El lenguaje matemático, y en este caso su representación gráfica, funciona, como todos los lenguajes, a base de conceptos que son abstracciones. Dentro de esas abstracciones son fundamentales las oposiciones. Los pares de opuestos y su interacción dialéctica están en la base del pensamiento. Toda la realidad la interpretamos a través de conceptos más o menos adecuados a ella. La práctica es la que va modulando y corrigiendo esa adecuación.
El concepto básico de la teoría de conjuntos es la pertenencia. Un elemento puede estar o no incluido en un conjunto. Puede pertenecer a varios conjuntos o a ninguno de los considerados. Las múltiples relaciones que la pertenencia compartida establece se corresponden, en el lenguaje hablado, con el uso de las conjunciones y, o, ni. Con tan simples elementos se conjuga una enorme complejidad.
A su vez, los conjuntos también pueden estar total o parcialmente incluidos en otros conjuntos. Estas posibilidades se recogen en los diagramas que siguen.
En ellos se ha considerado un conjunto de conjuntos, incluidos todos en otro más amplio, que consideramos universal. Algunos de ellos (A y B) comparten elementos, aunque tienen otros no compartidos. En otro (C) todos sus elementos lo son también de B, mientras que este último tiene otros que no son de C. Hay también un conjunto (D) que no comparte elementos con ningún otro; salvo, naturalmente, con el conjunto universal.
El planeta como gran ecosistema y todas las sociedades que lo componen, incluida la humana, están constituidas por individuos y conjuntos de individuos. Un inmenso conjunto de conjuntos, y en ellos se dan uniones, intersecciones... y diferencias.
Los individuos se agrupan, de grado o por fuerza, en comunidades que no eligen (como los Estados y hasta cierto punto las religiones) o por afinidades electivas (ideologías, partidos políticos, equipos de fútbol...). Es muy difícil distinguir las pertenencias voluntarias de las coactivas. Muchas de estas son asumidas voluntariamente.
En todo caso, podemos establecer un enorme conjunto de conjuntos a los que pertenece cada individuo. No entraré a considerar las consecuencias prácticas (que las hay) que tiene la compatibilidad o no entre los miembros de estos conjuntos. Lo cierto es que algunos individuos de un conjunto consideran incompatible la pertenencia a otro, mientras que otros lo compatibilizan perfectamente.
Presento a continuación algunos diagramas que ejemplifican las situaciones diversas que estudia la teoría. Seguramente, sobre la marcha, se os ocurrirán ejemplos políticos y sociales de aplicación.
La diferencia A−B de la primera imagen es un conjunto que incluye a todos los elementos del conjunto A, exceptuando a los que también pertenecen a B. En la siguiente imagen, la unión AUB incluye a todos los elementos de uno y otro conjunto, también a los que pertenecen a ambos a la vez, y sin excluir a los del subconjunto C. Tercera imagen: B' es el conjunto complementario de B; todos los elementos del universo considerado pertenecen a él salvo los del conjunto excluido.
En la fila inferior, D∩C es la intersección de ambos conjuntos. Contiene a los que pertenecen a la vez a los dos, pero como no existen elementos comunes esa intersección no tiene elementos y decimos que se trata del conjunto vacío, porque pertenecer a uno es incompatible con participar del otro. Otro caso de diferencia es el que sigue, B−C. Aquí los miembros de un conjunto expulsan de su seno a todo un conjunto perteneciente a él. Por último, A−D es otro caso de diferencia que no tiene consecuencia alguna, porque D es un conjunto totalmente ajeno a A, y no hay nadie a quien expulsar.
Observamos que la unión es inclusiva, la intersección exigente y la diferencia excluyente. El complementario, realmente, no es más que una exclusión universal.
En las agrupaciones humanas (hablaré de grupos sin dar al término el estricto sentido matemático) sean estas forzadas o elegidas, pueden darse las tres situaciones. Cuando las pertenencias se articulan en torno a sentimientos, pueden ser los individuos y los grupos más o menos inclusivos, excluyentes o exigentes.
Las encuestas que tratan de clasificar a los habitantes de Cataluña (podría escribir Catalunya, pero espero que no me excluyáis por una cosa o la otra), según se sienten sólo españoles ("y mucho españoles", perdón por el chiste si os ofende y me excluís nuevamente), se consideran sólo catalanes, ambas cosas por igual o más una que otra, muestran como de hecho un individuo puede constituirse en miembro de un grupo más o menos inclusivo o excluyente. Y hay casos en que lo fructífero es la intersección "exigente", cuando podemos exigir que se cumplan todos los requisitos para pertenecer al grupo. Así, un grupo humanista, que exija el cumplimiento de los derechos de las personas, solamente debería incluir a quien sea respetuoso con todos a la vez.
Ejemplos no faltan en otros casos, como la articulación del feminismo en torno a ideas como la identificación (o no) del género gramatical con el género en el moderno sentido sexual. ¿Se puede batallar por convertir el femenino en género no marcado, como ese nosotras que incluye a varones? Pues ya es un modo de establecer diferencias.
Las diferencias existen. Lo importante es manejarlas con criterio inclusivo y no excluyente. Y sobre todo jerarquizarlas para ver cuáles son las importantes, las que marcan el territorio en que queremos movernos y aquel que no deberíamos pisar.
Este artículo de Pascual Serrano, aparecido en el número 317 de Mundo Obrero, del presente mes de junio, me ha parecido relevante para evitar caer en la trampa de la diferencia excluyente, sin obviar la unión inclusiva y la intersección exigente.
Parece que más que buscar tus iguales para sumar fuerzas, intentamos buscar nuestra diferencia para afirmarnos.
Cuando los independentistas catalanes convocaron una butifarrada festiva para reivindicar su lucha, un sector independentista vegano protestó al tratarse de una comida con carne que no contemplaba su dieta. Cuando la actriz Leticia Dolera calificó de “campo de nabos muy feminista” la gala de los Goya por la abrumadora presencia masculina, las mujeres transgénero protestaron al sentirse aludidas porque ellas tienen pene. Cuando el periodista Antonio Maestre usó el titular “Mierda animal sobre los restos de las víctimas” para denunciar que en un pueblo de Granada habían instalado un establo de ganado sobre las fosas que podrían albergar más de 2.000 represaliados por el franquismo, algunos lectores le acusaron de “especista”, es decir, de discriminación de los animales por considerarlos especies inferiores.
No se trata de no respetar a todos esos grupos, pero iba siendo hora de que alguien plantease si, quizás, la diversidad se está convirtiendo en una competición de protagonismo en detrimento de luchas y causas que deberían ser más unitarias. Y la persona lúcida y valiente que lo ha hecho es Daniel Bernabé en su libro recién publicado La trampa de la diversidad (Akal).
En inglés, unequal quiere decir desigual. Los hombres y mujeres que luchaban por una sociedad más justa combatían la desigualdad. El nuevo giro que denuncia Daniel Bernabé, es que unequal también significa diferente. Ahora se reafirma y reivindica la diferencia sin percibir que, tras ella, podemos estar defendiendo lo que siempre combatimos: la desigualdad, unequal.
El neoliberalismo ha estado décadas reivindicando el derecho a la diferencia y a la individualidad, frente a lo que ellos llamaban la uniformidad colectivista y socialista, que tanto rechazaban. En cambio, la izquierda entendía que frente a la individualidad, la desigualdad, la diferencia, había que esgrimir la lucha colectiva (o nos salvamos todos o no se salva ni Dios), que la unidad nos hace fuertes, que nadie se debe quedar atrás, que queremos derechos para todos, que los convenios laborales son colectivos y no contratos individuales.
Pero en los tiempos actuales parece que más que buscar tus iguales para sumar fuerzas, intentamos buscar nuestra diferencia para afirmarnos según lo que comemos, lo que deseamos sexualmente, a quien rezamos, con lo que nos divertimos, cómo nos vestimos. Somos veganos, budistas, pansexuales, naturistas, friganos, antinatalistas... No se trata de no respetar esos estilos de vida, bien claro lo deja Bernabé, sino de advertir de la simbiosis entre esas competencias en el mercado de la diversidad y el neoliberalismo. Todo ello a costa de abandonar nuestro sentimiento de clase y, por tanto, las luchas colectivas que pasan a un segundo plano para ser absorbidas por esas identidades.
Hoy, la clase media, en realidad la mayoría de las clases, ansía por diferenciarse del resto, reafirmándose en su identidad. Nada mejor para ello que una oportuna oferta de diversidades, inocuas para el capitalismo, individualistas y competitivas entre ellas buscando la presencia en los medios, el reconocimiento de los políticos y la significación social. Como señala Bernabé, los ciudadanos reniegan de participar en organizaciones de masas donde su exquisita especificidad se funde con miles para luchar por un programa electoral global, “temen perder su preciada identidad específica, que creen única”. El mercado de la diversidad y su aparato ideológico les ha hecho creer que son tan exclusivos, tan singulares que no pueden soportar la uniformidad de una disciplina unitaria de lucha social por un objetivo global.
Vale la pena pararse a pensar si la diversidad es una trampa que tiene como objeto desmovilizarnos, o mejor dicho, movilizarnos con humo, a la izquierda y la clase trabajadora. Mejor lean a Daniel Bernabé, él lo explica mejor que yo.
¿Y cómo se siembra esta uniforme plétora de diversidades que fomentan la exclusión de los que quedan fuera de las exclusivas capillas en que nos sentimos divinos? Las "redes sociales" son un poderoso instrumento. Nos comunican, pero nos atrapan. Los algoritmos que nos "facilitan" en ellas el contacto con nuestros semejantes, entre los que nos encontramos muy a gusto, nos segmentan en grupos más o menos homogéneos, pero que tienden a aislarse entre sí. Reforzamos nuestro modo de pensar, sin reparar en que convierte la sociedad en un conjunto de grumos inoperantes.
Lo explica muy bien Manuel Castells en estos apuntes que hallo en este otro blog. La red comunica, pero atrapa.
Manuel Castells
“Aunque sus efectos sobre las opciones políticas es muy diverso, en las sociedades avanzadas, la política y los políticos que no aparecen en televisión no tienen ninguna posibilidad de obtener el apoyo público, ya que las mentes de la gente se informan sobre todo por los medios de comunicación, y el más importante de ellos es la televisión.”
“Su impacto social funciona en el modo binario: ser o no ser. Una vez que un mensaje sale en la televisión, puede ser cambiado, transformado o incluso trastrocado. Pero en una sociedad organizada en torno a los medios de comunicación de masas, la existencia de mensajes que están fuera de ellos se restringe a las redes interpersonales, con lo que desaparecen de la mente colectiva. Sin embargo, el precio que se paga porque un mensaje salga en televisión no es dinero o poder solamente. Es aceptar mezclarse en un texto multisemántico, cuya sintaxis es tremendamente laxa. Así pues, información y entretenimiento, educación y propaganda, relajación e hipnosis se mezclan en el lenguaje televisivo.”
“Esta normalización de los mensajes (recepcionados en los hogares familiares), donde las imágenes atroces de la guerra real pueden ser casi absorbidas como parte de las películas de acción, sí tiene un impacto fundamental: la nivelación de todo contenido dentro del marco de imágenes de cada persona. Así pues, como son el tejido simbólico de nuestra vida, los medios de comunicación tienden a funcionar sobre la conciencia y la conducta, como la experiencia real obra sobre los sueños, proporcionando la materia prima con la que funciona nuestro cerebro.”
“Según la UNESCO, en 1992 había más de 1.000 millones de aparatos de televisión en el mundo (el 35% de los cuales estaban en Europa; el 32%, en Asia; el 20%, en Norteamérica; el 8%, en América Latina; el 4%, en Oriente Medio, y un 1%, en Africa).”
“Youichi Ito, al analizar la evolución de los medios de comunicación en Japón, también ha llegado a la conclusión de que hay una evolución de una sociedad de masas a una «sociedad segmentada», como resultado de las nuevas tecnologías de la comunicación que se centran en la información diversificada y especializada, de tal modo que la audiencia se fragmenta cada vez más por las ideologías, los valores, los gustos y los estilos de vida ”
(…)
La transcripción de la conferencia "El pluralismo cultural es una mentira", de Agustín García Calvo, y de la cual extraigo la siguiente cita, guarda relación, a mi juicio, con cuanto aquí se expone.
ResponderEliminar"Puede haber unas cuantas culturas, pero de verdad no hay más que una: no hay más que una, que es ésta. Hay muchas maneras de comprobar la exactitud de esto, por ejemplo: la realidad está fundada esencialmente en el tiempo, en el manejo de un tiempo computado. Bueno, pues ya sabéis que la manera de contar este tiempo se ajusta en todo el globo al cómputo de los años y siglos a partir del nacimiento de Cristo, y esto desde Tokio pasando por los papúes y los bantúes hasta llegar acá de vuelta. El final del año y el comienzo de otro se celebra en todos los sitios del globo de la misma manera, es decir, según lo que está mandado desde aquí. La institución de la semana (esta institución fundada lejanamente en la creación del mundo por Jehová en el seno de este mundo) es igualmente común, incontestable en cualquier parte donde se presente".
https://arrezafe.blogspot.com/2015/05/el-pluralismo-cultural-es-una-mentira.html