Del blog Escombros con hoguera tomo una pincelada de hoy mismo, un corto texto de Adorno. Desde hace tiempo vengo fijándome en que, efectivamente, nos conmueven más las imágenes cuanto más parecidos a nosotros son los protagonistas.
Esto da que pensar. Aunque la palabra "prójimo" la extendamos a todos los humanos, su origen está en la proximidad a uno mismo. Hay que hacer un esfuerzo racional, "humanitario", para superar el egocentrismo con el que nacemos.
Por eso es tan fácil que las mentes más primarias caigan sin pensarlo mucho en egoísmos de grupo, la "familia" mafiosa, la religión, la patria... ¡hasta el club deportivo!
Más peligrosos son el racismo y la xenofobia que niegan la "humanidad" al diferente como defensa psicológica que evitan sufrir por las atrocidades cometidas contra "otros".
Son ideologías que quizá permanecen soterradas en las profundidades de muchas mentes que lo disimulan porque creen que "no está bien visto". Aunque otros, más audaces, lo proclaman en voz alta y a los cuatro vientos.
Una mujer palestina herida de la familia Baraka está rodeada de sus hijos a su llegada al Hospital Nasser en Khan Yunis, en el sur de la Franja de Gaza, tras los ataques aéreos israelíes que alcanzaron su edificio |
La indignación por las atrocidades cometidas se hace menor cuanto menos parecidos son los afectados al lector normal, cuanto más oscuros, «sucios», dagos. Esto dice tanto del crimen en sí como de los que lo presencian. En los antisemitas quizá el esquema social de la percepción esté configurado de tal modo que no les permite ver a los judíos como hombres. La tan oída afirmación de que los salvajes, los negros o los japoneses parecen animales, casi monos, contiene ya la clave del pogrom. Su posibilidad queda ya establecida desde el momento en que el ojo de un animal mortalmente herido da con el hombre. El empeño que éste pone en evitar esa mirada –«no es más que un animal»– se repite irresistiblemente en las crueldades infligidas a los propios hombres, en las que los ejecutores tienen continuamente que persuadirse del «sólo es un animal» porque ni en el caso del animal podían ya creérselo. En la sociedad represiva, el propio concepto del hombre es una parodia de la semejanza humana. El hecho de que los detentadores del poder vean como hombres lo que es sólo su propia imagen reflejada, en lugar de ver reflejado lo humano como lo distinto, se debe al mecanismo de la «proyección pática». El crimen es entonces el intento reiterado de ajustar a la razón el trastorno de esa falsa percepción mediante un trastorno mayor: lo que no se ha visto como hombre, siendo así que lo es, es convertido en cosa para que no pueda ya contradecir mediante movimiento alguno la mánica visión.
Theodor W. Adorno. Minima moralia. Reflexiones desde la vida dañada. Traducción: Joaquín Chamorro Mielke. Akal, 2004.
Hoy mismo ha recibido este comentario:
En los momentos iniciales -antes de poner en marcha la devastación- el ministro de defensa del estado de Israel pronunció (salió en todas las teles) la sentencia definitiva: "Son unos animales". No hizo distinciones. Todos son unos animales. Quien lo supo oír, supo que no dejarían piedra sobre piedra.
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