Horroroso...
Pero lúcido.
El primer paso, ser consciente.
El segundo, no caer en la desesperación.
El tercero, prepararse para luchar contra el monstruo.
Moloch |
Si la promesa del “pleno empleo” constituye una imposibilidad estructural en
este modo de producción, en las actuales condiciones (y no sólo en Europa) esta
imposibilidad consolida la realidad de la carencia expandida en cientos de
millones de personas, declaradas técnicamente prescindibles
La conclusión es drástica: desde la perspectiva del capital, esos millones de
vidas humanas carecen absolutamente de relevancia, tanto desde la
dimensión de la producción como del consumo. El “problema” queda restringido a
la gestión de esta masa marginal. Se trata de una ciudadanía de segunda mano,
cada vez más extendida, tratada en la práctica como «desecho humano» (por usar
los términos de Zygmun Bauman), esto es, como excedente que hay que reciclar
en cierta medida (2). Apenas somos suficientemente conscientes de lo
que supone construir el planeta como una poderosa y descontrolada fábrica de
residuos. La naturalización de una «cultura de los residuos» carece de
precedentes. Ante el “horroroso espectro de la desechabilidad” (3),
incluso quienes serán los próximos en la lista prefieren frecuentemente cerrar
los ojos o desviarse hacia un centro comercial, soñando con hacerse
«indispensables» a partir de unos «méritos» con fecha de caducidad
Desde una perspectiva sistémica, lo que cuenta no es ya la existencia misma
de esas vidas sino meramente su tratamiento: su gestión como residuos. Si
por un lado la falta absoluta de reciclaje podría conducir a riesgos más o menos
imprevisibles (terrorismo, criminalidad, trata de personas, etc.), la inversión
que supone el reciclaje (formación para el empleo, subsidios, ayudas a la
vivienda, programas de reinserción laboral, ayudas para la cooperación y el
codesarrollo, etc.), en la actual ecuación basada en el rendimiento, no
puede ser más elevada que el costo de desecharlos completamente. De modo
periódico, la economía política del reciclaje deberá decidir hasta qué medida
recicla
No hay ningún significado estable en ese cierta medida. Si el límite
de la social-democracia era la indigencia (reciclar para evitar la
miseria o pobreza extrema dentro de las fronteras nacionales), el neoliberalismo
no parece tener un límite intrínseco: las únicas razones para el reciclaje
residen en la gestión del riesgo, esto es, en regular la aparición de la
“amenaza terrorista”, el incremento de la “delincuencia” y la aparición de
“movimientos sociales” con potencial subversivo (identificados, en última
instancia, como una variante local del terrorismo global [4]).
En el contexto de la globalización capitalista, no es la evitación de
la muerte de millones lo que importa sino la gestión de un excedente de
supervivientes que hay que mantener bajo control. La constitución del
capitalismo en una máquina biopolítica fascista, ligada a regulaciones
culturales específicas, no es ninguna metáfora: cada día, por medios diferentes,
confina y elimina flujos humanos “técnicamente prescindibles”
(Las citas, en el enlace)
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