W. Shakespeare, The Merchant of Venice [1600].
La experiencia subjetiva del personaje teatral
In sooth, I know not why I am so sad.It wearies me: you say it wearies you,But how I caught it, found it, or came by it,What stuff’tis made of, whereof it is born,I am to learn;And such a want-wit sadness makes of meThat I have much ado to know myself[1].
[1] Cfr. W. Shakespeare, The Merchant of Venice [1608], en Stanley Wells and Gary Taylor (eds.), The Complete Works, Oxford, Clarendon Press, pág. 427; acto I, escena 1, vs. 1-7. Trad. esp. de Luis Astrana Marín, El mercader de Venecia, Madrid, Espasa-Calpe, 1940, pág. 15: “En verdad, ignoro por qué estoy tan triste. Me inquieta. Decís que a vosotros os inquieta también; pero cómo he adquirido esta tristeza, tropezado o encontrado con ella, de qué substancia se compone, de dónde proviene, es lo que no acierto a explicarme. Y me ha vuelto tan pobre de espíritu, que me cuesta gran trabajo reconocerme”.
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Buscar una explicación a los propios sentimientos, sobre todo si nos inquietan, y usar la introspección como el primer método para obtenerla son hechos comprobados por cada uno. Siendo el pensamiento discurso, convertirlo en texto es hacer literatura, que es una expresión elaborada del pensamiento y del sentimiento de un autor. Pero ese pensamiento que se refleja en el texto no es leído siempre como expresión de un sujeto. El que piensa puede resultar invisible, enmascarado como un narrador oculto que sólo habla de realidades exteriores a él.
Los diferentes géneros literarios son capaces de expresar experiencias interiores del sujeto. El autor de memorias las contará directamente. En la narración se desvelará lo que piensa o siente un personaje a través de un monólogo, de un diálogo con otros, de un narrador especulativo u omnisciente.
En el teatro, siendo mudo el autor, la expresión subjetiva procede siempre de un personaje. Casi siempre la conoceremos a través del mismo sujeto de la experiencia. Si ésta es íntima, el recurso convencional al aparte hace que el público oiga desde lejos lo que no oirá otro personaje cercano al hablante. Menos artificioso es que el autor recurra a un confidente al que el personaje cuente aquello que debe conocer necesariamente el público. Este recurso no solamente es más acorde con el modo real de actuar, sino que hace además más humano al personaje, que de ser un ocultador lleno de disimulo pasa a comportarse como alguien capaz de depositar su confianza en otros.
Este es precisamente el modo empleado por Shakespeare en el comienzo de esta obra. Desde este primer momento Antonio es tan cercano al público como a los propios amigos con los que habla.
Juan José Guirado
Junio de 2003
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