles hacia la atmósfera en cantidades récord. Y no es solo China. No importa si se habla del uso voraz de energía de ese país, incluyendo sus posibles “bombas de carbono”, o el potencial de que la decadencia estadounidense sea detenida por nuevos métodos extremos de producir energía (fracking, extracción de arenas bituminosas, perforación en aguas profundas). Semejantes métodos, por mucho que afecten los entornos locales, pueden ciertamente convertir a EE.UU. en una “nueva Arabia Saudí”. Pero eso, por su parte, solo contribuiría aún más a la degradación del planeta, a una decadencia en una escala cada vez mayor. 

¿Y si, en el Siglo XXI, la decadencia aumentara en lugar de disminuir? ¿Y si el momento unipolar resulta ser un momento planetario en el cual eventos imperiales previamente distinguibles –el ascenso y la caída de imperios– se fusionan en un solo sistema desastroso? 

¿Y si la historia de nuestros tiempos fuera la siguiente: Entonces había un planeta, y se iba deteriorando?

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