Esta corta nota, de ayer mismo, de Francisco Umpiérrez Sánchez tal vez pueda echar un jarro de agua fría sobre quien aún confunda el pesimismo de la inteligencia con el de la voluntad. Extraigo sus dos últimos párrafos y subrayo lo que para mí resulta esencial. Si no se tiene en cuenta, tanto el movimiento de los indignados como la izquierda no podrán conectarse para sobrevivir. Como es eso lo que me interesa, dejo a un lado pequeñas-grandes matizaciones para que las haga cada cual...
Lo que debe saber este movimiento es que sin poder político no hay nada que hacer. Y no habrá continuidad ni será el germen de nada si no se constituye en una fuerza política. Las vanguardias de la izquierda radical no deberían entrometerse en este movimiento y tratar de convencerlos de que defiendan consignas radicales. La conciencia de la mayoría de los jóvenes que han protestado es reformista, no revolucionaria. Y este nivel de conciencia hay que respetarlo. Si las vanguardias de la izquierda radical empiezan a colar sus consignas y su modo de proceder, el movimiento social de los indignados desaparecerá y las vanguardias quedarán como siempre: aisladas y predicando en el desierto.
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