De forma general se puede asegurar que azúcares y harinas refinados en cantidades superiores a las necesidades calóricas producen rápidamente glucemia y desencadenan procesos para eliminar el exceso de glucosa que acaban en acumulación de grasa corporal. Esto explica que el aumento de peso provocado sea muy superior a la cantidad de azúcares ingeridos.
La menor concentración de hidratos de carbono en los alimentos no refinados retarda su asimilación y aminora el efecto citado. Para entenderlo es importante conocer el concepto de índice glucémico.
Se considera que la dieta mediterránea es un modelo próximo a la alimentación ideal. Algunos regímenes la toman como base, insistiendo en evitar los productos refinados. Es un error creer que para eliminar el sobrepeso hay que pasar hambre o realizar grandes sacrificios. Lo he comprobado personalmente, sin recurrir a un régimen "de hambre y verduras": No hay que pasar hambre ni sed, sino cambiar de hábitos.
En todo caso hay que cuidar la hidratación, y para eso hay que calmar la sed con líquidos que no la acentúen. Nada como el agua.
Juan-M. Dupuis
Ecoportal
Quita la anilla y «pshhhh»… listo. El líquido burbujeante desciende por su garganta. El gas carbónico le sube a la nariz y suelta unas lágrimas. ¡Está tan buena! Sin embargo… esto es lo que ocurre en su cuerpo a los 30 minutos de beber un refresco de cola.
Tiene sed y la garganta seca. Su mano se aferra a la lata helada por la que resbalan unas refrescantes gotitas de agua.
Quita
la anilla y «pshhhh»… listo. El líquido burbujeante desciende por su
garganta. El gas carbónico le sube a la nariz y suelta unas lágrimas.
¡Está tan buena! Sin embargo…
Unos diez minutos más tarde. Ahora que ha vaciado la lata, debe saber que ha ingerido el equivalente a ¡10 terrones de azúcar!
En principio debería vomitar de repulsión, pero el ácido fosfórico que
contiene esta bebida gaseosa enmascara el azúcar con un sabor ácido, que
provoca una ilusión saciante.
Después de unos veinte minutos. El índice de azúcar
en sangre aumenta brutalmente y pone su organismo a prueba. El páncreas
se embala y segrega insulina en masa. A pesar de todo, la insulina es
vital para el organismo y ella sola es capaz de transformar en grasa el
increíble exceso de azúcar en sangre, que el cuerpo tolerará mejor. En
efecto, puede almacenar la grasa en forma de incómodos michelines,
inofensivos si son provisionales, mientras que la glucosa resulta un
veneno mortal cuando se encuentra en altas dosis en la sangre. El hígado
es el único capaz de almacenar glucosa, pero su capacidad es muy
limitada.
A los treinta minutos. El cuerpo absorbe totalmente la
gran cantidad de cafeína que presenta el refresco de cola. Hace que se
dilaten las pupilas y que aumente la presión sanguínea.
En ese mismo momento se saturan las reservas de azúcar en el hígado, lo que provoca el rechazo de azúcar en la sangre.
A los tres cuartos de hora El cuerpo empieza a producir más dopamina. Se trata de una hormona que estimula el “centro del placer” en el cerebro. La heroína produce el mismo efecto.
Ésta no es la única similitud que comparten el azúcar
y las drogas. El azúcar también puede provocar dependencia, hasta tal
punto que un estudio ha demostrado que el azúcar es más adictivo que la
cocaína. No es casualidad que el “adicto” que se dispone a beber su
bebida de cola se encuentre tan nervioso como un drogadicto.
Una
hora después. Ahora tiene lugar un descenso del nivel de azúcar
(hipoglucemia) y la energía, tanto física como mental, cae en picado.
Para evitar esta cadena de catástrofes, cuando se trata de calmar la sed, la única y verdadera solución es beber agua.
¡No soy una planta! Es difícil empezar a beber agua
cuando uno se ha acostumbrado durante años a ingerir bebidas azucaradas
o compuestas (café, té, vino, cerveza…). Uno cree que no será capaz de
conformarse con el insípido sabor del agua. A menudo pueden escucharse
expresiones jocosas como “¡No soy una planta!” o “¡El agua es para los peces!” mientras quien las dice se mete en el cuerpo un refresco.
En realidad, el mal va más allá de una simple cuestión de sabor. Las personas que se resisten a beber agua son casi siempre las que realmente no tienen sed. Y si no tienen sed es porque no hacen ejercicio físico.
Cuando se ha transpirado de verdad, ya sea en el trabajo o haciendo deporte, beber agua se convierte no sólo en una necesidad, sino en un verdadero placer.
Mi
madre nos apuntó a mi hermano y a mí a un club de judo. Éramos cuarenta
chavales en una sala municipal de 30 metros cuadrados iluminada con
luces de neón, rodeada de tatamis y que únicamente se ventilaba a través
de unos ventanucos. Después de un intenso calentamiento en el que
teníamos que saltar, correr y hacer series de flexiones y abdominales,
el entrenador nos hacía enfrentarnos en combates de pie y en el suelo,
para terminar (¡era el mejor momento!) con una gran lucha de
“caballitos” en la que nos montábamos sobre la espalda de un compañero y
teníamos que tirar al resto.
Al final del entrenamiento, con la
cara roja y sudando, corríamos hacia los vestuarios donde se encontraban
los grifos, en los lavabos contiguos a los urinarios. Salía agua
templada, ¡pero en ese momento nos parecía tan buena! El olor de las
letrinas no impedía que todos llenásemos el estómago con aquella
delicia. Los que iban con más prisa bebían directamente del grifo,
mientras que el resto, más civilizados, formaban un cuenco con las manos
y bebían el preciado líquido sin apenas coger aliento. No quiero pensar
en la cantidad de microbios que cogíamos durante esta operación.
No recuerdo haber tomado una bebida mejor que el agua de nuestro club.
Por
qué dejar de beber refrescos. Piense en ello. Después de realizar un
esfuerzo, puede tener ganas de beber un refresco o una cerveza bien
fría, pero verá que estas bebidas no ofrecen una satisfacción tan
intensa como la que proporciona el agua. El agua es un placer supremo
cuando realmente se tiene sed, igual que cuando tenemos hambre, por
ejemplo, durante un largo paseo por la montaña, el bocadillo de
salchichón que llevamos en la mochila nos parecerá lo mejor del mundo
aunque, una vez en casa y retomado el ritmo habitual, no le prestemos la
menor atención.
Además, al beber agua reducirá el consumo del
resto de sustancias nocivas que se encuentran en las bebidas con gas,
empezando por:
El ácido fosfórico, que interfiere en el
metabolismo del calcio y causa osteoporosis y un debilitamiento de los
dientes y los huesos.
El azúcar, factor clave de la diabetes, enfermedades cardiovasculares, inflamaciones crónicas, artrosis y cáncer.
El
aspartamo, del que existen más de 92 efectos secundarios relacionados
con su consumo, como los tumores cerebrales, la epilepsia, la fragilidad
emocional o la diabetes.
La cafeína, que provoca temblores, insomnio, dolores de cabeza, hipertensión, desmineralización y pérdida de vitaminas.
Y
eso por no hablar de la acidez de la cola, que resulta desastrosa para
los dientes. ¿Se ha dado cuenta de que los dientes están ásperos después
de beber un refresco de cola? Es más ácido incluso que el zumo de
limón. Tanto que podría utilizarse para limpiar las monedas de metal
(pruebe a poner una moneda sucia de 50 céntimos en un vaso con un
refresco de cola durante media hora). El esmalte de los dientes se
vuelve poroso y se vuelve amarillento grisáceo si se bebe con
frecuencia.
Con toda la lista anterior de desastres parece
innecesario hablar de los efectos en la obesidad: el consumo de bebidas
gaseosas, sobre todo en los niños, aumenta el riesgo en un 60 %. No hay
ninguna buena razón para dar a sus hijos bebidas gaseosas, salvo que
quiera que:
- Aumente el riesgo de diabetes.
- Aumente el riesgo de cáncer.
- crearles una dependencia al azúcar.
Si
quiere un buen consejo, tanto para su salud como para su economía, tome
nota de éste: no deje que ninguna bebida azucarada cruce la puerta de
su casa.
Vuelva a beber agua. Empiece el día bebiendo un buen
vaso, incluso antes de desayunar. Le hará un gran regalo a sus riñones,
que trabajan tan duro durante todo el día para limpiar la sangre.
Estarán más sanos, más limpios y se sentirá más en forma.
¡A su salud!
Fuentes:Dr. Joseph M. Mercola, What Happens to Your Body Within an Hour of Drinking a Coke, 12.01.2008Coca-Cola une boisson dangereuse et cancérigène, 24.04.2011Magalie Lenoir,Fuschia Serre, Lauriane Cantin, Serge H. Ahmed, Intense Sweetness Surpasses Cocaine Reward, 1 de agosto de 2007. DOI: 10.1371/journal.pone.0000698
Más claro... ¡agua! Yo hace muchísimos años que ni pruebo esas burbujeantes porquerías. No hay más que ver cómo se publicitan para desechar cualquier posible tentación. "La chispa de la vida", dicen, su venenosa combustión, diría yo más bien.
ResponderEliminarSalud y agüita fresca.
"El agua sucia del Imperio", la llama un amigo
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