Pocas personas como Nazanín Armanian pueden ofrecernos puntos de vista diferentes a los habituales en nuestros medios tan mal mediatizados. Esta analista política, como traductora del persa y el darí, accede a fuentes inalcanzables para nosotros, y como miembro del Grupo de Pensamiento Laico puede analizar sin prejuicios este mundo en que las guerras de religión encubren tantas luchas de intereses.
De ahí el interés de su análisis del pasado para explicar el presente cuando un elefantástico presidente lo pone todo patas arriba.
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El presidente estadounidense Donald Trump se reúne con el presidente de Ucrania, Volodmir Zelenski, en la Oficina Oval de la Casa Blanca, a 28 de febrero de 2025. DPA vía Europa Press |
¿Qué es lo que quiere Trump de Putin jugando a la ruleta rusa con Ucrania?
Mientras unos acusan a Donald Trump de sentir simpatía por Rusia y la hemeroteca revela que en su primer mandato adoptó unas 50 medidas políticas contra este país, otros hablan de una “nueva Yalta” (de cuando EEUU y la URSS se repartieron Europa en esferas de influencia en 1945), sin tener en cuenta que Washington hoy haría tal acuerdo con China, que no con Rusia. Pocos recuerdan que en junio de 2024, Italia, Alemania y Reino Unido impidieron que Kiev aceptara las dos condiciones de Moscú para poner fin a al guerra: que Ucrania no ingresara en la OTAN y que sus tropas se retirasen de las cuatro regiones anexionadas por el Kremlin. Ahora pide más porque ha derrotado a Ucrania a pesar de las ingentes ayudas militares y financieras recibidas de EEUU y la UE.
Los debates superficiales sobre la actitud chulesca de Trump hacia Zelenski, preparada y televisada a propósito, impiden justo lo que el presidente de EEUU quiere que se sepa, y que ha puesto nervioso a más de uno, haciendo cábalas.
¿Ucrania para Rusia, Irán para EEUU?
“A cambio de Ucrania, Rusia dejará las manos libres a EEUU en Irán”, advierte el editorial del diario República Islámica, portavoz del Caudillo Ali Jamenei, después de cargar duramente contra los que llama rusófilos del régimen por arrastrar a Irán a la guerra de Ucrania al vender drones a Rusia, y acusa a su vecino del norte de traicionar a Bashar al Asad, Hezbolá, Hamas y al propio Irán (por no impedir los bombardeos de Israel sobre los sitios militares en Irán y sus posiciones en Siria). La facción pro-occidental de la teocracia propone negociaciones directas con EEUU (¡como si no lo hubiera hecho hasta hoy a espaldas del pueblo e incluso de su propio parlamento!), eliminando no sólo a Rusia y China de las negociaciones nucleares, sino también a la Troika europea (por inútil) con el fin de salvarse de un ataque definitivo de Israel.
Por lo que deben estar intranquilos es por una nueva ronda de masivas protestas populares que se está gestando contra el capitalismo totalitario-religioso, y no por un canje Irán-Ucrania entre Trump y Putin. Los tiros no van por allí, ni siquiera se trata de Ucrania, ni tampoco de “abandonar Europa”.
Trump hace de Nixon, pero Putin no es Mao
“EEUU está dando prioridad a la disuasión de una guerra con China en el Pacífico”, anuncia el secretario de Defensa de Trump, Pete Hegseth, que añade que su país “no puede centrarse principalmente en la seguridad en Europa cuando debe priorizar la disuasión de la guerra con China”.
Entonces, ¿pretende Trump una alianza con Rusia contra China? En 1972, Henry Kissinger y Richard Nixon, a cambio de ventajas económicas, consiguieron una alianza con la República Popular de China (RPC) contra la Unión Soviética, cambiando el equilibrio de fuerzas en favor del capitalismo global liderado por EEUU. La tesis anticientífica maoísta, de que la URSS era un “imperialismo ascendente” y por ende era más peligrosa para la clase trabajadora mundial que un EEUU decadente y “tigre de papel”, justificó tal despropósito. Entonces, los objetivos de Nixon eran tres: debilitar a la URSS, introducirse en el mercado chino, e influir a través del líder carismático de RPC sobre los grupos maoístas del mundo. Los consiguió debido a que las relaciones sino-soviéticas estaban rotas, mientras hoy Rusia y China comparten amplios intereses tácticos y estratégicos.
La URSS fue desmantelada, y EEUU perdió su apuesta por China: el país de Confucio, Sun Tzu y Mao desafía en solitario el dominio global de EEUU, convirtiéndose en la principal preocupación del establishment de EEUU. Las medidas tomadas por diferentes inquilinos de la Casa Blanca para revertir la situación, han fracasado. Barak Obama, por ejemplo, lanzó la doctrina de Regreso a Asia, al darse cuenta de cómo Moscú y Pekín habían aprovechado las guerras “inútiles” de los Bush en Oriente Próximo, y uniendo fuerzas habían puesto fin a una década de hegemonía absoluta de EEUU. Sin embargo, cometió un error: pretendió lanzar una ofensiva simultánea contra China y Rusia (montando el Maydan en 2014 en Kiev, bajo la supervisión de Victoria Nuland), y además, se topó con un tal Benjamín Netanyahu que se rió de su plan de retirar las tropas de Oriente Próximo para ir a cercar a China: “tu te quedas y aquí mando yo", le dijo a la cara. Luego, Joe Biden pensó que era una genial idea desmantelar la Federación Rusa para dejar solos a los chinos y rodear militarmente su tierra. Tampoco funcionó.
Ahora viene un magnate que fracasó en los negocios a aplicar su falta de inteligencia al mundo de la política, enfrentándose a nada menos que el Partido Comunista de China, que en pocos años ha convertido un país tercermundista de 1.300 millones de almas no sólo en la principal potencia comercial mundial, sino en un modelo de desarrollo social y económico funcional y único, capaz de hacer milagros como reconoce el Banco Mundial: sacar de la pobreza a 800 millones de personas, desde los años 80, en vez de ir sepultando a millones de civiles bajos sus bombas.
Putin, que dirige una economía de mercado nacionalista y con la venia de Dios, lleva doce años construyendo una alineación estratégica “sin límites” con China, que ha aportado enormes beneficios para ambas ¿sacrificará esta alianza por cuatro años de promesas de un timador profesional como Trump?
¿Qué pide Putin y qué le ofrece Trump?
Las demandas de Rusia para "normalizar las relaciones" con EEUU podrán ser:
--La renuncia a la membresía de Ucrania en la OTAN, desmilitarizarla, declarar su neutralidad, y dejar de utilizar su suelo como plataforma para atacar a Rusia.
--El reconocimiento de las nuevas “realidades geopolíticas”, de que las cuatro provincias ucranianas anexionadas a Rusia ya son territorio ruso.
--La retirada de la OTAN de las líneas de 1997, antes de que Washington traicionara su promesa de no sembrar de bases militares los países del antiguo pacto de Varsovia, afirma el Financial Times.
--La prohibición del despliegue de armas ofensivas en las fronteras de Rusia.
--La desnazificación de Ucrania; apartar al régimen de Zelensky, y convocar elecciones presidenciales con garantías.
Si la exigencia de EEUU como superpotencia en apuros a Rusia es que rompa su alianza estratégica con China, el ruego de Trump a la persona de Putin es que ponga fin a la guerra, para darle el glorioso momento de recibir le Premio Nobel de la Paz, el mismo que se otorgó a Obama, el presidente con siete brutales guerras a sus espaldas, y cientos de miles de cadáveres en su armario.
A cambio, el jefe de la Casa Blanca le ofrecería a su homólogo ruso:
--La soberanía sobre la Ucrania Oriental. Dominar Ucrania ha sido uno de los principales objetivos de EEUU. Ya en 1989, Zbigniew Brzezinski, asesor de Seguridad Nacional de Jimmy Carter, elaboró unos estatutos para una Ucrania independiente de la URSS. Años después, Washington tenía tres planes para este estado:
Plan A: Instalar un gobierno anti-ruso en Kiev.
Plan B: Si el futuro régimen no fuese amigo, convertiría a Ucrania en un país débil, inestable y subordinado para que hiciera de Estado tapón entre Rusia y Occidente; y
Plan C: La “Yugoslavizacion” de Ucrania, con imaginarias líneas divisorias étnico-lingüísticas (ruso/ucraniana) y religiosa (ortodoxa-católica), como apuntó en 1996 Samuel Huntington, basándose en el supuesto “choque de civilización entre los ucranianos orientales y los occidentales”.
--Levantar las sanciones impuestas por atacar Ucrania.
--Visitar Rusia (incluso antes que a China), como si los rusos estuvieran ansiosos por verle en persona. El último presidente de EEUU que pisó el suelo ruso fue George W. Bush en 2008.
A por China y a toda máquina
Que los almacenes del Pentágono se hayan quedado vacíos de armas, en el negocio de las guerras de Ucrania e Israel, es buena noticia para China, aunque no puede dormirse en los laureles. Trump acaba de recuperar la base North Field, en la isla de Tinian, utilizada por los B-29 en el Pacífico Occidental para bombardear Hiroshima y Nagasaki.
Otra novedad es que, EEUU de Trump ha impuesto un reparto de tareas a sus aliados. Los socios de la OTAN se encargarán de África y de Europa (el gobierno alemán, según The Wall Street Journal, conocía la implicación de Zelenski en la voladura de los gaseoductos North Stream, que perjudicó gravemente a Alemania, y sólo beneficio a EEUU), Israel de Oriente Próximo (acaba de enviarle a Netanyahu la bomba no nuclear más grande y pesado del mundo, para desmantelar las instalaciones militares de Irán), mientras EEUU se volcará con el gigante asiático.
En un callejón sin salida
A Rusia no le sale a cuenta perder las amplias y profundas relaciones estratégicas con una China fiable y seria, para agarrarse a las palabras de un régimen de extremaderecha, de personajes sacados de tenebrosos sótanos y o de los dibujos animados, que además y en el mejor de los casos, estarían en el gobierno sólo cuatro años. China ha ocupado el lugar de Europa (que se encuentra en la recesión económica), como socio comercial de Rusia, potencia que a pesar de la guerra y las sanciones tuvo un crecimiento de 4,1 en 2024.
Tampoco EEUU desotanizará la Europa Oriental, desde donde sus misiles apuntan precisamente a Rusia.
Parece que, las condiciones de ambas partes son irrealizables, en estos momentos. La pregunta es ¿y ahora, qué pasará?
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