lunes, 30 de mayo de 2011

La Primavera Árabe de 2011

De este largo artículo de Samir Amin en Rebelión, cuya lectura recomiendo a quien tenga tiempo y ganas de saber, destaco un par de párrafos que contienen ideas sencillas e interesantes:

Samir Amin. XXVIII Semana de Filosofía. Pontevedra
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Una última palabra con respecto a la «corrupción». El discurso dominante del «régimen de transición» enfatiza su denuncia asociada con amenazas de persecución judicial (ya veremos cómo será en realidad). Ese discurso ciertamente es bien recibido, particularmente por la fracción, sin duda la más amplia, de la opinión ingenua. Pero se guarda de analizar las razones profundas y de explicar que la «corrupción» (presentada como una desviación moral, un tipo de discurso moralista estadounidense) es un componente orgánico necesario en la formación de la burguesía. No sólo en el caso de Egipto y en los países del Sur en general, se trata de la formación de una burguesía compradora cuya asociación con los poderes del Estado constituye el único medio de emerger. Sostengo que en el estado capitalista de los monopolios generalizados la corrupción se convierte en un elemento constitutivo orgánico de la reproducción del modelo de acumulación: la retención de la renta de los monopolios exige la complicidad activa del Estado. El discurso ideológico (el virus liberal) proclama «nada de Estado» mientras que su práctica es «el Estado al servicio de los monopolios». 

(...)

Las «primaveras» de los pueblos árabes, como las que conocieron los pueblos de América Latina desde hace dos decenios, lo que denomino la segunda ola del despertar de los pueblos del Sur –la primera se desplegó en el siglo XX hasta la contraofensiva del capitalismo/imperialismo neoliberal- reviste formas diversas que van desde las explosiones dirigidas contra las autocracias que precisamente acompañaron el despliegue neoliberal hasta la revisión del orden internacional por parte de los «países emergentes». Así pues, estas primaveras coinciden con «el otoño del capitalismo», el declive del capitalismo de los monopolios generalizados, globalizados y «financiarizados». Los movimientos parten, como los del siglo anterior, de la reconquista de la independencia de los pueblos y los Estados de las periferias del sistema, que recuperan la iniciativa en la transformación del mundo. Por lo tanto son, ante todo, movimientos antiimperialistas y además, sólo potencialmente, anticapitalistas. Si esos movimientos llegan a converger con el otro despertar necesario, el de los trabajadores de los centros imperialistas, podría dibujarse a escala mundial una perspectiva auténticamente socialista de toda la humanidad. Pero eso no está inscrito de ninguna forma en el avance como una «necesidad de la historia». El declive del capitalismo puede abrir el camino a la larga transición al socialismo como puede comprometer a la humanidad en la vía de la barbarie generalizada. El proyecto del control militar del planeta por parte de las fuerzas armadas de Estados Unidos y sus aliados subalternos de la OTAN, que sigue en marcha, el declive de la democracia en los países del centro imperialista o el rechazo retrógrado de la democracia en los países revolucionarios del Sur (que toma la forma de ilusiones para los religiosos «fundamentalistas» que proponen el Islam, el hinduismo y el budismo políticos), operan junto a esa perspectiva abominable. Así, la lucha por una democratización laica toma una dimensión decisiva en el momento actual, que opone la perspectiva de la emancipación de los pueblos a la de la barbarie generalizada.

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