La fuente que cita es esta. No he seguido la pista mucho más allá (¿para qué?), pero se trata de un fragmento de "Comunismo: elementos para la reflexión", L'insecurité sociale, publicado en revista Etcétera Nº 7, 1985. Tomado de: http://comunizacion.klinamen.org
Fin de la referencia.
Como véis, el texto es muy antiguo y fragmentario, y de ese fragmento yo hago aún otro recorte: la experiencia me dice que muchos no lo leerían entero, así que me limitaré a unas citas breves de Lukács y Žižek y otra más larga de Louis Althusser.
La muchas veces maltratada distinción marxiana entre la base productiva y la superestructura política e ideológica no deja ver la imposibilidad (esto es dialéctica pura) de separarlas como capas sucesivas. Porque todas se interpenetran, se influyen mutuamente y son inseparables. Así como hay ideología en la estructura productiva y en los aparatos represivos (sin ella no funcionarían) hay producción y represión en los aparatos ideológicos.
Especialmente importante (básico) es el aparato escolar, reproductor imprescindible del sistema.
(...)
Una
distinción que nos permite situar la ideología de la infancia dentro de una
determinada formación social, es la de infraestructura y superestructura. De
acuerdo a la tradición materialista histórica, se trataría de un edificio
social de 3 niveles: uno de ellos permanece más o menos oculto (la “base
económica”, constituida por fuerzas productivas y relaciones de producción) y
los dos niveles de la superestructura: Derecho y Estado por un lado, e
ideologías por el otro. Pero debemos evitar el uso del concepto de ideología en
aquella versión que lo ve como algo “etéreo”, “metafísico”. Pues en la praxis,
la “ideología” se reparte por todo el edificio social, toda esta “realidad” es
en sí misma “ideológica”. En relación a la ideología y su ubicación en el
famoso edificio del materialismo histórico, con base y superestructura,
Althusser decía que “para comprender su
eficacia, es necesario situarla en la superestructura, y darle una relativa
autonomía con respecto al derecho y al estado. Pero al mismo tiempo, para
comprender su forma de presencia más general hay que considerar que la
ideología se introduce en todas las partes del edificio y que constituye ese
cemento de naturaleza particular que asegura el ajuste y la cohesión de los
hombres en sus roles, sus funciones y sus relaciones sociales” (Louis
Althusser, “Práctica teórica y lucha ideológica”).
Eso
en cuanto a su “ubicación” en sentido espacial. Pero además, desde el punto de
vista que podríamos llamar “temporal”, la ideología también es ambivalente.
Como decía Lukàcs en el texto sobre “legalidad e ilegalidad” incluido en
Historia y Consciencia de Clase, “la
ideología no es solamente un efecto de la organización económica de la
sociedad, es también la condición de su funcionamiento práctico”. Por eso
es que la labor de crítica de la ideología no se agota descorriendo velos para
mostrar lo que éstos tratan de mantener oculto. Mucho más que eso:
“No se trata simplemente de ver las cosas (es decir, la realidad social) como “son en realidad”, o de quitarse los anteojos distorsionadores de la ideología; el punto principal es ver cómo la realidad no puede reproducirse sin esta llamada mistificación ideológica. La máscara no encubre simplemente el estado real de cosas, la distorsión ideológica está inscrita en su esencia misma” (Slavoj Zizek, “¿Cómo inventó Marx el síntoma?”).
“No se trata simplemente de ver las cosas (es decir, la realidad social) como “son en realidad”, o de quitarse los anteojos distorsionadores de la ideología; el punto principal es ver cómo la realidad no puede reproducirse sin esta llamada mistificación ideológica. La máscara no encubre simplemente el estado real de cosas, la distorsión ideológica está inscrita en su esencia misma” (Slavoj Zizek, “¿Cómo inventó Marx el síntoma?”).
(...)
Uno
de los teóricos que más despiadadamente se ha referido a la función del sistema
educativo como reproductor de la formación social capitalista es, precisamente,
Louis Althusser. En “Ideología y Aparatos Ideológicos de Estado” (escrito entre
1969/1970), Althusser intenta ir más allá de una concepción del Estado como
mero aparato represivo, y se refiere a una realidad “que se manifiesta junto al aparato (represivo) de Estado, pero que no
se confunde con él”: los Aparatos Ideológicos de Estado (AIE). Estos
aparatos son múltiples, y la mayoría parecen ser “privados” antes que
“públicos”: “AIE religiosos (el sistema de las distintas Iglesias), AIE escolar
(el sistema de las distintas “Escuelas”, públicas y privadas), AIE familiar,
AIE jurídico, AIE político (el sistema político del cual forman parte los
distintos partidos), AIE sindical, AIE de información (prensa, radio, T.V.,
etc.), AIE cultural (literatura, artes, deportes, etc.)”. Se
diferencian del Aparato Represivo de Estado porque funcionan “principalmente”
con ideología, no con violencia: “principalmente”, porque en la realidad
ideología y violencia se entrecruzan en ambos tipos de aparatos, y así como al
aparato represivo necesita una buena cuota de ideología para funcionar, los AIE
se reservan siempre la posibilidad de aplicar en casos límite algún nivel de
violencia, aunque sea “simbólica”:
“Rectificando esta distinción, podemos ser más precisos y decir que todo aparato de Estado, sea represivo o ideológico, “funciona” a la vez mediante la violencia y la ideología, pero con una diferencia muy importante que impide confundir los aparatos ideológicos de Estado con el aparato (represivo) de Estado. Consiste en que el aparato (represivo) de Estado, por su cuenta, funciona masivamente con la represión (incluso física), como forma predominante, y sólo secundariamente con la ideología. (No existen aparatos puramente represivos.) Ejemplos: el ejército y la policía utilizan también la ideología, tanto para asegurar su propia cohesión y reproducción, como por los “valores” que ambos proponen hacia fuera”.
“Rectificando esta distinción, podemos ser más precisos y decir que todo aparato de Estado, sea represivo o ideológico, “funciona” a la vez mediante la violencia y la ideología, pero con una diferencia muy importante que impide confundir los aparatos ideológicos de Estado con el aparato (represivo) de Estado. Consiste en que el aparato (represivo) de Estado, por su cuenta, funciona masivamente con la represión (incluso física), como forma predominante, y sólo secundariamente con la ideología. (No existen aparatos puramente represivos.) Ejemplos: el ejército y la policía utilizan también la ideología, tanto para asegurar su propia cohesión y reproducción, como por los “valores” que ambos proponen hacia fuera”.
“De la misma manera, pero a la inversa, se debe decir que, por su propia cuenta, los aparatos ideológicos de Estado funcionan masivamente con la ideología como forma predominante pero utilizan secundariamente, y en situaciones límite, una represión muy atenuada, disimulada, es decir simbólica. (No existe aparato puramente ideológico.) Así la escuela y las iglesias “adiestran” con métodos apropiados (sanciones, exclusiones, selección, etc.) no sólo a sus oficiantes sino a su grey. También la familia... También el aparato ideológico de Estado cultural (la censura, por mencionar sólo una forma), etcétera”. (Louis Althusser, “Ideología y aparatos ideológicos de Estado”).
(...)
“¿Sería
útil mencionar que esta determinación del doble “funcionamiento” (de modo
predominante, de modo secundario) con la represión y la ideología, según se
trate del aparato (represivo) de Estado o de los aparatos ideológicos de
Estado, permite comprender que se tejan constantemente sutiles combinaciones
explícitas o tácitas entre la acción del aparato (represivo) de Estado y la de
los aparatos ideológicos del Estado? La vida diaria ofrece innumerables
ejemplos que habrá que estudiar en detalle para superar esta simple
observación”.
(...)
“…un
aparato ideológico de Estado cumple muy bien el rol dominante de ese concierto,
aunque no se presten oídos a su música: ¡tan silenciosa es! Se trata de la
Escuela. Toma a su cargo a los niños de todas las clases sociales desde el jardín
de infantes, y desde el jardín de infantes les inculca —con nuevos y viejos
métodos, durante muchos años, precisamente aquellos en los que el niño,
atrapado entre el aparato de Estado-familia y el aparato de Estado-escuela, es
más vulnerable— “habilidades” recubiertas por la ideología dominante (el
idioma, el cálculo, la historia natural, las ciencias, la literatura) o, más
directamente, la ideología dominante en estado puro (moral, instrucción cívica,
filosofía).
Hacia el sexto año, una gran masa de niños cae “en la producción”: son los obreros o los pequeños campesinos. Otra parte de la juventud escolarizable continúa: bien que mal se encamina y termina por cubrir puestos de pequeños y medianos cuadros, empleados, funcionarios pequeños y medianos, pequeño-burgueses de todo tipo. Una última parte llega a la meta, ya sea para caer en la semidesocupación intelectual, ya para proporcionar, además de los “intelectuales del trabajador colectivo”, los agentes de la explotación (capitalistas, empresarios), los agentes de la represión (militares, policías, políticos, administradores, etc.) y los profesionales de la ideología (sacerdotes de todo tipo, la mayoría de los cuales son “laicos” convencidos).
Cada grupo está prácticamente provisto de la ideología que conviene al rol que debe cumplir en la sociedad de clases: rol de explotado (con “conciencia profesional”, “moral”, “cívica”, “nacional” y apolítica altamente “desarrollada”); rol de agente de la explotación (saber mandar y hablar a los obreros: las “relaciones humanas”); de agentes de la represión (saber mandar y hacerse obedecer “sin discutir” o saber manejar la demagogia de la retórica de los dirigentes políticos), o de profesionales de la ideología que saben tratar a las conciencias con el respeto, es decir el desprecio, el chantaje, la demagogia convenientes adaptados a los acentos de la Moral, la Virtud, la “Trascendencia”, la Nación, el rol de Francia en el Mundo, etcétera”.
Hacia el sexto año, una gran masa de niños cae “en la producción”: son los obreros o los pequeños campesinos. Otra parte de la juventud escolarizable continúa: bien que mal se encamina y termina por cubrir puestos de pequeños y medianos cuadros, empleados, funcionarios pequeños y medianos, pequeño-burgueses de todo tipo. Una última parte llega a la meta, ya sea para caer en la semidesocupación intelectual, ya para proporcionar, además de los “intelectuales del trabajador colectivo”, los agentes de la explotación (capitalistas, empresarios), los agentes de la represión (militares, policías, políticos, administradores, etc.) y los profesionales de la ideología (sacerdotes de todo tipo, la mayoría de los cuales son “laicos” convencidos).
Cada grupo está prácticamente provisto de la ideología que conviene al rol que debe cumplir en la sociedad de clases: rol de explotado (con “conciencia profesional”, “moral”, “cívica”, “nacional” y apolítica altamente “desarrollada”); rol de agente de la explotación (saber mandar y hablar a los obreros: las “relaciones humanas”); de agentes de la represión (saber mandar y hacerse obedecer “sin discutir” o saber manejar la demagogia de la retórica de los dirigentes políticos), o de profesionales de la ideología que saben tratar a las conciencias con el respeto, es decir el desprecio, el chantaje, la demagogia convenientes adaptados a los acentos de la Moral, la Virtud, la “Trascendencia”, la Nación, el rol de Francia en el Mundo, etcétera”.
(...)
“Ahora
bien, con el aprendizaje de algunas habilidades recubiertas en la inculcación
masiva de la ideología de la clase dominante, se reproduce gran parte de las
relaciones de producción de una formación social capitalista, es decir, las
relaciones de explotados a explotadores y de explotadores a explotados.
Naturalmente, los mecanismos que producen este resultado vital para el régimen
capitalista están recubiertos y disimulados por una ideología de la escuela
universalmente reinante, pues ésta es una de las formas esenciales de la
ideología burguesa dominante: una ideología que representa a la escuela como un
medio neutro, desprovisto de ideología (puesto que es... laico), en el que
maestros respetuosos de la “conciencia” y la “libertad” de los niños que les
son confiados (con toda confianza) por sus “padres” (que también son libres, es
decir, propietarios de sus hijos), los encaminan hacia la libertad, la
moralidad y la responsabilidad de adultos mediante su propio ejemplo, los
conocimientos, la literatura y sus virtudes “liberadoras””.
(...)
...“ningún aparato ideológico de Estado dispone durante tantos años de la audiencia obligatoria (y, por si fuera poco, gratuita...), 5 a 6 días sobre 7 a razón de 8 horas diarias, de formación social capitalista”.
(...)
“Pido perdón por esto a los maestros
que, en condiciones espantosas, intentan volver contra la ideología, contra el
sistema y contra las prácticas de que son prisioneros, las pocas armas que
puedan hallar en la historia y el saber que ellos “enseñan”. Son una especie de
héroes. Pero no abundan, y muchos (la mayoría) no tienen siquiera la más remota
sospecha del “trabajo” que el sistema (que los rebasa y aplasta) les obliga a
realizar y, peor aún, ponen todo su empeño e ingenio para cumplir con la última
directiva (¡los famosos métodos nuevos!). Están tan lejos de imaginárselo que
contribuyen con su devoción a mantener y alimentar, esta representación
ideológica de la escuela, que la hace tan “natural” e indispensable, y hasta
bienhechora, a los ojos de nuestros contemporáneos como la iglesia era
“natural”, indispensable y generosa para nuestros antepasados hace algunos
siglos”.
(...)
Escrito en 1985 y, sin embargo, plenamente vigente en lo esencial.
ResponderEliminar(Recorte muy adecuado)
Salud