domingo, 3 de mayo de 2020

De virus y falacias

Si no fuera por la rabiosa actualidad (literal y metafórica) de un virus biológico, lo primero que nos evocaría la palabra serían, por temidos, los virus informáticos. Lo que ambos tienen en común lo vimos aquí: que existen para reproducirse y que necesitan para ello habitar en un huésped que los multiplique y expanda. Tanto en el sentido estrictamente "vírico" como en el simbólico "viral", solemos considerar que el virus es dañino.

Pero estrictamente hablando no todo lo que se extiende viralmente ha de ser dañino. Este comportamiento, aplicado a las ideas, puede ser lo mismo "bueno" que "malo". Y a veces, ambiguamente, tanto útil como nocivo. Pero toda transmisión de conocimiento se hace con la esperanza de que los receptores la multipliquen.

La diferencia entre los virus biológicos naturales y los creados por el hombre, sean o no biológicos, está en la intención "buena" o "mala" con que estos se crean y expanden. Y aun este criterio moral es muy variable. Para eso están las escalas de valores de cada cultura.

Por su propia naturaleza, un virus es siempre social. Pone en relación a los infectados, potenciales o reales. Su transmisión la frena la inmunidad adquirida frente a él. Todo grupo humano expuesto puede poseer, o no, anticuerpos que limiten sus efectos. Por eso le es muy difícil penetrar en quienes de entrada no lo aceptan.

Los virus políticos se propagan dentro de quienes comparten afinidades, difícilmente penetran en los que tienen anticuerpos. Esto es patente en las redes sociales. Tendemos a comunicarnos con nuestros afines. Si algún "predicador" quiere llevar su mensaje más allá únicamente lo admitirán los que no hayan trazado su barrera defensiva. Es labor ingrata la de quien, creyendo en la verdad, bondad o belleza de su mensaje, quiera extenderlo por territorio enemigo.

Las redes sociales, a la vez que facilitan la comunicación, la encierran en grupos de afines. Los algoritmos que emplean pueden obedecer a dos criterios, ofreciéndonos lo más difundido o lo que más nos agrada. Según la estrategia del administrador puede ser trama de relaciones o malla que aprisiona.

Es importante distinguir el método del contenido. El primero puede ser correcto o incorrecto, el segundo bueno o malo, verdadero o falso. Solo un análisis lo más objetivo posible, y siempre limitado por el conocimiento, la cultura y la ideología del juzgador puede intentar un juicio.

En este curso de filosofía que la pandemia ha congelado no podía dejar de considerarse el rigor lógico en el razonamiento, y lo fácilmente que se puede incurrir en falacias de distintas clases. Sobre las dificultades que presenta el razonamiento lógico para nuestras limitadas mentes es muy recomendable la lectura del prólogo de una novela de Umberto Eco, El péndulo de Foucault, y más extensamente el libro de Massimo Piattelli Palmarini Los túneles de la mente.

Mi amigo Domingos García, que imparte el curso, me ha enviado un artículo que señala algunas falacias que se han deslizado en los discursos que pretenden exculpar la acción del gobierno de España en la gestión del la actual emergencia sanitaria, la que nos mantiene a todos en el limbo físico, si es que el limbo es un lugar físico.

Vuelvo a hacer notar que la existencia de falacias en el discurso no presupone verdad o falsedad en lo que se afirma. De hecho, considero que muchos de estos razonamientos falaces son simples elipsis y que un conjunto de pasos intermedios omitidos podría establecer su carácter de verdad o falsedad, siempre relativa a la de las premisas.

¿Cuántos contenidos admitimos sin demostrarlos? Ni siquiera podríamos comunicarnos si todo el discurso estuviera formado por una cadena de silogismos. 

Perdonadme (si queréis) esta falacia elíptica que no demostraré: la labor del gobierno no está siendo tan mala como la presenta la oposición. La oposición está actuando con el fin, no confesado abiertamente, pero que se ve muy claro, de tumbar a un gobierno débil que consideran peligroso para sus intereses. En cualquier caso me ha interesado como ejercicio de lógica formal.

Podéis comprobar, en estos ejemplos, que falacia no es lo mismo que falsedad.

Y hablando de sesgos: ¿no notáis un sesgo de principio al centrarse solamente en lo que sostiene el gobierno? ¿no habrá alguna falacia, o directamente falsedad, en los discursos críticos que o no plantean alternativas o tienen como única alternativa un cambio de gobierno?

Os dejo el ejercicio de analizar por vosotros mismos el carácter verdadero o falso de lo que se dice, más allá de la lógica impecable de las afirmaciones.


La correcta construcción de un silogismo solamente garantiza la verdad de la conclusion para quien acepte la verdad de las premisas




El debate sobre la gestión de la epidemia y la reacción del Gobierno está sembrado de errores y trampas. Para acercarnos a la verdad, es bueno identificarlos y revisar los propios sesgos.


Desde hace días circula un artículo de Politico.eu al que voces afines al Gobierno han atribuido una asombrosa capacidad exculpatoria. El artículo compara por países los distintos timings en la aplicación de medidas para paliar la extensión del COVID-19. Lo que hay entre el estudio y lo que infieren los afines se llama sesgo de confirmación. 

La pregunta que vertebra el estudio es la siguiente: ¿cuántos días transcurrieron entre el primer fallecido nacional por COVID-19 y la implementación de las distintas restricciones? Por ejemplo, España decretó el cierre de colegios el doce de marzo, once días después del primer fallecido oficial, mientras que el Reino Unido esperó dieciocho, y Francia treinta y uno. Otros países fueron más precoces que España: Austria y República Checa decretaron su cierre sin fallecidos confirmados, y Bélgica y Polonia lo decretaron cuatro días después del primero. Aunque el estudio ignora que el primer fallecimiento en España por COVID-19 ocurrió el 13 de febrero en el hospital Arnau de Vilanova de Valencia, podemos pasar por alto este (importante) dato, pues pretendo detenerme en la paz mental que ha generado el estudio en algunos sectores de la opinión pública.

Quienes interpretan este estudio como la confirmación de que la reacción del gobierno español fue rápida y adecuada deben revisar los datos con algo más de frialdad para así evitar el razonamiento defectuoso en el que incurren: sostienen que puesto que España actuó antes que otros países una vez se conoció el primer fallecido, actuó a tiempo, mejor que otros. Este argumento no se sostiene salvo que hagamos emerger sus premisas implícitas (los entimemas, que decían los clásicos), como que actuar “a tiempo” equivale a actuar tan pronto se conoce el primer fallecimiento, lo cual dista mucho de ser evidente. Y aún menos que esa mera reacción suponga actuar “bien” o de la manera más aconsejable a la luz de la evidencia entonces ya disponible. Huelga decir que ninguno ha aguado su alegría con la pregunta inevitable: ¿por qué, si reaccionamos con tanta prontitud, tenemos cifras de contagiados y fallecidos exponencialmente superiores a nuestros vecinos europeos?

Es evidente que juzgar la agilidad de la reacción en base al número de fallecidos nacionales es arbitrario. España decretó la prohibición de todo movimiento no esencial el dieciséis de marzo, con 340 fallecidos y 9.000 infectados. Pero no se puede obviar que, en ese momento, Italia había alcanzado los 30.000 infectados y los 2.200 fallecidos. En otras palabras, el estudio se ha interpretado como si los gobiernos tomaran decisiones en un vacío informativo, ajenos a lo que sucede en otras latitudes. En parte ha sido así, pero ahí está el error político. Hoy sabemos que quienes mejor han contenido la expansión de la pandemia han sido quienes han sabido anticiparse en vista de lo que sucedía en otros lugares.

Además, para adecuarse a los parámetros de la discusión pública española, el estudio debería incluir otro bloque: ¿cuántos gobiernos llamaron a una manifestación masiva habiendo más de 600 positivos confirmados y casi veinte fallecidos? Por contextualizar: el ocho de marzo Italia confirmó 1.500 nuevos contagios, alcanzando los 7.400 contagiados; ese día fallecieron 133 personas y el total de muertes ascendió a 366.

En resumen, no se puede concluir que la reacción del Gobierno fuera adecuada en base al artículo de Politico.eu. El parámetro empleado (tiempo transcurrido entre el primer fallecido nacional y el decreto de medidas excepcionales) es arbitrario y no tiene en cuenta elementos vitales como la evolución del virus en otros países, las advertencias de la OMS y del Centro Europeo para el Control y Prevención de Enfermedades, o la lentitud para provisionarse de material sanitario.

Pedro Sánchez afirmó hace dos semanas que quienes le reprochan al Gobierno haber reaccionado tarde ante la pandemia eran víctimas del “sesgo de retrospección”. Entiendo que hablaba del determinismo retrospectivo, que consiste en interpretar, con la lucidez que da la distancia, una cadena de hechos como previsibles y evidentes. En parte, el presidente tiene razón: el sesgo brilla en ciertos políticos de la oposición que hoy consideran una temeridad no haber desconvocado la manifestación pero entonces no lanzaron mensaje alguno de alarma. El sesgo se daría, claro está, si presuponemos una simetría en la información.

Ahora bien, lo que merece atención no es la detección del sesgo, sino el argumento falaz que enlaza: “Puesto que la oposición tampoco percibió la gravedad de los hechos, la gravedad era imposible de predecir”. Sabemos que existían indicios de sobra y que el Gobierno –rodeado de expertos y con acceso a información más detallada– los ignoró, que una parte de la oposición tampoco los atendiera no exime de responsabilidad al Ejecutivo. Quizá nuestro presidente deba familiarizarse con otro sesgo común, el llamado sesgo del optimismo: lo sufren aquellas personas que confían, sin fundamento alguno, en que nunca pasará nada malo. En todo caso, no está de más airear la discusión pública poniendo ejemplos de algunas de las falacias en curso. Con un poco de suerte, saldremos de esta crisis siendo algo más respetuosos con una disciplina tan noble como la lógica de enunciados.

Como hemos visto, muchos de los razonamientos que circulan son emitemáticos, es decir, omiten una premisa necesaria para validar la conclusión; si la premisa no es evidente, el argumento es falaz.
  • “España decretó el Estado de alarma con 120 muertos y Francia con 148, luego España reaccionó antes y mejor que Francia.” Premisa implícita: actuar tan pronto se conoce el primer fallecimiento equivale a actuar “a tiempo”
  • “En la región x se redujo la inversión en sanidad por ciudadano, luego la atención sanitaria hoy es peor”. Premisa implícita: Menor inversión por ciudadano equivale a peor atención.
  • “Cuando una donación se hace pública deja de ser una donación.” Premisa implícita: solo una donación anónima es una donación.
Circulan también algunas falacias formales: aquellas basadas solamente en su forma lógica. Todas son una variante del célebre Non Sequitur (no se sigue). Aquí algunos ejemplos:
  • “El pico de contagios sucedió antes de la manifestación del 8M, luego mantener la convocatoria no fue un acto irresponsable.
  • “En el mismo fin de semana del 8M se celebraron en España misas, partidos y espectáculos, por lo tanto, el contagio no es culpa de la manifestación feminista.”
Y luego tenemos a las sospechosas (falacias) habituales:
  • Post hoc ergo propter hoc (después de esto, entonces, a causa de esto, eso): “Los contagios aumentaron exponencialmente después de la manifestación del 8M, luego ésta es la causa de los contagios”.
  • Sesgo retrospectivo 1: “Cuando se convocó la manifestación, era evidente que el contagio masivo iba a suceder”.
  • Sesgo retrospectivo 2: “Era previsible que, de haber una epidemia, sufriríamos por los recortes”.
  • Circulus in probando (razonamiento circular): “Es momento de apoyar al Gobierno de España, por eso tienen que apoyar al gobierno de España”.
  • Falsa dicotomía: “¿Tendrán sentido de Estado o criticarán al Gobierno?”.
  • Hombre de paja: “Quienes critican la manifestación del 8M en realidad atacan la causa feminista y los derechos de las mujeres”.
  • Falacia del arenque rojo o la pista falsa: “Lo importante es poner todas las energías en resolver la cuestión, no en regocijarnos en los errores».
  • Falacia genética: “Puesto que el PP es de derechas, su gestión de la sanidad pública es pésima”.
  • Pendiente resbaladiza o efecto dominó: “Si aceptamos las donaciones de Amancio Ortega terminaremos dinamitando la sanidad pública”.
  • Falacia ad populum: “El PP hizo recortes en Sanidad, lo sabe todo el mundo”.
  • Equivalencia moral: “El Covid-19 ha matado en un mes más gente que la violencia de género en diez años”.
  • Falacia naturalista: “Siempre ha habido pandemias, así que debemos aceptar sus efectos”.
En fin, así están las cosas. Antes de despedirme, invito a todos aquellos interesados en acercar nuestra esfera pública a la verdad a que revisen un sesgo cognitivo que se menciona poco estos días, cuando es más pertinente que nunca: el efecto Dunning-Kruger.

Cuídense.

D.



1 comentario:

  1. Extraigo esta notable cita del último enlace:

    "Como supuestamente dijo Confucio, el verdadero conocimiento es saber el alcance de nuestra ignorancia".

    ResponderEliminar