Comprimir, oprimir y reprimir para mejor exprimir.
Pero también imprimir. En la prensa de papel o de plasma, y en las mentes. Cuando se tienen los medios (des-informativos) para alterar la opinión pública se puede convencer a muchos de que no hay alternativas, que las políticas las impone "Europa" y que no hay margen para otras.
Buena parte de las causas, internas y externas, son ignoradas porque son silenciadas, y otras veces falsificadas.
Claro que hay otras causas subyacentes bien objetivas, como el agotamiento de los recursos y del medio ambiente, pero no serían igualmente determinantes sin el poder del capital y su necesidad, a vida o muerte, de crecer a costa de lo que sea. De los trabajadores, de los consumidores, del planeta vivo y del sepultado... y hasta de otros sectores del mismo capital: Autofagia.
Pero también imprimir. En la prensa de papel o de plasma, y en las mentes. Cuando se tienen los medios (des-informativos) para alterar la opinión pública se puede convencer a muchos de que no hay alternativas, que las políticas las impone "Europa" y que no hay margen para otras.
Buena parte de las causas, internas y externas, son ignoradas porque son silenciadas, y otras veces falsificadas.
Claro que hay otras causas subyacentes bien objetivas, como el agotamiento de los recursos y del medio ambiente, pero no serían igualmente determinantes sin el poder del capital y su necesidad, a vida o muerte, de crecer a costa de lo que sea. De los trabajadores, de los consumidores, del planeta vivo y del sepultado... y hasta de otros sectores del mismo capital: Autofagia.
Público.es
En los últimos años
se han ido publicando toda una serie de informes que coinciden en
mostrar que algo preocupante y alarmante ha estado ocurriendo en la
distribución de las rentas en la mayoría de países a los dos lados del
Atlántico Norte (ver Determinants of functional income distribution – Theory and empirical evidence, International Labour Organization, 2013; Global Wage Report 2012/13. Wages and equitable growth, International Labor Organization; Effects of Globalization on Labor’s Share in National Income, Anastasia Guscina, Inernational Monetary Fund, 2006). Estos y otros trabajos coinciden en que:
- Las rentas derivadas del trabajo han ido disminuyendo (como porcentaje de todas las rentas) desde finales de los años setenta y principios de los años ochenta. Aunque este descenso ha ocurrido en la mayoría de países a los dos lados del Atlántico Norte (Norteamérica y la Unión Europea), ha sido más marcado en los países europeos que en los países de Norteamérica (EEUU y Canadá). En Alemania y en Francia ha sido bastante acentuado (un descenso de 9 puntos), aunque en España ha sido incluso mayor (10 puntos).
- Este descenso de las rentas del trabajo ha ido acompañado de un aumento de las rentas del capital (como porcentaje de todas las rentas).
- Las rentas que han crecido en mayor medida dentro de las rentas derivadas del capital han sido aquellas rentas procedentes de la propiedad del capital financiero.
- De las rentas del capital no financiero, un porcentaje muy elevado de ellas, un 35%, ha sido en forma de pago de dividendos (a los accionistas) a costa de subfinanciar las compensaciones salariales.
- El énfasis en pagar dividendos ha determinado un cambio de actitud del mundo empresarial, enfocado en conseguir la máxima cantidad de beneficios lo más pronto posible (short-term benefits). Los gerentes de las grandes empresas han enfatizado el corto plazo, en lugar del largo plazo, en su comportamiento gerencial. Como consecuencia, los propietarios y gerentes del gran capital no financiero han expandido su dimensión financiera, comprando activos financieros, diluyéndose la línea de expansión entre capital financiero y capital productivo. La gran mayoría de las empresas de automóviles, por ejemplo, financiaron sus propias ventas, convirtiéndose en empresas también financieras, que se expanden a costa de invertir en productos financieros.
- El hecho de que las rentas del trabajo hayan descendido como porcentaje de todas las rentas quiere decir que las rentas del capital han crecido más rápidamente que las rentas del trabajo, como resultado de que el aumento de la riqueza y de la renta total se ha distribuido de una manera muy desigual, favoreciendo sistemáticamente, durante este periodo 1980-2014, a las rentas del capital sobre las del trabajo. Es decir, que el mundo del capital ha ido consiguiendo más y más renta a costa del mundo del trabajo.
El contexto político de los cambios económicos
Los
informes no analizan el contexto político de estos cambios. Pero
cualquier observador de la vida política del mundo capitalista
desarrollado puede ver que las causas más importantes de lo que estaba
ocurriendo (véanse mis libros Neoliberalismo y Estado del bienestar. Ariel Económica, 1997; y Globalización económica, poder político y Estado del bienestar,
Ariel Económica, 2000) eran las intervenciones públicas de los Estados
que, a partir de los gobiernos del Presidente Reagan en EEUU y de la
Sra. Thatcher en Reino Unido, se extendieron por la mayoría de países a
los dos lados del Atlántico Norte, es decir, EEUU y la Europa
occidental. Estas intervenciones, conocidas como neoliberales, fueron la
respuesta del mundo del capital a las conquistas laborales y sociales
que el mundo del trabajo había conseguido durante la época dorada del
capitalismo (1945-1980). Consistían en lo que llaman “la flexibilización
de los mercados laborales”, que es el término utilizado para definir la
posibilidad de despedir a los trabajadores y debilitar a los
sindicatos, con un aumento de la precariedad y una disminución de los
salarios, destruyendo puestos de trabajo, lo que genera desempleo (una
de las medidas más eficaces para disciplinar al mundo del trabajo).
También, y como parte de su objetivo de debilitar a este último, estas
políticas públicas recortaban derechos sociales, además de derechos
laborales. El neoliberalismo no es, pues, ni más ni menos, que las
prácticas en defensa del mundo del capital a costa del mundo del
trabajo. Y el aumento de las rentas del capital a costa de las rentas
del trabajo es un indicador de ello.
La crisis económica consecuencia del dominio del mundo del capital sobre el mundo del trabajo
Esta
reducción de las rentas del trabajo determinó un descenso de la demanda
doméstica, puesto que la mayoría de esta está generada por el consumo
popular, que depende de los salarios y del tamaño de la población
asalariada. Cuando estos bajan, la demanda doméstica se resiente.
Ahora
bien, dos hechos ocurrieron que permitieron que el descenso de las
rentas del trabajo no causara un mayor descenso de la demanda doméstica
del que tuvo lugar. El crecimiento económico fue menor en el periodo
neoliberal (1980-2014) que en el periodo anterior (1945-1980) en la
mayoría de países capitalistas desarrollados, pero habría sido incluso
menor si no hubiera acontecido la reunificación alemana, por una parte, y
el gran crecimiento del capital financiero, por otra. La primera
implicó una enorme inversión pública en aquel país, lo que, debido a la
centralidad de la economía alemana en Europa, estimuló toda la economía
europea (ver mi artículo “Capital-Trabajo: el origen de la crisis
actual”, Le Monde Diplomatique, julio de 2013). Lo segundo -el
gran crecimiento del sector financiero- fue resultado directo de la
necesidad de las familias (y de las pequeñas y medianas empresas) de
endeudarse, como consecuencia del descenso de las rentas del trabajo. De
ahí el punto 3 enunciado anteriormente, es decir, que las rentas
procedentes del capital financiero hayan crecido muy rápidamente durante
el periodo neoliberal. Es más, la relativamente baja rentabilidad de la
economía productiva, es decir, de la economía que produce bienes y
servicios (debido precisamente al descenso de la demanda), explica que
las rentas del mundo del capital –como los beneficios empresariales-
hayan ido más y más a inversiones especulativas del capital financiero,
lo cual explica los puntos 4 y 5. Es decir, la actividad especulativa ha
ido amentando mucho más rápidamente que la actividad productiva. Y ahí
está el origen de la Gran Recesión que, al explotar las burbujas
especulativas (sean las burbujas que sean), quebró el sistema financiero
-altamente especulativo-, generando la crisis más aguda que hayamos
conocido desde la Primera Gran Depresión a principios del siglo XX. El
colapso del sistema financiero permitió ver el enorme problema económico
que estaba siendo ocultado por el crecimiento económico generado por
las burbujas, y que era el gran vacío de la demanda (con el agravante de
que ahora, a este problema de escasez de demanda se le ha sumado un
enorme endeudamiento, tanto privado como público).
Las soluciones necesarias y urgentes son fáciles de ver
Las
soluciones son, en realidad, muy fáciles de ver. La evidencia acumulada
históricamente –tanto en la manera como se salió de la Gran Depresión
en los años treinta y cuarenta, y como en la manera como Europa se
recuperó después de la II Guerra Mundial- muestra que se tendría que
hacer un giro de casi 180º en las políticas públicas que se han seguido,
con un gran aumento de las rentas del trabajo a costa de las rentas del
capital, y muy en especial de las rentas del capital financiero, que
están hipertrofiadas. España es un claro ejemplo de ello: el sector
financiero es tres veces superior, en términos proporcionales, al
existente en EEUU, absorbiendo un número excesivo de recursos. En
realidad, la banca debería considerase un servicio público –que podría o
no ser una banca pública, de la misma manera que los taxis, que son
privados, realizan un servicio público- que, como condición de su
existencia, debería ser la de proveer crédito. El sector público
bancario, por cierto, debería también extenderse, corrigiendo la
situación actual en la que España tiene uno de los sectores bancarios
públicos más pequeños de la UE-15, y es a la vez uno de los países donde
es más difícil conseguir crédito. Naturalmente, la banca privada, que
tiene excesivo poder en este país, controlando gran parte de los medios,
se opondrá radicalmente a estas medidas, lo cual exigiría tomar medidas
públicas que impidieran la instrumentalización de las instituciones
políticas y mediáticas por parte de dicho poder fáctico (como ocurre en
España, incluyendo Catalunya), medida urgente y necesaria para sanear la
democracia española.
El Estado, tanto central como autonómico y
local, debería comprometerse a alcanzar el pleno empleo, con salarios
-como promedio, más altos- y condiciones laborales mejores (incluyendo
el descenso del tiempo de trabajo), potenciando el poder del mundo del
trabajo –tanto en el lugar de trabajo (incluyendo sistemas de cogestión
y/o cooperativismo) como en la negociación colectiva-. Hoy España tiene
enormes necesidades –como en las áreas del Estado del bienestar y en las
ambientales- que necesitan grandes inversiones públicas, encaminadas
además a llenar enormes vacíos que estimulen a la economía.
Estas
son las medidas que deberían centrar las políticas económicas de un
gobierno progresista. Ni que decir tiene que ello se facilitaría si
cambiaran las coordenadas de poder europeas, con un cambio muy marcado
de las sensibilidades políticas que hoy dominan Europa (conservadores y
neoliberales), las cuales también dominan España (incluyendo Catalunya).
Un punto central es el cambio del Banco Central Europeo (BCE), que
debería convertirse en un banco Central en lugar de un lobby de la
banca, como he señalado en múltiples ocasiones.
Una última
observación. Se me dirá que, sin cambios en la Eurozona, España no puede
hacer los cambios que sugiero. El hecho de dar importancia determinante
de lo posible a causas externas –la externalización de
responsabilidades- caracteriza a aquellas voces que insisten en que no
hay alternativas posibles a las que se imponen desde Frankfurt (sede del
BCE), Bruselas (sede de la Comisión Europea), Berlín (sede del gobierno
Merkel) o Madrid (sede del gobierno PP), lo cual no es del todo cierto
(ver libro Hay alternativas. Propuestas para crear empleo y bienestar social en España, Navarro,
V., Torres, J. y Garzón, A.). Zapatero podría haber conseguido más
dinero manteniendo el impuesto de patrimonio (2.100 millones de euros) o
anulando las rebajas del impuesto de sucesiones (2.552 millones de
euros), que congelando las pensiones (1.200 millones de euros). Rajoy
hubiera conseguido casi el mismo dinero, 6.000 millones de euros,
revirtiendo la bajada del impuesto de sociedades de las grandes empresas
que facturan más de 150 millones de euros al año (y que representan el
0,12% de todas las empresas), que recortando la sanidad pública. El
hecho de que escogieran una alternativa en lugar de otra no se debió a
razones externas, sino a unas de muy internas: el grado de influencia
diferencial sobre el Estado de distintos colectivos que están en el
país. Ni que decir tiene que las causas externas son importantes, pero
no puede concluirse como está ocurriendo hoy en España que sin un cambio
en la Eurozona es muy poco lo que puede hacerse en España (incluyendo
Catalunya). Esto es lo que las fuerzas conservadoras y liberales quieren
que la gente se crea para así justificar las políticas que están
imponiendo a la ciudadanía sin que tengan ningún mandato popular para
así hacerlo.
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