martes, 7 de mayo de 2013

Indefensión aprendida, fatalismo y disonancia cognitiva

Lo racional es real, lo real es racional, dijo Hegel. La mejor interpretacion filosófica se relacionaría, más que con el "ser", con el "llegar a ser", en un proceso dialéctico en que lo pensado deviene real. Diría Marx luego algo así como que nos planteamos los problemas cuya solución ya aparece como posible.

En el imaginario más habitual, hay otra interpretación, anterior a la formulación hegeliana, que conduce a pensar panglossianamente que este es el mejor mundo posible, porque es el único real. Te aguantas, porque no hay más cera que la que arde. Las leyes de la naturaleza nos han traído precisamente aquí, y el futuro no es más que una continuación inexorable del pasado, así que ¡quietecitos, no déis la lata!

Pero el mecanismo que sustenta esta conformidad resignada no es natural, sino inducido y condicionado. Lo explican muy bien en un artículo Iria Meléndez, Victoria Permuy y Sonia Alberca. Del mismo, publicado en Diagonal, dejo una pincelada estimulante y un vídeo algo triste.

Psicología en Diagonal Saberes:
 

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Según De la Corte, Blanco y Sabucedo, en sus trabajos en el área de la Psicología Política, el fatalismo sería, por tanto, una actitud que tendría un enorme poder a la hora de favorecer la desmovilización política y, por tanto, para el mantenimiento de la situación actual o statu quo.

Así, los factores claves que definen el fatalismo, según ellos, serían: en primer lugar, el conformismo y la sumisión; en segundo lugar, una tendencia a no realizar esfuerzos y a mostrarse pasivo y, en tercer lugar, una excesiva focalización en el presente a la que denominan presentismo. Este último implicaría, además, una falta de memoria del pasado y una ausencia de planificación del futuro. El fatalismo sería además, una actitud que vendría acompañada de una sensación de que todo va a seguir igual.

Por este motivo, una vez constatado el fatalismo en un sector de la población más o menos amplio, la labor de los movimientos sociales y, por ende, de los partidos políticos, mediante sus propuestas y conductas, sería la de romper el círculo vicioso que refuerza estas creencias en los individuos. Tarea, por otro lado, difícil ya que la corrupción férreamente instalada en los dos principales partidos de nuestra arena política, dificultan el cambio de las actitudes fatalistas.

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