La realidad es compleja y, por lo tanto, dialéctica...
Por eso, decir que la ruptura del corsé monetario europeo sería una catástrofe, y en consecuencia repetir el "no hay alternativa", suponiendo que la salida sería peor que la permanencia, es muy discutible.
Porque la salida crearía nuevas situaciones, no estáticas, con consecuencias para todas las partes; y un nuevo equilibrio en que los perjudicados de hoy podrían tener oportunidades mañana, mientras que prolongar esta situación los aboca a la ruina a cámara lenta.
Salvador López Arnal reseña aquí la obra de Jean-Luc Mélenchon, "El arenque de Bismarck", editada por El Viejo Topo. Sobre la UE realmente existente, tan lejana del sueño que nos vendieron, y cuya mentira denunciaba hace ¡veinte años! Julio Anguita.
Esta es la recomendación final de la reseña:
Lo esencial: lean el panfleto de Mélenchon, no se lo pierdan, no les decepcionará (aunque no siempre coincidan con lo que defiende y con cómo lo defiende). Para evitar que, en poco tiempo, se nos atragante el arenque de Bismarck, de Merkel y de las grandes corporaciones con mando en plaza tipo Volswagen, las que mandan realmente en esta pseudodemocracia a la que solemos llamar UE. Si pensamos un momento en corporación estafa-contaminante y en sus alrededores, tomaremos consciencia (más si cabe) del inmenso lodazal en el que estamos inmersos.
Y añade al final una cita, la que motiva esta pincelada porque que me ha hecho pensar que "hay vida fuera del euro". Como bien dice el autor de la reseña, es "una interesante aproximación del filósofo gramciano Miguel Candel que viene muy a cuento":
“En efecto, aunque el autor no lo dice, es obvio que los euros redenominados, en el caso, por ejemplo, de España se devaluarían de entrada no menos de un 30-40% respecto al euro, digamos, alemán. Es otra manera de hacer la famosa quita. Por tanto, durante un tiempo habría que consumir "nacional" a tope, lo cual, dicho sea de paso, reactivaría sectores productivos nacionales que la orgía importadora de los últimos años ha reducido al mínimo. Pero hay otro punto muy importante, que el autor sólo menciona "en passant": el euro que seguiría funcionando en los países fieles a la Unión Monetaria ya no valdría lo mismo, pues dejaría de representar las economías de los países salientes. Eso sin contar los ataques especulativos que sufriría precisamente por esa pérdida de respaldo. Consecuencia: la devaluación inicial de las nuevas monedas nacionales seguramente tendería a corregirse a medio plazo. Y entre tanto los países salientes mejorarían apreciablemente su balanza comercial con el exterior gracias precisamente a la devaluación. En el peor de los casos, la volatilidad financiera europea resultante forzaría una negociación a fondo de la deuda en que Alemania y sus satélites no tendrían más remedio que bajarse los humos.
El dejar de lado el caso de Grecia, como hace el autor, se explica porque su estructura productiva se ha contraído tanto y, sobre todo, se ha permitido que la troika asuma el control de su política económica hasta tal punto que el país ha perdido prácticamente su soberanía y se ha convertido en un protectorado, como han dicho muchísimos analistas de dentro y fuera de Grecia. Y un servidor cree que ése es el destino que espera a otros países de la Europa meridional, como el nuestro, si no se rompe el cepo del euro. Mejor, por supuesto, romperlo entre varios. Pero tal como veo la cosa, creo que el único país que reúne hoy por hoy condiciones políticas para iniciar el proceso de desmontaje del euro es Francia. Los demás sureños seguimos presa del europapanatismo. Y, por supuesto, si Francia rompe, se acabó la Unión Monetaria. Allons, enfants...”
A la vista del callejón sin salida del euro, el mismo día del fracaso griego, me suscribí a esta página:
Dejo aquí las declaraciones que en su día hizo un Anguita (que, como yo mismo, era mucho más joven).
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