La discusión sobre la permanencia o no de ENCE en la ría de Pontevedra suele centrarse en su ataque al medio ambiente. En consecuencia, se plantea la reparación de los daños que causan las industrias a la naturaleza. La postura ingenua y maximalista es que hay que dejar las cosas como estaban, como si nada hubiera pasado. Pero lo pasado siempre ha pasado. Y en sentido estricto no hay transformaciones reversibles.
Claramente lo dice Santiago Alba Rico en una conversación con Salvador López Arnal a propósito de su artículo “Tiempo, tecnología, capitalismo. Adiós a las cosas":
No podremos renunciar al progreso tecnológico porque, como he dicho más arriba, esos marcos de comportamiento y de conocimiento son en algún sentido irreversibles. Lo son además porque para satisfacer las necesidades básicas de 7.000 millones de personas habrá que aceptar -racionalizando lo más posible- una división del trabajo muy tecnologizada. El ludismo es muy lúcido, pero ni es viable ni es ya justo. En definitiva, habrá que aceptar un cierto grado de “opresión” y “alienación” tecnológicas. Pero habrá que llamarlas así, “opresión” y “alienación”, sin hacerse ilusiones, ni de emancipación a través de la máquina ni de transparencia ludista, y habrá que tratar de mitigar sus efectos (haciendo menos opaca y más colectiva la gestión de los centros de producción) y de liberar grandes franjas horarias para un ocio no proletarizado.No voy ahora a entrar en la ley de costas de la época de Cristina Narbona ni en las modificaciones que introduce ahora el gobierno del Partido Popular. Ni siquiera voy a referirme otra vez al caso pontevedrés.
«La necesidad como primera forma de la situación histórica y dinámica del hombre nos pone ante los ojos de su existir: La trascendencia, ya que su ser es tensión hacia una nueva situación y abandono de aquella en que se encuentra, por el desequilibrio abierto con la necesidad. Y no estamos ante una entidad en proceso indiferente, sino ante una historia orientada por la negatividad de cada una de sus posiciones sucesivas; historia, por otro lado, que no es acaecida, sino provocada y revolucionaria, ya que su motor es la relación entre la carencia y la búsqueda de la satisfacción, y no un empuje que viene, ciegamente, desde el fondo del pasado. La necesidad es precisamente la cristalización de ese pasado, pero asumido como presente y anticipando la resolución. Se elimina, pues, todo finalismo -enmascaradamente teleológico-, ya que es el presente en su necesidad el que conforma el proyecto con el fin.»
Manuel Ballestero: La revolución del espíritu, pag. 161. Editorial Siglo XXI, 1970.
Esta cita constata que nunca hay vuelta atrás, sino proyecto hacia delante.
"La vida en el lago y la escombrera de As Pontes" es un vídeo sobre ingeniería medioambiental:
Devolver la situación al pasado sería (evidente caricatura) devolver el lignito, desde la atmósfera, al subsuelo.
Sin ese extremo imposible, se podría volver a rellenar el hueco con el material de la escombrera. Enorme trabajo humano, y de la naturaleza (energía), que sólo justificaría la excelencia irrepetible de lo que existía antes.
La recuperación real parte de mantener el hueco y la escombrera, y sobre esta nueva topografía regenerar un monte y un humedal. Recuperar ecosistemas. Mejor dicho, crear las condiciones para que se generen nuevos ecosistemas.
"Cristalización del pasado asumida como presente y anticipando la resolución".
Y aquí hay otro ejemplo, muy interesante, de la tecnología colaborando con la naturaleza:
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