Marx habló de invertir la filosofía de Hegel, edificada sobre la cabeza, para colocarla sobre sus pies. Y al hablar del fetichismo de la mercancía mostró que de él resultaba la apariencia de una relación directa entre las cosas y no entre las
personas, lo cual significa que las cosas (en este caso, las mercancías)
asumirían el papel subjetivo que corresponde a las personas (en este
caso, los productores de mercancías). Dicho de otro modo: las cosas se personifican a la par que las personas se cosifican.
Coloquialmente, es corriente la expresión de que "el mundo está al reves", o la de que "todo está patas arriba" cuando algo nos escandaliza. A veces sentimos que es a nosotros mismos a quienes vuelve del revés. Y así es cuando nos adaptamos a esta realidad invertida.
De este mundo al revés hablaba Eduardo Galeano, imaginando, como Marx, un mundo al derecho. Aunque ese mundo al derecho no sea una realidad, sino una utopía.
Claro que el primer paso para acercarse a ese "mundo al derecho" es imaginar que pueda existir. Este es siempre el primer paso para construir realidades nuevas. Los arquitectos lo saben bien. Es imposible que construyan algo que no hayan imaginado antes.
Ante la desaparición física de Galeano, compartamos con Jordi Mir este homenaje a su memoria.
Coloquialmente, es corriente la expresión de que "el mundo está al reves", o la de que "todo está patas arriba" cuando algo nos escandaliza. A veces sentimos que es a nosotros mismos a quienes vuelve del revés. Y así es cuando nos adaptamos a esta realidad invertida.
De este mundo al revés hablaba Eduardo Galeano, imaginando, como Marx, un mundo al derecho. Aunque ese mundo al derecho no sea una realidad, sino una utopía.
Claro que el primer paso para acercarse a ese "mundo al derecho" es imaginar que pueda existir. Este es siempre el primer paso para construir realidades nuevas. Los arquitectos lo saben bien. Es imposible que construyan algo que no hayan imaginado antes.
Ante la desaparición física de Galeano, compartamos con Jordi Mir este homenaje a su memoria.
Rebelión
La noticia de la muerte de Eduardo Galeano ha hecho que sus palabras brotaran de gran cantidad de personas que en algún momento las habían leído o escuchado. Estas palabras en muchos casos tienen un valor educativo. Sus palabras no sólo son bellas, que lo son. No sólo son sensibles, que lo son. No sólo nos ayudan a expresar mucho mejor de lo que nosotros sabríamos unas ideas que compartimos, que lo hacen. Sus palabras han contribuido a educarnos. Nos han ayudado a encontrar ideas, maneras de hacer, de decir, de ser. Palabras siempre atentas a lo común, a las personas despreciadas; aunque esto no interese a los de arriba, o precisamente porque no les interesa.
Galeano no es un pedagogo, no es un teórico de la
educación. Pero en sus libros está muy presente. Tal vez hay uno que
merece ser destacado al hablar de su preocupación por la educación: Patas arriba. La escuela del mundo al revés
(1998). Un libro para enfrentarse a un mundo que está al revés. Este
mundo nos enseña lo contrario de lo que tocaría y hay que poner remedio:
El mundo al revés nos enseña a padecer la realidad en lugar de
cambiarla, a olvidar el pasado en lugar de escucharlo y a aceptar el
futuro en lugar de imaginarlo: así practica el crimen, y así lo
recomienda. En su escuela, escuela del crimen son obligatorias las
clases de impotencia, amnesia y resignación. Pero está visto que no hay
desgracia sin gracia, ni cara que no tenga su contracara, ni desaliento
que no busque su aliento. Ni tampoco hay escuela que no encuentre su
contraescuela. Y el miedo está muy presente. El miedo en un mundo
que prefiere la seguridad a la justicia, como dice Galeano. El miedo que
es la materia prima de las prósperas industrias de la seguridad y el
control social.
A Galeano le gusta recordar a Simón Rodríguez, a quien nos presenta como maestro de Simón Bolívar y anduvo medio siglo por los caminos de América, a lomo de mula, fundando escuelas y diciendo lo que nadie quería escuchar. De él cita en más de una ocasión algunos principios básicos de la educación:
Mandar recitar de memoria lo que no se entiende, es hacer papagayos.
Enseñen a los niños a ser preguntones, para que se acostumbren a
obedecer a la razón: no a la autoridad como los limitados, ni a la
costumbre como los estúpidos.
Una de las formaciones que
necesitamos es la que nos permite tener memoria. La historia que nos
puede llevar a la memoria de lo no vivido. Pero hay historia, memoria,
que puede que no conviene que conozcamos: La memoria del poder no
recuerda: bendice. Ella justifica la perpetuación del privilegio por
derecho de herencia, absuelve los crímenes de los que mandan y
proporciona coartadas a su discurso. La memoria del poder, que los
centros de educación y los medios de comunicación difunden como única
memoria posible, sólo escucha las voces que repiten la aburrida letanía
de su propia sacralización. La impunidad exige la desmemoria. Hay países
y personas exitosas y hay países y personas fracasadas, porque los
eficientes merecen premio y los inútiles, castigo. Para que las infamias
puedan ser convertidas en hazañas, la memoria del norte se divorcia de
la memoria del sur, la acumulación se desvincula del vaciamiento, la
opulencia no tiene nada que ver con el despojo. La memoria rota nos hace
creer que la riqueza y la pobreza vienen de la eternidad y hacia la
eternidad caminan, y que así son las cosas porque Dios, o la costumbre,
quieren que así sean. ¿Qué historia conocemos? ¿Conocemos la
historia de las personas que han luchado a lo largo de la historia? ¿Las
que han luchado para no ser explotadas, para establecer unos derechos
para las personas, para garantizarlos? ¿Conocemos esa historia? ¿Alguien
nos la ha contado? Tenemos que dar la vuelta a este mundo patas arriba
para conocer lo que hay que conocer.
No siempre el mundo ha
sido tan "patas arriba" como hoy. Galeano recuerda lo que ocurría en la
década de los sesenta y setenta: Hasta hace veinte o treinta años,
la pobreza era fruto de la injusticia. Lo denunciaba la izquierda, lo
admitía el centro, rara vez lo negaba la derecha. Mucho han cambiado los
tiempos, en tan poco tiempo: ahora la pobreza es el justo castigo que
la ineficiencia merece. La pobreza puede merecer lástima, en todo caso,
pero ya no provoca indignación. El mundo gira, no para de girar. La
dirección que siga dependerá del impulso que le demos. En Galeano no
hay lugar para la resignación, el pesimismo debe quedar para tiempos
mejores. Galeano es un defensor de la utopía, de la importancia de
nuestras ilusiones, de la fuerza que nos dan. La utopía está en el
horizonte, nos acercaremos diez pasos y se alejará diez pasos. La utopía
nos ayudará a caminar en la dirección que queremos seguir.
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