jueves, 27 de febrero de 2014

Totalidades concretas (III)




Quedábame yo cavilando, algo intranquilo, después de las dos anteriores entregas de esta serie, porque me asaltaban dudas sobre la eficacia de este método dialéctico allí comentado.

En primer lugar, este proceso de ida y vuelta, estos dos modos de trabajo, el de investigación y el de verificación, seguidos de la aplicación a los casos particulares, no son ni más ni menos que el procedimiento general de la ciencia, con sus fases analítica, sintética y de prueba, detección de errores y vuelta a empezar. Sin embargo, lo que en las ciencias exactas culmina en la demostración y en las experimentales en la verificación o falsación de una teoría, tropieza en las ciencias sociales con dos dificultades formidables.

Por una parte, nunca podremos disponer de toda la información sobre las demasiadas variables que influyen en los hechos, sino solamente sobre una selección de ellas, que a su vez estará influenciada por la ideología del seleccionador y sujeta a errores evaluativos sobre su importancia.

Además, sólo dispondremos de información relacional. Nada sobre lo que acontece en el interior de los individuos, si no es a través de lo que manifiestan y de cómo actúan entre sí. Es de gran ayuda el aserto "por sus obras los conoceréis".

En segundo lugar, nos está vedada la replicación, propia de las ciencias experimentales en condiciones de laboratorio, que reproduce el proceso para comprobar la exactitud de las leyes en cuestión.

Porque aunque se haya dicho que los hechos históricos aparecen dos veces, no hay que olvidar que si la primera vez aparecen como tragedia la segunda constituyen una farsa. Jamás podemos tomar lo acontecido anteriormente como algo aplicable sin más a nuevas situaciones. Y aunque las sociedades y los individuos sean manipulables, al aprendiz de brujo, como en el cuento, el asunto se le irá de las manos.

Pero sí es cierto que pueden establecerse con más o menos certidumbre algunas leyes generales, sin las cuales ni siquiera podríamos hablar de ciencias sociales. El conocimiento de lo acaecido en otras ocasiones es sumamente útil para evitar errores de bulto: no deja de ser cierto que "los pueblos que olvidan su historia están condenados a repetirla". Dicho de otro modo: si la memoria histórica no garantiza el éxito, su ignorancia conduce indefectiblemete al fracaso.

Uno de los puntos de mayor interés del pensamiento marxista (y no sólo marxista) es esa definición de lo abstracto como desligado de relaciones, aislado como objeto de estudio; que se concretará únicamente cuando, restablecidos en cada caso los vínculos, la realidad conocida se incorpora a lo real concreto existente e inevitablemente ese saber contribuirá a sostenerlo o a transformarlo.

El conocimiento inmerso en lo real. No hay duda de su potencia. La sinergia de su reproducción en las multitudes produce totalidades que son mucho más que la suma de sus partes.

Los seres humanos son capaces de compartir tanto razones como emociones. Las razones son inseparables de las emociones. Se condicionan mutuamente. La inteligencia es básicamente emocional, porque sin pulsiones y apetitos no hay acciones. Este hecho, en sí mismo ni bueno ni malo, agrupa a colectivos de lo más variado, alrededor de ideas y relaciones comunes.

Grupos lingüísticos, nacionales, religiosos, ideológicos, culturales, con diferentes pesos y variadas implicaciones en las conductas. Modos de agruparse que pueden obedecer a intereses reales, pero también a puros sentimientos. Y se producen interferencias entre unos y otros, tanto en el sentido de reforzarse mutuamente como en el de contrarrestarse. Por eso precisamente hay sentimientos nacionales "progresistas" y "reaccionarios".

Pero el sentimiento más acorde con el conocimiento de la realidad es el que lleva a agruparse en torno a los intereses "de clase". Aunque inmerso en la maraña de relaciones de todo tipo, de comunicaciones fáciles o difíciles, incluso de costumbres que incitan a la repulsión mutua entre grupos, el conocimiento científico de la realidad debería llevarnos a algunas ideas básicas:

Por una parte, la unidad fundamental del género humano.

Por otra, la necesidad de mantener un metabolismo correcto con la naturaleza (el término de moda es "sostenible": de moda pero pero muy certero).

Aún más, que la distinción básica es la que separa a los explotados y los explotadores. Aunque los segundos lo son de los primeros, y además de la naturaleza en su conjunto, hasta extremos auténticamente suicidas, los explotados por otros pueden ser también depredadores del planeta, y lo son forzosamente, como el viajero de un autobús que atropella a alguien también contribuye a aplastarlo con su peso.

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