Para buenos entendedores: seamos "reccionarios" frente a este capitalismo "revolucionario"
Publicado el 20 de mayo de 2011 por ogunguerrero. A propósito del texto «Algunos somos comunistas», de Carlos Fernández Liria
Las manifestaciones anticapitalistas de la Puerta del Sol, en Madrid, ocupan los titulares de las agencias de Prensa internacionales. Muestran, en primer orden, la reacción contenida ante las sucesivas agresiones del Sistema. Primero con el Estado de Bienestar y luego con la Globalización neoliberal, el capitalismo se ha encargado de prometer soluciones que, sin remedio, se postergan. Se postergan, y se alejan, para las clases dominadas, explotadas, a las cuales se ha sumado, de manera forzosa, buena parte de los llamados ciudadanos de cuello blanco y de los intelectuales profesionalizados. Más que traicionarlos, el sistema los ha ido timando al dignificarles su estatuto de pieza, su reificación remunerada.
“El sistema es ya tan revolucionario (de extrema derecha, pero revolucionario, al fin y al cabo) —dice Carlos Fernandez Liria en una aguda y precisa paradoja—, que los antisistema nos hemos vuelto conservadores.”
Conservadores no del sistema, en decadencia y dispuesto a hundirlo todo por extender su permanencia, sino del sentido común de sobrevida de la especie, del Planeta y, de inmediato, de la dignidad soberana y ciudadana de las generaciones. La libertad proclamada, pronosticada y forzada por el neoliberalismo, ha devenido muy pronto en una coyunda insostenible para el individuo, por completo al margen de las decisiones aunque con la posibilidad de gritar lo que se le venga en ganas. Libertad sorda que se hace impotente ante la naturalización de las hegemonías de control de la política, la vida privada y la cultura a través del mercado.
“Los “jóvenes sin futuro” que salieron a la calle el 7 de abril —agrega Fernandez Liria—, no pedían la Luna. No gritaban “la imaginación al poder” ni nada parecido. La moderación de sus reivindicaciones (casa, salud, trabajo, pensión) contrastaba con la radicalidad de su posible solución: “an-ti-ca-pi-ta-lis-ta” fue el grito que más se oyó.”
La manifestación, que incorpora la frescura espectacular propia de este tipo de evento en el siglo XXI, revela el nudo gordiano de los múltiples problemas y de su solución. “Para ser moderado, —aserta Fernández Liria en su artículo— para conservar una pizca de sentido común, actualmente hay que ser antisistema. En cambio, los apologetas del capitalismo se prestan a cualquier locura revolucionaria. Para salvar la economía huyen hacia adelante dispuestos a sacrificar la humanidad y destruir el planeta. Como dijo Walter Benjamin, pero mucho más que cuando él lo dijo, lo que necesitamos es un freno de emergencia.”
Los paraísos fiscales, para poner solo un ejemplo de esa “locura revolucionaria”, después de muchas “soluciones” por parte de los representantes del capitalismo, después de programas y erogaciones elevadas que también lavan su reinserción a las arcas de los más enriquecidos, evaden hoy un billón de dólares en connivencia con los propios gobiernos y sin que se vislumbre un paso efectivo de verdadera solución. Las empresas financian, por un lado, los eventos sistémicos que proponen resolver los desfalcos y, a la par, garantizan la evasión, el desfalco y, con el paquete, el cobro revertido.
La espada que ha de cortar el nudo gordiano del sistema que acelera el tránsito a la destrucción, y la regresión de las marcadas diferencias sociales, está, como lo pensaran Marx, Engels, Lenin, Walter Benjamin, Gramsci y Mariátegui, entre muchos otros que habrá que rescatar con juicio revolucionario y un sentido profundo del momento histórico, en el comunismo. Y acaso, como lo deja ver Carlos Fernández Liria, en un comunismo que parta de aplicar el freno antisistémico a esa desmesurada revolución capitalista, no un comunismo que pretenda perpetuar las fórmulas de apropiación del producto y la riqueza. La regeneración del sistema capitalista se ha apoyado, una y otra vez, en apropiarse de los presupuestos de renovación que lo cuestionan, en suplantarlos en una norma de doble incidencia social: un espectáculo visible de atractivo estatuto revolucionario, y una esencia de férrea supeditación clasista que atrase el salto hacia la transición socialista.
Ojalá los reclamos de La Puerta del Sol, ya etiquetada como spanish revolution, no se disocien en esa espectacular apariencia revolucionaria, para que no terminen siendo víctima del mecanismo gordiano de la Democracia liberal electorera. Ojalá. Pero es difícil, para ser objetivamente honesto.
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