Son cuestiones muy secundarias, pero precisamente quien las pone en circulación traslada debates importantes a un campo bien fútil. Aunque es obvio que tiene todo el derecho a hacerlo.
Ea, ya he dedicado demasiado tiempo a esta futesa, pero callarme sobre estas naderías no me cabe en el cuerpo. En fin, pelillos a la mar.
Vuelvo al comienzo: no puedo estar más de acuerdo con el fondo del artículo en cuestión, y me parece muy lúcida la crítica contenida en los dos párrafos que copio. Creo que acierta al criticar el modo de intentar atraer a la clase trabajadora comenzando por los sectores más enajenados, lo que desanima y confunde a los más concienciados. Como decía uno de mis maestros, el matemático Puig Adam, "para convencer a los ofendidos no podemos ofender a los convencidos".
Alguna objección haría al tratamiento simétrico que se hace de Izquierda Unida y Podemos, cuando su trayectoria, sus apoyos y su construcción no tienen nada que ver.
De la primera organización se ha escrito mucho, y es un hecho cierto, sobre las dos almas que la habitan. Como han habitado desde hace tiempo el Partido Comunista, y no sólo él. Asi, todas las fugas hacia la derecha, primero a unos "sectores críticos" de IU y luego al mismísimo PSOE (y más allá...) han comenzado en el seno del partido.
Pero no se debe confundir todo y tirar por la borda una trayectoria que ha mantenido muchas cosas que todos los demás han ido abandonando. Al fin y al cabo, ha sido un arrastre histórico al conservadurismo al que se ha visto sometido casi todo el mundo
Muchas fugas por la izquierda han acabado, dando un rodeo, en posturas más derechistas. No hay más que ver en qué han quedado las aportaciones a Podemos de muchos autotitulados anticapitalistas: pasando de la radicalización al crudo posibilismo que no es más que nihilismo (del que nadie está libre, claro).
De todas formas, contradicciones como las que critica el artículo son inevitables. Es claro el dilema entre apoyar una cierta confluencia con el PSOE para expulsar al PP o construir una alternativa al bipartidismo que arrincone a ambos partidos. Es la correlación de fuerzas la que conduce a una u otra vía.
Pero otra cosa muy diferente es acomodar el propio discurso a las circunstancias, para hacer tragar lo intragable. Hay que ir siempre con la verdad por delante, y no disfrazar alianzas coyunturales como si fueran amores eternos.
Eso se hizo mal cuando la ruptura democrática con el franquismo se quedó en reforma política. Debió explicarse claramente hasta donde se había podido llegar, y no abrazar como una maravilla la inmaculada transición que al final nos llevó (y bien pronto) a las políticas neoliberales. Debió pasarse a tiempo a planteamientos más radicales, antes de que la ideología reaccionaria calara en las mentes (incluídas las de las propias organizaciones).
Un antecedente histórico: cuando se firmó el pacto germano-soviético, acierto táctico de la URSS que le permitió un respiro momentáneo y muy necesario, y que creó entre ella y Alemania nazi un hinterland que retrasó y después dificultó la invasión, muchos comunistas lo alabaron como una alianza entre partidos obreros. Jamás lo fue la Alemania nazi. Y aún se llegaron a acallar las críticas a Hitler, aunque no a Mussolini...
Hacer de necesidad virtud es un vicio nada nuevo. Y lo que se gana en extensión se suele perder en profundidad.
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| Conformismo y asimilación... por pelotas | 
Rebelión
(...)
Sobre esto reflexiona el militante de Podemos Andreu Tobarra, escribiéndolo 
de la siguiente manera: “discursos contradictorios que se vuelven en nuestra 
contra, como la impugnación del bipartidismo mientras se emiten referencias 
admirativas hacia Zapatero, como el proponer al PSOE un gobierno compartido al 
mismo tiempo que se le critica y se grita a los cuatro vientos que somos 
socialdemócratas. La apariencia de un oportunismo electoral se abre paso por 
encima de otras consideraciones, y entre los sectores con más conciencia se 
muestran las dudas y cierto desencanto, cuando anteriormente parecía que solo 
había sitio para las ilusiones y la confianza”
Y hemos de subrayar algo que, a nuestro juicio, da en la diana: “entre los 
sectores con más conciencia”. Si la organización –que se supone pretende 
transformar la realidad- se aleja de “los sectores con más conciencia” lo que 
quedan son los sectores con menos conciencia, es decir, aquellos cuya conciencia 
está subordinada en mayor o menor medida al interés de la clase dominante. Sólo 
la conexión de la organización política con su vanguardia –o sector con más 
conciencia- puede movilizar a esta para que esta movilice al conjunto de la 
clase. Los partidos que pretenden transformar la realidad tienen que influir, en 
primer lugar, sobre los sectores determinantes de la clase, aquellos que pueden 
dirigir el movimiento, aquellos que tienen más conciencia. Si no son capaces de 
estar conectados con esos sectores no podrán influir entre las capas más 
atrasadas de la clase trabajadora.
(...)

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