(Autotélico, si no es profesional) |
Definir la libertad como conocimiento de la necesidad (Engels) o reconocimiento de la misma (Spinoza), con los matices que puedan establecerse entre saber y acatar, solamente significa que el que no sabe ni siquiera sabe lo que podría elegir. Pondré un ejemplo: si voy conduciendo un vehículo soy libre para avanzar siempre que siga dentro de la vía, pero dejo de serlo si la niebla me impide ver.
En este sentido, la libertad es un estrecho camino conducido por las necesidades. La elección del esclavo, el soldado, el obrero, se limita en general a obedecer o atenerse a las consecuencias. En definitiva, la libertad ciudadana soñada solo puede darse cuando se han satisfecho las necesidades perentorias.
De ahí que la libertad abstracta no signifique nada separada de las libertades concretas, y estas se hallan dentro de una estructura social que puede reducirlas a muy poca cosa.
Pero no es poca cosa enumerarlas y definirlas, porque da pie a reclamarlas y defenderlas. Las declaraciones de derechos, y su puesta por escrito en las constituciones de los Estados, deben servirnos para exigir su cumplimiento.
Por eso decía Julio Anguita que en España bastaría con cumplir la Constitución, porque contiene suficiente materia declarativa que, llevada a lo concreto, podría asegurar el ideal republicano de "hombres libres" (pienso en toda la humanidad, no en la mitad), ideal inseparable de la superación de esta sociedad de necesidades insaciables. Por eso el anhelo de una sociedad socialista o comunista es superar el reino de la necesidad como requisito para la libertad.
Cita breve, pero denso contenido, el del párrafo de Marx que se incluye en este homenaje a Anguita de Carlos Fernandez Liria. Su desarrollo ocupó gran parte de la obra del genio de Tréveris. ¿Cuáles son las necesidades radicales, difíciles de separar de las creadas por el desarrollo histórico de cada sociedad y su modo de producción, y especialmente las que continuamente debe crear nuestra sociedad capitalista? A analizarlas dedicó Agnes Heller su libro Teoría de las necesidades en Marx. En este blog traté de ellas en capacidades y necesidades.
La conclusión brevísima sobre la reducción de la jornada laboral es consecuencia inmediata. Reducir las horas de trabajo (reino de la necesidad) es el primer paso para ampliar el reino de la libertad. Se mide la libertad por el tiempo que deja libre el trabajo enajenado, trabajo abstracto cuya medida es el tiempo. Libertad dedicada a actividades autotélicas, frente a las actividades instrumentales.
Sigan hablando, Carlos y Karl:
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Anguita se limitó a levantar la Constitución y la Declaración de los derechos humanos y desafiar a los políticos y los poderes económicos a que tuvieran la decencia de hacerlas cumplir. En lugar de abogar por una nueva sociedad de camaradas y exigir un «hombre nuevo» más allá de la idea de «ciudadanía», Anguita dejó muy claro que si los comunistas somos comunistas no es para ser comunistas, sino para ser ciudadanos. En tanto que comunista, vino siempre a decir, me conformo con que se cumpla la Constitución, con que la Constitución deje de ser un papel mojado. Para ello era preciso armar al aparato constitucional con las debidas instituciones de garantía, dotándola de las condiciones materiales para hacer posible el derecho a la vivienda, el derecho al trabajo, el derecho a la sanidad y la educación. El derecho también a una verdadera libertad de expresión, para lo que sería necesario acabar con el monopolio de la voz pública que tienen un puñado de oligopolios mediáticos. El derecho a la participación política, para lo que, nos dijo, había que acabar con ese «cáncer de la democracia» que es la propaganda electoral. Sobre todo, en fin, el derecho a la existencia, que proclamó Robespierre. La ciudadanía es un mero flatus vocis si no viene acompañada de las condiciones materiales que permitan a la personas decidir sin «tener que pedir permiso a otro para existir». Lo que define al ciudadano es la «independencia civil», el no depender de otro, como un hijo depende de un padre, un siervo de un señor, un esclavo de un amo, o como (hasta no hace mucho tiempo) una esposa de un marido (no hace tanto que la esposa era nombrada como la «señora de fulano»).
(…)
Acabo de decir que fue un invento de Anguita en primer lugar. Es falso, fue en segundo lugar, porque en primero, como mínimo, esa estrategia política ya la había inventado en su momento Marx. Suelo citar un texto que merece reflexión:
«El reino de la libertad sólo comienza allí donde cesa el trabajo determinado por la necesidad y la adecuación a finalidades exteriores; con arreglo a la naturaleza de las cosas, por consiguiente, está más allá de la esfera de la producción material propiamente dicha. Así como el salvaje debe bregar con la naturaleza para satisfacer sus necesidades, para conservar y reproducir su vida, también debe hacerlo el civilizado, y lo debe hacer en todas las formas de sociedad y bajo todos los modos de producción posibles. Con su desarrollo se amplía este reino de la necesidad natural, porque se amplían sus necesidades; pero al propio tiempo se amplían las fuerzas productivas que las satisfacen. La libertad en este terreno sólo puede consistir en que el hombre socializado, los productores asociados, regulen racionalmente ese metabolismo suyo con la naturaleza poniéndolo bajo su control colectivo, en vez de ser dominados por él como por un poder ciego, que lo lleven a cabo con el mínimo empleo de fuerzas y bajo las condiciones más dignas y adecuadas a su naturaleza humana. Pero éste siempre sigue siendo un reino de la necesidad. Allende el mismo empieza el desarrollo de las fuerzas humanas, considerado como un fin en sí mismo, el verdadero reino de la libertad, que sin embargo sólo puede florecer sobre aquel reino de la necesidad como su base. La reducción de la jornada laboral es la condición básica.»
Lo que este texto tiene de más interesante es el «pero» en cuestión. Eso de que «el hombre socializado, los productores asociados, regulen racionalmente ese metabolismo suyo con la naturaleza poniéndolo bajo su control colectivo, en vez de ser dominados por él como por un poder ciego» es en realidad lo que siempre hemos entendido por socialismo o por comunismo. Y sin embargo, Marx añade: «pero» eso forma parte «todavía» del reino de la necesidad. Hay un «allende el mismo», un «más allá» que es lo interesante: el «reino de la libertad», donde por primera vez aparecerán fines que merece la pena perseguir «por sí mismos».
(…)
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