sábado, 3 de febrero de 2018

Comunicación. No es tan sencillo...

Supongamos el problema resuelto: un emisor y un receptor están de acuerdo en comunicarse. Disponen del canal adecuado, con medios para superar sus deficiencias, y un código compartido. El mensaje se emite y recibe correctamente, y la interpretación es inequívoca.



El esquema funciona perfectamente en algunos casos, cuando todos los elementos del contexto están claros para las dos partes. Espero la llegada de un viajero y recibo un telegrama:
"llegaré mañana en el AVE"
Aclaremos que la autenticidad y eficacia comprensiva del mensaje es independiente de su carácter de verdad o falsedad. Tal vez sea falso el emisor, o siendo auténtico quiera engañarme (¿podría tener un motivo para hacerlo?). Pero con independencia de ello, si el autor del mensaje sabe donde estoy y hay un único tren de alta velocidad que llegue aquí mañana, no hay más que una interpretación posible.

En los textos literarios no tiene sentido plantearse su carácter verdadero o falso, porque en su interpretación hay siempre dos momentos. Sabemos que se trata de un relato ficticio, pero lo aceptamos como si fuera real. Naturalmente, al recibirlo lo recreamos con imágenes que inevitablemente no coincidirán nunca con las del autor.

Consideremos este texto que toma como ejemplo Umberto Eco en El lector modelo (LECTOR IN FABULA, Barcelona, Lumen,1987):
"Juan entró en el cuarto. «¡Entonces, has vuelto!», exclamó María, radiante"
Aunque no conozcamos un contexto más amplio, que puede formar parte de una novela rosa o, menos probable, de una intriga policíaca, entendemos que hay dos personajes, una sorpresa y una relación afectiva. Es evidente que el lector actualiza el contenido a través de una compleja serie de movimientos cooperativos, activos y conscientes, que lo completan, añadiendo elementos "no dichos". 

En el texto literario el lector se entrega, o debe hacerlo, para colaborar con el escritor en la aceptación del relato. Sin embargo, ni siquiera lo más fácilmente compartido por ambos, el diccionario de los significados, es absolutamente idéntico. Menos todavía las experiencias y los valores.

Hallado el artículo en cuestión en estos apuntes, hago mi propio extracto de su extracto.



Umberto Eco

Leo en Umberto Eco que al texto que haya producido cualquier autor lo ‘actualiza’ el destinatario, el lector. Y añade que el texto debe ser actualizado sí o sí porque (¿siempre?) está incompleto. Y en ese sentido es el lector quien se postula como operador para, por decirlo así, abrir el diccionario a cada palabra que encuentra, ya que todo ‘mensaje’ postula una competencia gramatical por parte del destinatario/lector.
“Abrir el diccionario –continúa Eco- significa aceptar también una serie de postulados de significación: un término sigue estando esencialmente incompleto aún después de haber recibido una definición formulada a partir de un diccionario mínimo. Este diccionario nos dice que un bergantín es una nave, pero no desentraña otras propiedades semánticas de /nave/.”

“Esta cuestión se vincula, por un lado, con el carácter infinito de la interpretación.
(...)
Sin embargo, un texto se distingue de otros tipos de expresiones por su mayor complejidad. El motivo principal de esa complejidad es precisamente el hecho de que está plagado de elementos no dichos”

“No dicho" significa no manifiesto en la superficie, en el plano de la expresión: pero precisamente son esos elementos no dichos los que deben actualizarse en la etapa de la actualización del contenido. Para ello, un texto (con mayor fuerza que cualquier otro tipo de mensaje) requiere ciertos movimientos cooperativos, activos y conscientes, por parte del lector.”
(...)
“…el texto está plagado de espacios en blanco, de intersticios que hay que rellenar; quien lo emitió preveía que se los rellenaría y los dejó en blanco por dos razones. Ante todo, porque un texto es un mecanismo perezoso (o económico) que vive de la plusvalía de sentido que el destinatario introduce en él y sólo en casos de extrema pedantería, de extrema preocupación didáctica o de extrema represión el texto se complica con redundancias y especificaciones ulteriores (hasta el extremo de violar las reglas normales de conversación). En segundo lugar, porque, a medida que pasa de la función didáctica a la estética, un texto quiere dejar al lector la iniciativa interpretativa, aunque normalmente desea ser interpretado con un margen suficiente de univocidad. Un texto quiere que alguien lo ayude a funcionar.
Naturalmente, no intentamos elaborar aquí una tipología de los textos en función de su "pereza" o del grado de libertad que ofrece (libertad que en otra parte hemos definido como "apertura"). Pero debemos decir ya que un texto postula a su destinatario como condición indispensable no sólo de su propia capacidad comunicativa concreta, sino también de la propia potencialidad significativa.”

“(sin embargo existe una) …ley que puede formularse fácilmente mediante el lema: la competencia del destinatario no coincide necesariamente con la del emisor.” 
“Ya se ha criticado el modelo comunicativo vulgarizado por los primeros teóricos de la información: un Emisor, un Mensaje y un Destinatario, donde el Mensaje se genera y se interpreta sobre la base de un Código. Ahora sabemos que los códigos del destinatario pueden diferir, totalmente o en parte, de los códigos del emisor; que el código no es una entidad simple, sino a menudo un complejo sistema de sistemas de reglas; que el código lingüístico no es suficiente para comprender un mensaje lingüístico: /¿Fuma?/ /No/ es descodificable lingüísticamente como pregunta y respuesta acerca de los hábitos del destinatario de la pregunta; pero, en determinadas circunstancias de emisión, la respuesta connota "mala educación" sobre la base de un código que no es lingüístico, sino ceremonial: hubiese debido decirse /no, gracias/ . Así, pues, para "descodificar" un mensaje verbal se necesita, además de la competencia lingüística, una competencia circunstancial diversificada, una capacidad para poner en funcionamiento ciertas presuposiciones, para reprimir idiosincrasias, etcétera.”

“¿Qué garantiza la cooperación textual frente a estas posibilidades de interpretación más o menos "aberrantes"? En la comunicación cara a cara intervienen infinitas formas de reforzamiento extralingüístico (gesticular, ostensivo, etc.) e infinitos procedimientos de redundancia y feed back (retroalimentación) que se apuntalan mutuamente. Esto revela que nunca se da una comunicación meramente lingüística, sino una actividad semiótica en sentido amplio, en la que varios sistemas de signos se complementan entre sí. Pero ¿qué ocurre en el caso de un texto escrito, que el autor genera y después entrega a una variedad de actos de interpretación. como quien mete un mensaje en una botella y luego la arroja al mar?”

“Hemos dicho que el texto postula la cooperación del lector como condición de su actualización. Podemos mejorar esa formulación diciendo que un texto es un producto cuya suerte interpretativa debe formar parte de su propio mecanismo generativo: generar un texto significa aplicar una estrategia que incluye las previsiones de los movimientos del otro; como ocurre. por lo demás. en toda estrategia. En la estrategia militar (o ajedrecística. digamos: en toda estrategia de juego), el estratega se fabrica un modelo de adversario. Si hago este movimiento, arriesgaba Napoleón, Wellington debería reaccionar de tal manera. Si hago este movimiento. argumentaba Wellingon, Napoleón debería reaccionar de tal manera…”
(...)
“Para organizar su estrategia textual. un autor debe referirse a una serie de competencias (expresión más amplia que "conocimiento de los códigos") capaces de dar contenido a las expresiones que utiliza. Debe suponer que el conjunto de competencias a que se refiere es el mismo al que se refiere su lector. Por consiguiente, deberá prever un Lector Modelo capaz de cooperar en la actualización textual de la manera prevista por él y de moverse interpretativamente, igual que él se ha movido generativamente.”
(…)

“De manera que prever el correspondiente Lector Modelo no significa sólo "esperar" que éste exista, sino también mover el texto para construirlo. Un texto no sólo se apoya sobre una competencia: también contribuye a producirla.”
(…)

1 comentario:

  1. Efectivamente, los llamados medios de comunicación construyen al Lector Modelo y le proporciona su "propia" competencia. Si sustituimos a Wellington y a Napoleón por entidades abstractas, como Masas y Medios de Comunicación, el centro de gravedad (por así decir) de la relación entre ambas se desplaza a favor de los medios. Estos, no sólo tiene en cuentan el posible movimiento del otro (como hacen Wellington y Napoleón respectivamente), sino que lo determinan e imponen.

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