Con ecos de Jacques Monod, José María Alfaya, en el último número de Mundo Obrero, escribe con la afilada punta de su cálamo "contra el azar y la banalidad". El azar lo representan los felizmente frustrados juegos de Eurovegas; la banalidad, el pantano cultural en que chapoteamos penosamente.
Pero el motivo de esta pincelada es la cita que encabeza su escrito, clarísima delimitación del concepto de hegemonía, que en estos tiempos de azarosa banalidad (des)informativa se hace imprescindible, llamando a una dura lucha ideológica que nunca se debe dar por perdida.
Solamente se logrará la hegemonía, necesaria para esos grandes cambios ya imprescindibles, si hacemos llegar a la mayoría ideas que en el fondo son muy sencillas y fáciles de entender. La primera, el propio concepto de hegemonía.
Solamente se logrará la hegemonía, necesaria para esos grandes cambios ya imprescindibles, si hacemos llegar a la mayoría ideas que en el fondo son muy sencillas y fáciles de entender. La primera, el propio concepto de hegemonía.
 "El poder
 de las clases dominantes sobre el proletariado y todas las clases 
sometidas en el modo de producción capitalista, no está dado simplemente
 por el control de los aparatos represivos del Estado, pues si así lo 
fuera dicho poder sería relativamente fácil de derrocar (bastaría 
oponerle una fuerza armada equivalente o superior que trabajara para el 
proletariado); dicho poder está dado fundamentalmente por la "hegemonía"
 cultural que las clases dominantes logran ejercer sobre las clases 
sometidas, a través del control del sistema educativo, de las instituciones religiosas y de los medios de comunicación.
 A través de estos medios, las clases dominantes "educan" a los 
dominados para que estos vivan su sometimiento y la supremacía de las 
primeras como algo natural y conveniente, inhibiendo así su 
potencialidad revolucionaria.
 Así, por ejemplo, en nombre de la "nación" o de la "patria", las clases
 dominantes generan en el pueblo el sentimiento de identidad con 
aquellas, de unión sagrada con los explotadores, en contra de un enemigo
 exterior y en favor de un supuesto "destino nacional". Se conforma así 
un "bloque hegemónico" que amalgama a todas las clases sociales en torno
 a un proyecto burgués."
Antonio Gramsci 
 
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