Matrix. La industria de la realidad virtual (de la "verdadera realidad virtual") suplanta en las mentes la realidad que oculta.
Lo que hoy llamamos realidad virtual no es una novedad: ¿qué ha sido el arte en todos los tiempos, sino una realidad virtual? El arte (pintura, novela, teatro, cine...) requiere la complicidad del espectador, del lector. Claro que entonces la ilusión es tomada voluntariamente por realidad. La capacidad de autoengaño es pareja a la de engañar, y el placer que produce poder engañar sin engañar es parejo al de admirar la habilidad del artista para engañarnos, porque queremos ser temporalmente engañados.
La imaginación goza con el engaño, y no es ajeno al goce que esa ilusión produzca sensaciones y sentimientos que sí son verdaderos.
Pero la ocultación de la realidad con elementos distractivos para engañar de verdad es otra cosa. Máxime cuando persigue esconder hechos, normalizar lo anormal y anular las posibilidades de responder.
Y si las cortinas de humo se encadenan, si se suceden en el tiempo de modo arrollador, se logra un efecto de desmemoria. Si además la oferta incluye toda una panoplia de narcóticos para que cada cual elija el suyo, tanto "mejor".
Lo que hoy llamamos realidad virtual no es una novedad: ¿qué ha sido el arte en todos los tiempos, sino una realidad virtual? El arte (pintura, novela, teatro, cine...) requiere la complicidad del espectador, del lector. Claro que entonces la ilusión es tomada voluntariamente por realidad. La capacidad de autoengaño es pareja a la de engañar, y el placer que produce poder engañar sin engañar es parejo al de admirar la habilidad del artista para engañarnos, porque queremos ser temporalmente engañados.
La imaginación goza con el engaño, y no es ajeno al goce que esa ilusión produzca sensaciones y sentimientos que sí son verdaderos.
Pero la ocultación de la realidad con elementos distractivos para engañar de verdad es otra cosa. Máxime cuando persigue esconder hechos, normalizar lo anormal y anular las posibilidades de responder.
Y si las cortinas de humo se encadenan, si se suceden en el tiempo de modo arrollador, se logra un efecto de desmemoria. Si además la oferta incluye toda una panoplia de narcóticos para que cada cual elija el suyo, tanto "mejor".
Para una semiótica del engaño
Rebelión / Universidad de la Filosofía
Así como la ideología de la clase dominante ha entrenado a muchas víctimas para que se inyecten por sí solas el veneno que las aniquila, y les ha enseñado a fabricarse sus propias jeringas… así ha creado medios y modos para esconder sus formas de ocultamiento y obligarnos a creer que “aquí no pasa nada”. Algunos están “convencidos”. Ahora usted está informado.
O dicho de otro modo, ya no hace falta que te escondan
los asesinatos, las persecuciones, los “linchamientos mediáticos”
contra los líderes sociales, las invasiones a los países, el saqueo de
sus riquezas y las esclavitud de los trabajadores… sólo hace falta
convencerte de que eso es “lo mejor que podría pasarnos” porque ciertos
líderes, ciertos países y ciertos trabajadores son una amenaza y “alguien debe hacer algo”. No hacen falta adivinos para deducir quién es ese “alguien”.
Estamos en una guerra mediática, una guerra de propaganda en la que una de las ofensivas centrales es hacer invisibles los ataques y los efectos de los ataques. Dañar al enemigo y que lo agradezca. Hacer pasar por divertida la degeneración criminal de un sistema económico que necesita invisibilizar
la depredación de la naturaleza y el crimen sistemático contra la clase
trabajadora. Hacer que parezca “completa” la información que ha sido
descuartizada en las salas de redacción. Hacer que parezca “democrático”
un sistema de fraudes seriales cometidos a mansalva en cada rincón del
tejido social. Hacer, en fin, que parezca “normal” una vida plagada por
la irracionalidad destructora más dañina en toda la historia de la
humanidad.
La ideología de la clase dominante necesita que creamos fanáticamente en que la sordera y la ceguera
que nos impone son en verdad “lucidez” y “plenitud” de saberes y que,
por colmo, nos de miedo perder lo que el sistema nos da porque creemos
que “estaremos perdidos” sin el capitalismo. Corona esta abrumadora
escalada alienante la meta cúspide basada en que, encima de todo,
agradezcamos lo que el sistema nos infiltra porque siempre ha tenido
razón de que “las cosas sean como son”. Eso lo tapa todo incluso todas
las “tapaderas” anteriores.
Cada “cortina de humo” que el
capitalismo instala, tiene fecha de caducidad y límites de cobertura.
Por eso necesita generar “cortinas de humo” en secuencia capaces de
cubrir lo que queda al descubierto mientras, también se cubren las
“cortinas de humo” nuevas. Galimatías endemoniado que pergeña un sistema
de mentiras desplegadas en todos los rincones de la lucha de clases y
camufladas unas mejor que otras. El ejemplo supremo es la economía
burguesa y todas sus expresiones objetivas. Casos hay a raudales.
No importa si hablamos de la industria fílmica, de la industria bélica o
de la “bolsa de valores”… para los fines aviesos del capitalismo todo
es útil a la hora de esconder las masas ingentes de riquezas que se
embolsa saqueando a los trabajadores el producto de su trabajo. En las
máquinas de guerra ideológica llamadas “medios de comunicación”, está
una de las herramientas más potentes del capitalismo para sembrar
“cortinas de humo” enfrente de otras “cortinas de humo”. Una telenovela
“tapa” las operaciones “pedagógicas” que adiestran a las audiencias
sobre los valores, gustos y tradiciones que deben obedecerse ciegamente
en la trama ideológica de clase impuesta por el capitalismo. Otra
“cortina de humo” disfrazada de canciones, modas y cosméticos refuerza
la “cortina de humo” que inocula la publicidad y todas se tapan con la
“cortina de humo” llamada consumismo. La base de la fuerza del trabajo
productora de todos los bienes queda tapada por la espesura del “humo”
farandulero que, además de todo, es un gran negocio. Muchas personas
pagan por dar mantenimiento y refrescar su “cortina de humo” de cada
día. Las iglesias está llenas de ejemplos.
Incluso los
fenómenos de la naturaleza son útiles en la fabrica de “cortinas de
humo”. Huracanes, sismos, sequías o inundaciones… si hay que tapar los
hurtos, la represión, las vejaciones y la corrupción que son
consustanciales al capitalismo, serán bienvenidas y manipuladas al
máximo para, de inmediato crear una “cortina de humo” que esconda tal
manipulación. Un torneo de fútbol, por ejemplo. Dime qué “cortina de
humo” prefieres y te dirá quién eres.
Como en todo, la manufactura
de las “cortinas de humo”, sus materiales y sus acabados, evidencia
tradiciones y habilidades (entre la cantidad y la calidad) para asegurar
éxito al objetivo concreto de invisibilizar a la “bestia”
histórica que es el capitalismo y todas sus monstruosidades a diestra y
siniestra. A ese objetivo concreto se dedican muchos especialistas
y muchas empresas de todo tipo, en escalas de masas o en el fuero
íntimo de las relaciones interpersonales cotidianas. Nunca la historia
de los seres humanos tuvo ante sí el tamaño que hoy tiene la maquinaria
descomunal de “cortinas de humo”. Nunca tantas, nunca tan espesas, nunca
tan velozmente reproducidas y nunca tan solapadas las unas con las
otras. Nunca, incluso tan demencial la competencia entre “cortinas de
humo” para ganarse las preferencias de los patrones.
Se trata
de una batalla enorme, es la “Batalla de las Ideas”. Sólo con un mapa
meticuloso, capaz de hacer visibles los tejidos ideológicos, los más
grandes o los más sutiles, que tapizaron al siglo XX y XXI en todas las
latitudes del orbe; sólo con herramientas afiladas para desbrozar el
enjambre y la selva de silogismos pergeñados por la ideología de
la clase dominante… sólo con instrumentos poderosos como “Materialismo y
Empiriocriticismo” de Lenin, seremos capaces de penetrar toda cortina
de humo y dejar ver con claridad dónde están las trampas ideológicas.
Sólo así será posible derrotar el fardo de anti-valores, supercherías y
burradas que contiene la, irracional y asesina, lógica burguesa de
depredar al planeta, destruir las fuerzas productivas y aniquilar a los
seres humanos. Hay que tomarse en serio la “Batalla de las Ideas” pero
siempre unidas a la práctica transformadora. Sin nubarrones.
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