domingo, 17 de mayo de 2020

¡Venga, un abrazo, Juan!

No sabemos por cuanto tiempo dejaremos de abrazarnos físicamente, pero abrazarse es y será símbolo eterno de fraternidad.

El abrazo llevó a Genovés a los calabozos de la Puerta del Sol. Fue un encargo "de un día para otro" de la Junta Democrática lo que convirtió el cuadro en cartel por la amnistía. El entusiasmo de los personajes no se refleja en sus caras, que la clandestinidad obliga a ocultar. Lo refleja mejor el salto compartido que unos rostros que no vemos.

A diferencia de El Cuarto Estado de Pellizza da Volpedo que popularizó Novecento, el grupo solidario no viene hacia nosotros. Somos nosotros los que querríamos unirnos a ellos, correr hacia ellos, saltar con ellos.






El día 6 se nos murió Urza, el 15 Genovés, dos artistas a los que admiro. Inmediatamente es Julio el que se marcha. En tan pocos días se van tres camaradas.

A mi pesar este blog puede convertirse en un obituario, pero no he podido sustraerme a recordar también a Genovés, luego de que otro pintor amigo, Miguel Lubiáns, publicara esta enternecedora foto:







El gran protagonista de la obra de Genovés es la multitud. Pero pone buen cuidado en que jamás niegue al individuo. No se trata de "la masa" indiferenciada. Aunque nos una un propósito común cada uno es una persona irrepetible.

Sobre esa falsa dicotomía habla desde la dialéctica Francisco Umpiérrez:
La determinación social del individuo no niega al individuo ni su desarrollo individual, sino todo lo contrario: hace que el individuo adquiera más desarrollo y autonomía. La ideología burguesa invierte esta relación, de manera que en vez de plantear que el individuo debe agradecer a la sociedad su desarrollo y éxito individuales, presenta las cosas como si fuera la sociedad quien tuviera que agradecer al individuo su desarrollo. La diferencia entre liberalismo y socialismo no estriba en que el primero defienda al individuo y el segundo a la sociedad, sino en la forma que conciben las relaciones entre el individuo y la sociedad.
Dice Javier López:
Sin embargo, hasta el más pequeño de sus personajes, como hormigas a veces, “personajillos” en palabras del propio Genovés, como polvo de estrellas en un infinito y gigantesco universo, es diferente, distinto, único, diferenciado por la mano de Genovés.
Y Alfonso Roldán lo reafirma:
Pero Genovés fue mucho más que “El Abrazo”. Su genialidad son sus multitudes. Enormes murales en las que el artista -incansable trabajador- pintaba persona a persona porque consideraba que cada individuo conformaba una multitud. 
“Pero sin mogollón de gente junta”, explicaba.


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