No paséis de aquí... |
El título de esta entrada me lo evoca la película de El Bosque. Allí hay unos seres de los que no se habla.
Comenté algo sobre esta película en otro lugar de este blog, y allí recogí una frase del cineasta: «No he hecho una película de terror, sino sobre el terror. Sobre cómo el pánico puede llegar a convertirse en un instrumento político de control».
Marisol Rodríguez Goia, refiriéndose a esta película (The village:una reflexión sobre espacio y vida social), explica esto:
Una zona fronteriza importante en The Village es la que separa la aldea del bosque. La película muestra, diversas veces, que en toda esa línea divisoria fueron colocados postes con banderas amarillas y antorchas que demarcan el fin de un lugar “permitido” y el comienzo de uno “prohibido”. Para circular por esa área, los personajes deben seguir ciertas normas y cubrirse con un manto amarillo que los protege de los seres del bosque denominados “aquellos de los que no hablamos” pues éstos se atraen por el color rojo. Es, también, en esa zona fronteriza que se encuentra la torre de vigilia; un mecanismo creado por la comunidad para impedir y controlar el paso de los aldeanos y alarmar contra las posibles incursiones de aquellas criaturas por el territorio del valle.
(...)
La película The Village es un buen objeto de reflexión antropológica por hablar sobre la creación “artificial” de una comunidad humana, y sobre todos los elementos que supone esa tarea; la construcción de normas, valores, patrones de comportamiento, prohibiciones, rituales, mitologías, tabúes, memorias colectivas, etc. Se trata, pues, de un micro universo social y de sus estrategias para mantener y perpetuar algunos valores considerados fundamentales para el “equilibrio” de ese agrupamiento social.
En un trabajo sobre cine y educación hallo este comentario:
"En el principio era el verbo". La palabra modula y modela el pensamiento y conduce las acciones. Y esto tanto por lo que se dice como por lo que se calla. El tabú verbal es en este sentido un recurso antiguo y eficaz. Se evita hablar de lo que aterroriza, y "eso que es inombrable" acrecienta el miedo.
Toda la película trata sobre el miedo, pero no sólo del miedo evidente a esos fantasmagóricos monstruos del bosque, sino de muchos otros miedos del ser humano. Así, por ejemplo, lo que llevó a un grupo de personas a crear esa aldea anclada en el pasado fue el miedo a la violencia desmedida de la sociedad actual. Paradójicamente crearon una sociedad en la que el miedo juega un papel esencial en su correcto funcionamiento, pues el miedo a las criaturas del bosque, el miedo al mismo bosque, a salir de las fronteras de esa sociedad, a realizar algún acto que pueda enfadar a los monstruos, etc., es inoculado a todos sus habitantes cuando son niños.El control social más arcaico lo ejercen las religiones, cuyas prohibiciones (sigo el catecismo) atenazan el pensamiento ("la primera en la frente...") y limitan la palabra ("la segunda en la boca"...) antes incluso de guiar la conducta ("la tercera en el pecho...").
"En el principio era el verbo". La palabra modula y modela el pensamiento y conduce las acciones. Y esto tanto por lo que se dice como por lo que se calla. El tabú verbal es en este sentido un recurso antiguo y eficaz. Se evita hablar de lo que aterroriza, y "eso que es inombrable" acrecienta el miedo.
En algunas religiones antiguas no se
podía nombrar lo más sagrado. Jahvé era simplemente "El que Soy". El
terror que provocaban los dioses es difícil de comprender cuando las "religiones del amor" han convertido aquellos seres
terribles en bonachones abuelos, dulcificando su primitiva ferocidad.
Estos tabúes verbales tiene su mayor logro cuando son interiorizados por los individuos y ya no necesitan ser impuestos, porque como dice ahora un tópico certero, "llegan a formar parte de nuestro ADN" y ya somos mutantes. Sobran ejemplos de imposiciones interiorizadas hasta la fervorosa conversión. Del criptojudaísmo a la poesía mística puede pasarse en una generación. ¿Cuántos hijos de perseguidos por Franco son ahora sus defensores? El miedo, una vez más, ha silenciado la memoria, pero también ha fomentado el deseo de olvidar. Por eso el franquismo sociológico es una realidad de ahora mismo.
José Álvarez Castro lleva varios años investigando la historia de esos años oscuros en su blog Pontevedra nos anos do medo. Recientemente ha publicado un libro con el mismo título, esta vez centrado en los años de la guerra civil en una ciudad de la retaguardia fascista.
El sentido común impuesto hace que yo mismo dude a la hora de escribir "fascista", porque a muchos lectores la palabra les sonará fuerte e incluso falsa. Curiosamente, la propia evolución histórica ha hecho abandonarla a los descendientes de los que la empleaban para autodefinirse, convertida ya en insulto. Y como suena a insulto, me descalificaría a los ojos de los que quisiera convencer. Así que no hablemos de ello.
El pánico crea el silencio. Lo que no se dice no existe más allá del tenebroso misterio. El dueño del adjetivo del que hablaba quien paradójicamente era uno de ellos, Agustín de Foxá, en un artículo de ABC expresivamente titulado "los cráneos deformados", impone sus ideas y sus conceptos. La niebla de lo desconocido no deja ver el paisaje. Nada bueno puede haber tras esa línea divisoria de banderas amarillas y antorchas que nos separa del bosque...
Padres que jamás se atrevieron a contar a sus hijos sus experiencias produjeron generaciones con la memoria invertida. Los niños robados por los corsarios turcos y convertidos en jenízaros fueron luego fieles al Sultán hasta la heroicidad y la muerte. Inmersos en el medio, no nos damos cuenta cabal de hasta qué punto éste ha sido conformado por los vencedores, y vemos normal lo que en otras situaciones veríamos monstruoso.
"Salir del armario" es atreverse a la exposición pública de lo que otros pueden considerar vergüenzas. Y es fácil que se nos queden dentro de él muchas pertenencias que no nos atrevemos a exponer. El armario que nos ocultaba es un refugio feo pero relativamente seguro y tendemos a volver a entrar. En realidad, según el contexto, entramos y salimos del armario. Lo llevamos a cuestas, y sin darnos cuenta, según los espectadores que nos rodeen, entramos y salimos.
Todavía, aunque la realidad cambiante hace que el sentido común acepte "rebelión", "cambio", "indignación", incluso "explotación", decimos muchas veces "izquierda" cuando queremos decir "socialismo", o "socialismo" para dejar en el armario "comunismo". Geometría variable en el lenguaje, porque nuestros conceptos no son "nuestros" sino del común. Y al dirigirnos al común guardamos apresuradamente los trastos en el armario.
Aquello de lo que no hablamos es fruto de la historia. Hiistoria del pensamiento y del lenguaje impuestos. Historia de un pasado, lugar manchado de cuyo nombre, como Cervantes, no queremos acordarnos.
Estos tabúes verbales tiene su mayor logro cuando son interiorizados por los individuos y ya no necesitan ser impuestos, porque como dice ahora un tópico certero, "llegan a formar parte de nuestro ADN" y ya somos mutantes. Sobran ejemplos de imposiciones interiorizadas hasta la fervorosa conversión. Del criptojudaísmo a la poesía mística puede pasarse en una generación. ¿Cuántos hijos de perseguidos por Franco son ahora sus defensores? El miedo, una vez más, ha silenciado la memoria, pero también ha fomentado el deseo de olvidar. Por eso el franquismo sociológico es una realidad de ahora mismo.
José Álvarez Castro lleva varios años investigando la historia de esos años oscuros en su blog Pontevedra nos anos do medo. Recientemente ha publicado un libro con el mismo título, esta vez centrado en los años de la guerra civil en una ciudad de la retaguardia fascista.
El sentido común impuesto hace que yo mismo dude a la hora de escribir "fascista", porque a muchos lectores la palabra les sonará fuerte e incluso falsa. Curiosamente, la propia evolución histórica ha hecho abandonarla a los descendientes de los que la empleaban para autodefinirse, convertida ya en insulto. Y como suena a insulto, me descalificaría a los ojos de los que quisiera convencer. Así que no hablemos de ello.
El pánico crea el silencio. Lo que no se dice no existe más allá del tenebroso misterio. El dueño del adjetivo del que hablaba quien paradójicamente era uno de ellos, Agustín de Foxá, en un artículo de ABC expresivamente titulado "los cráneos deformados", impone sus ideas y sus conceptos. La niebla de lo desconocido no deja ver el paisaje. Nada bueno puede haber tras esa línea divisoria de banderas amarillas y antorchas que nos separa del bosque...
Padres que jamás se atrevieron a contar a sus hijos sus experiencias produjeron generaciones con la memoria invertida. Los niños robados por los corsarios turcos y convertidos en jenízaros fueron luego fieles al Sultán hasta la heroicidad y la muerte. Inmersos en el medio, no nos damos cuenta cabal de hasta qué punto éste ha sido conformado por los vencedores, y vemos normal lo que en otras situaciones veríamos monstruoso.
"Salir del armario" es atreverse a la exposición pública de lo que otros pueden considerar vergüenzas. Y es fácil que se nos queden dentro de él muchas pertenencias que no nos atrevemos a exponer. El armario que nos ocultaba es un refugio feo pero relativamente seguro y tendemos a volver a entrar. En realidad, según el contexto, entramos y salimos del armario. Lo llevamos a cuestas, y sin darnos cuenta, según los espectadores que nos rodeen, entramos y salimos.
Todavía, aunque la realidad cambiante hace que el sentido común acepte "rebelión", "cambio", "indignación", incluso "explotación", decimos muchas veces "izquierda" cuando queremos decir "socialismo", o "socialismo" para dejar en el armario "comunismo". Geometría variable en el lenguaje, porque nuestros conceptos no son "nuestros" sino del común. Y al dirigirnos al común guardamos apresuradamente los trastos en el armario.
Aquello de lo que no hablamos es fruto de la historia. Hiistoria del pensamiento y del lenguaje impuestos. Historia de un pasado, lugar manchado de cuyo nombre, como Cervantes, no queremos acordarnos.
Juan José Guirado
En 2014 no conocía yo este blog, de lo contrario habría leído este estupendo artículo. Han pasado casi seis años y, en cuanto al miedo y su propagación se refiere, no sólo no han cambiado las cosas sino que han ido (y es de temer que irán) a peor.
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