lunes, 7 de marzo de 2016

El inestable precio del petróleo


Antonio Turiel habla de la necesidad de regular los precios (¿pero quién lo hará?). Queda claro, para quien quiera verlo, que el mercado no es aquí el regulador idóneo. Es algo que funciona para un puesto de verduras, con una demanda flexible que se adapta al precio y una oferta algo más rígida, porque ya se ha producido la fresa o la alcachofa y los productos perecederos caducan. En todo caso, el productor avisado adaptará su huerto para no verse en pérdidas el año siguiente.

No ocurre esto con el petróleo, porque ni la oferta ni la demanda son en absoluto elásticas. Del lado de la oferta, hay el que hay y queda el que queda, y aunque hasta cierto punto se puede regular la producción de los pozos en funcionamiento, no es tan fácil abrir nuevas explotaciones que requieren estudios costosos y lentos, cuantiosas inversiones que no pueden hacerse a la ligera porque llevarán a la ruina a las empresas si caen los precios. La innovación técnica, con independencia de los daños colaterales que pueda producir, tampoco se improvisa. Así que la oferta sólo puede modificarse lentamente, y sobre todo no puede aumentar a voluntad de un día para otro, cuando además se anuncia la escasez futura.

Menos elástica aún es la demanda. Los altos precios solamente pueden reducirla de forma limitada, porque hay consumos ineludibles y continuados. Entonces, cualquier evento que reduzca la producción hará subir los precios. Si los especuladores regulan la oferta a su manera, almacenando petróleo, en algún momento le darán salida. A un mercado instantáneo no pueden responder adecuadamente ni los productores ni los consumidores. De ahí la incertidumbre que desincentiva la exploración.

Además, se produce un conflicto entre los que aun extraen petróleo barato y los que ensayan nuevas tecnologías, mucho más caras. Si el precio es caro, estos innovadores podrán competir con los primeros, que perderán cuota de mercado. Si responden con el dumping, arruinan a un tiempo su futuro y el de la innovación. A la larga esto no es malo, por tratarse de tecnologías muy contaminantes y destructivas, pero impide una transición ordenada a una sociedad de baja energía.

El principio de la libre competencia de los mercados capitalistas, con cambios instantáneos e impredecibles de los precios, contrasta funestamente con la inercia de la escala en que puede planificarse la producción.

Copio únicamente el principio y el final del artículo. La curva de Hubbert que lo cierra esquematiza cómo una caída espasmódica de la producción causa un estrés insoportable, porque obliga periódicamente a iniciar una cuesta arriba a contracorriente, mientras los recursos energéticos van cuesta abajo.



Queridos lectores,

Uno de los problemas asociados a la alta volatilidad de los precios del petróleo, como discutíamos en el post anterior, es el cortoplacismo con el que se gestiona la inversión en nueva producción, lo cual resulta extraordinariamente peligroso en un momento en el que las fuentes de hidrocarburos líquidos restantes son mucho más caras de explotar (tanto económica como energéticamente) que las que se han explotado históricamente. Precisamente en un momento en el que se tendría que garantizar una inversión más estable en la producción de petróleo, simplemente para compensar la caída natural de los campos más maduros, es cuando se están haciendo los recortes más drásticos, pues los nuevos proyectos son comparativamente más caros y menos rentables. La razón, por supuesto, es que los bajos precios del petróleo actuales hacen que tal inversión sea todavía más ruinosa de lo que lo ha sido estos últimos años. La interpretación economicista clásica (los precios están bajos porque hay exceso de oferta ergo se ha de reducir la oferta) ignora que lo que en realidad ha caído es la demanda porque los precios llevaban bastante altos desde 2011; también, que la caída de la oferta será tan abrupta que pasará por debajo de la demanda y disparará los precios, lo que acabará causando una nueva destrucción de demanda que volverá a hundir los precios y así sucesivamente. Es cuestión de tiempo (esencialmente, de que se sufran varios vaivenes dentro de la espiral de destrucción de oferta - destrucción de demanda en el que ya estamos inmersos) que los líderes políticos y económicos se den cuenta de que no controlar este proceso lo único que hace es agudizar el fenómeno del peak oil, llevando a un descenso más rápido de la energía disponible que el que se debería seguir por razones meramente técnicas y geológicas. Y por ello mismo, en algún momento se decidirán a tomar medidas para contener la caída precipitada.

(...)

Con una política de precio regulado del petróleo o estrategia semejante podríamos conseguir que la explotación de lo que nos queda de petróleo sea lo más eficiente posible. Lo cual, básicamente, significa seguir la curva de Hubbert, es decir, un descenso energético relativamente rápido durante las próximas décadas. El problema es que de no hacerlo así los ciclos de volatilidad y la espiral de destrucción oferta-demanda que conlleva conseguirán que la explotación sea mucho más ineficiente; el gráfico que sigue muestra cómo podría ser la producción esperable durante las próximas décadas (el 0 representaría el momento presente, el peak oil) de acuerdo con Hubbert (línea roja) y cómo podría evolucionar en un cierto escenario de volatilidad (línea verde).


Seguir la curva de Hubbert sin duda es una mala trayectoria. El problema es que la alternativa es peor. Un sistema de precios regulados sólo puede ayudar a pilotar una realidad que, se quiera como se quiera, no va a ser fácil. Y si se va a hacer este esfuerzo, lo conveniente sería que sirviera para poner en pie algo que nos vaya a ser útil después. 

Salu2,
AMT

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