miércoles, 26 de febrero de 2014

Trabajo para nuestros esclavos

René Goscinny fue el autor del guion del cómic "Obelix y Compañía", verdadero bisturí que despieza, a través de una divertida historieta, el capitalismo y sus mecanismos especulativos, el colonialismo, el proteccionismo, la libre competencia y demás estragos, sin olvidar el papel de la publicidad o el cáncer de la corrupción. Y muy principalmente la gestación y desenlace de las crisis.

Es un riguroso análisis del sistema, y en estos Apuntes de Economía de Raúl Expósito se desmenuzan muchos aspectos de los que no me ocuparé. Delego mi posible análisis en el suyo.

Sí que voy a centrarme en un aspecto subyacente en la historia, pero menos directamente tratado, y es el papel de los trabajadores, sostenedores involuntarios de todo el tinglado. Y muchas veces no tan involuntarios, cuando llega a ser una suerte poder ser explotado.



En esta viñeta, el agudo dibujante Albert Uderzo, además de reflejar los caracteres, ora estólidos, ora acomodaticios, de los distintos personajes, muestra detalles muy interesantes a traves de la caricatura de una situación que parece de ahora mismo.

Es un corte de carretera, en defensa de un sector industrial en peligro. En esta ocasión podemos estar seguros de que no lo organizan los propios trabajadores, aunque se los presenta como beneficiarios de la lucha. Como ahora mismo, se hace "en defensa de los puestos de trabajo", según reza una pancarta.

En la otra pancarta aparece más claro el motivo real de la acción: los fabricantes romanos quieren impedir la importación de productos foráneos. Si no lo consiguen, tal vez logren gravarlos con un arancel que los encarezca lo suficiente.

Lindas azafatas reparten tablillas-panfleto explicativas. La iniciativa tan bien orquestada, con cuidadosa colocación de artísticos menhires de orden toscano impidiendo el tráfico, muestra lo falso de la supuesta reinvindicación de los esclavos. Nada que ver con una barrera de neumáticos ardiendo...

Los modernos trabajadores libres que cortan autopistas no están obligados por unos propietarios de los que parte toda la iniciativa. Realmente defienden sus "puestos de trabajo", muchas veces contra las maniobras del capitalista. Pero el hecho es que, como los esclavos romanos de la historieta, están inevitablemente defendiendo el derecho a ser explotados.

Ni el nivel de conciencia ni la real correlación de fuerzas permiten otra cosa. Imposible por ahora cuestionar seriamente la propiedad de los medios de producción, y tampoco si el producto que se fabrica es un bien necesario, un cachivache inútil o algo nocivo e incluso letal. El sistema no está en cuestión, ni en cuanto a la superación del beneficio como motor de la producción, ni, en otro terreno, en cuanto a la cualidad del producto.

Por eso la lucha se dirige exclusivamente al mantenimiento del derecho a ser explotados, porque la venta de la fuerza de trabajo es el único modo de sobrevivir de quienes carecen de medios de producción. Y cuánto mayor es la lucha entre desocupados por el puesto de trabajo, más fácil es la explotación, y más se parece la situación del trabajador libre a la del esclavo.

Claro que el trabajador libre puede despedirse, en un gesto a veces suicida. Pero a menudo un contrato obliga. Un señor feudal podía pactar la servidumbre con gentes que se imponían de por vida, ellos y sus hijos, la obligación de trabajar para él. La servidumbre se parecía mucho a la esclavitud. El siervo de la gleba no podía abandonar una tierra sin el permiso de su señor, con lo cual se encontraba en una situación intermedia entre la condición de esclavo y la de hombre libre.

El esclavo moderno de una hipoteca también se ve obligado a aceptar cualquier trabajo si no quiere ser despojado de un techo.

Muchos trabajadores laboran en auténtico régimen de esclavitud. Los inmigrantes que no pagan las deudas que contraen con quien los introduce en el país de destino arriesgan su vida y la de los suyos. Si la deuda es impagable, serán esclavos de por vida. La prostitución forzada es un caso claro, pero no es el único.

Mientras la urgencia de la obtención y la conservación del puesto de trabajo se imponga, en lugar de derechos sociales seguiremos exigiendo en primer lugar:

¡Trabajo para nuestros esclavos!



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