El temor a Dios cimenta el amor hacia su persona, porque ¡ay de ti si no lo amas!
Esta formulación religiosa es un reflejo de la práctica habitual del poder.
"Para gobernar, el príncipe debe hacerse amar y temer por el pueblo", consejo de Maquiavelo. Resume el complicado equilibrio de fuerzas que hace posible la estabilidad de cualquier estado.
Pero el "pueblo" es una entidad compleja, con diversas clases sociales. Un gobierno que pretenda contentar a una mayoría que le de estabilidad debe convencerlos de que trabaja por el bien de todos, tratando de crear el mayor consenso posible. Se hará amar por los satisfechos con sus políticas. Los demás tendrán que aceptar un "consenso" impuesto por el temor.
Entre los dos polos de la adhesión y el rechazo el gobernante tiene que moverse con cuidado. Deberá alimentar la idea de que existe un "bien común", por mal repartido que esté, y la muy pedagógica de que lo más prudente para el díscolo es aceptar el estado de cosas que sostiene la estructura social.
Cuando el malestar de los subalternos llega a ser insoportable puede combatirse con al menos tres mecanismos:
- La represión, llegando a niveles terroríficos si hace falta.
- Fomentar las divisiones entre diferentes grados de excluidos para enfrentar a los que están mal con los que están peor.
- Negar la existencia de "derechos humanos", si no son gracias concedidas por el poder a grupos concretos.
Tal es la "Pedagogía de Estado" en la sociedad de clases, esencialmente conflictiva. Manejada por locos puede llevar a situaciones explosivas.
Cuando las cosas van bien la sociedad es manejable. En situaciones de crisis se van activando progresivamente los mecanismos citados. Se constata que la democracia burguesa es un periodo de bonanza entre dos crisis y decrece progresivamente hasta desembocar en dictadura. Ahora estamos en la peligrosísima deriva de que triunfen los negacionistas de toda laya que rechazan cualquier posibilidad de salir de ese "estado de naturaleza" que conduce indefectiblemente a la catástrofe.
Los monstruos de que hablaba Gramsci están aquí de nuevo. Esperemos que sus instrumentos opiáceos no sean suficientes para consolidar su oscura etapa.
Reflexiones de Álvaro García Linera:
Trump, Milei y las lecciones de Maquiavelo
El poder duro se impone sin tapujos y el imperio se manifiesta sin ideologías que disfracen su vocación de dominación absoluta
El ex vicepresidente de Bolivia desarrolla su idea sobre lo universal de gobernar como concepto, pero además en sus efectos de realidad. Europa esta, como al comienzo del nazismo, en una encrucijada y su poder blando bajo el manto de Occidente democrático parece desplomarse sin atenuantes.
Cuando Maquiavelo recomendaba al príncipe que para gobernar había que hacerse amar y temer por el pueblo, estaba resumiendo la llave maestra de la legitimidad de cualquier gobierno. No se trata de usar la fuerza para ser temido ni de ser condescendiente con todos para ser amado. Al final coacción sin justificación colectiva y bondad sin firmeza en los temas de gobierno son pilares deleznables para afrontar exitosamente el gobierno de cualquier sociedad atravesada de múltiples y contradictorios intereses.
Para el florentino, ser temido es la virtud del respeto que se obtiene del ejercicio pleno y en todo el territorio de las decisiones de gobierno. Ser amado es tomar medidas que beneficien, de alguna manera, a todos: ricos y pobres. Ambas son la metáfora de lo "universal" que, a decir de Marx, es el monopolio por excelencia de los estados modernos. El Estado puede presentarse como la forma de unificación política de la sociedad precisamente porque es la única institución que reclama con éxito el ejercicio vinculante y universal de sus decisiones en un territorio y, por otro lado, porque sus determinaciones están pensadas también para beneficiar, formalmente de manera universal, a todos sus habitantes.
Pero claro, lo sabía bien Maquiavelo, los universales del Estado son monopólicos, es decir, los define el príncipe, no los súbditos; aunque la virtud del respeto emergerá de la capacidad del príncipe para tomar decisiones que sean susceptibles de tener un mínimo interés común a todos los súbditos. Por ello, lo universal es abstracto, pero real. Porque ciertamente beneficia mas a unos, el Príncipe y su corte, lo que hoy llamamos las clases dominantes. Pero algo, por muy poco que sea, deberá llegar al pueblo, para cimentar tolerancia y cumplimiento.
Común a todos y monopolio de pocos es la fusión política permanente que garantiza la atracción, la adhesión y legitimidad de cualquier gobierno del Estado. Pero cuando esto se quiebra, lo que tenemos es la ferocidad de un Estado patrimonial y oligárquico, que es lo que justamente estamos viendo brotar hoy por todas partes del mundo.
La lujuria de los poderosos
En los países subalternos del orden capitalista es conocida la presencia de USAID con sus llamados "proyectos de desarrollo", "fortalecimiento democrático" y de "prensa libre" que, a nombre de valores y beneficios para todos, financian elites locales leales a las empresas y políticas norteamericanas. Es el "poder blando" ("ser amado") que viabiliza sin traumas el poder duro de los intereses corporativos ("ser temido"). Pues ahora estas edulcoraciones de la dominación no van más. Los intereses norteamericanos ya no apelaran a eufemismos y consenso para estar allí donde vean conveniente. A modo de cañoneras de mercado, el proteccionismo arancelario de EEUU, doblegara a muchos gobiernos extranjeros para que se sometan, sin filtro ni artificio justificador, a lo que EEUU necesita para reorientar el comercio mundial. Y si esto no funciona, EEUU lo tomara por la simple razón de que le da la gana. Primero tal vez sea Groenlandia, luego Panamá, quizá luego Gaza...
Que EEUU protegerá a occidente del comunismo, o ahora del asiatismo bárbaro, está bien para los seguidores de Walt Disney que se fascinan con las historias de fantasías. Hoy, el poder duro de las armas de disuasión es un negocio más, como vender cerveza. Si Europa quiere protección, señala Trump, que pague los costos de la seguridad, que suba su gasto en defensa para comprar más armas a EEUU y ponga los muertos en las nuevas aventuras coloniales que aun añora perseguir. Los "valores de Occidente" que engatusaron a las antiguas generaciones ahora son una vulgar mercancía que se exhibe en el escaparate del supermercado como la pasta dentífrica o el tocino.
Si hasta hace poco la expansión de la OTAN, la guerra por encargo en Ucrania o la invasión de Libia y Afganistán se las justificaba con la retórica de combatir las autocracias, hoy descaradamente se anuncia que es solo un método para controlar territorio y someter fuerza de trabajo barata. Cínicamente y ante los ojos de millones de ciudadanos Trump les echa en cara a los ucranianos que occidente paga por cada joven muerto que tienen en combate y, encima, sin rubor alguno, les reclama que sus muertos valen menos de lo que han recibido y que deben devolver parte de ese dinero con la entrega de sus minerales. La moral bucanera ha sustituido a la ilusión universalista.
Para no quedar atrás, la presidenta de la Comisión Europea von der Leyen, anuncia con entusiasmo que ha llegado "la hora del rearme" continental por lo que los estados podrán endeudarse sin límite apara abastecer sus arsenales. Finalmente, después de tanta alharaca medioambiental, para todos ellos, las bombas que resguarden sus murallas resultan más importantes que el calentamiento global. Y no deja de ser pintoresco el afectado gesto dramático con el que numerosos voceros "occidentales" desempolvan viejos manuales bolcheviques para denunciar el grosero comportamiento "imperialista" de EEUU; olvidándose que lo que hoy tanto les molesta de las bravuconadas de Trump es lo que ellos han hecho todos estos años con África o medio oriente.
Atravesamos tiempos liminales sin horizonte ni redención previsible. Por ello, el mundo se ha convertido en un campo de batalla sin reglas para descuartizar países, mercados, poblaciones y esperanzas. Y en casa de los imperios recargados, el esquema es el mismo. Las ideologías que legitimaban la dominación han envejecido y la gramática del dinero es hoy el nuevo soberano. Las oligarquías se han lanzado al asalto del poder estatal. No necesitan justificación. Tampoco requieren de los servicios de las aburridas clases medias letradas que hacían artificios lingüísticos con los "valores y principios" democráticos. Solo requieren sirvientes que ejecuten los caprichos bobos de niños ricos con juguete nuevo.
Las oligarquías en el poder compiten para deshuesar lo más dolorosamente posible los servicios públicos. Botan a funcionarios de larga trayectoria como si se trataran de calcetines sucios. Financian campañas electorales a bolsillo suelto como quien apuesta a una carrera de caballos. Compran votos con denigrantes loterías. Y luego, para completar su canallada, a plena luz pública, se autoasignan contratos estatales, o la propiedad de empresas públicas, para aumentar el valor de sus compañías. Los contorsionistas de este vodevil, los presidentes, no se quedan al margen y se lanzan a estafar abiertamente a incautos ciudadanos con criptomonedas. Desdoblando el cuerpo del príncipe (el gobierno) del cuerpo de la persona que funge hoy como gobernante, arguyen que la promoción rentada de tal o cual cripto no es en cuanto presidente, sino en cuanto individuo, habilitando así una novísima coartada criminal respecto a que se es gobernante solo cuando estampan su firma en documentos con bandera de su país; pero luego, el resto del tiempo son simples individuos abocados a engordar lascivamente sus arcas personales.
Sin embargo, que este envilecimiento de los estados pueda imponerse no es meramente una astucia de oligarquías corruptas, sino que requiere, al menos, la tolerancia silenciosa de una parte de un electorado igualmente envilecido. Clases medias en pánico moral por el ascenso social de sectores populares o indígenas. Jóvenes varones aterrados por su impotencia jerárquica ante mujeres empoderadas. Trabajadores empobrecidos que creen que los migrantes que limpian las casas y cosechan los alimentos les arrebatan los empleos en las industrias o empresas de servicios.
Acusar a los débiles de los efectos que las fechorías de los plutócratas causan en los sectores medios se ha convertido en la mejor manera de embaucar a los pueblos. Los que hasta ayer se asumían como los sublimes redentores de la humanidad hoy insuflan cacerías racistas de latinoamericanos, africanos y musulmanes. En tanto que otros, se jactan de haber convertido el mar mediterráneo en una gigantesca y barata tumba de indocumentados.
El poder oligárquico mundial es hoy la brutalidad del mas fuerte, la obscenidad del más millonario, la crueldad del más prepotente. Para qué ser amado si es más fácil y humillante aterrorizar al indefenso. El único universal que veneran es el dinero. La parálisis y miedo que provocan les hace creer que han inaugurado una nueva gobernabilidad fundada en las billonadas que ostentan. Sin embargo, gobernar sin evocar algún tipo de universal, alguna forma de beneficio común, es efímero. Es un tema de cohesión social que promueve la tolerancia moral de los gobernados.
Por ello, en medio de esta orgía de ofensas desbocadas, quizá valga la pena recordar nuevamente a Maquiavelo que, conocedor de las tentaciones principescas de creerse impunes y eternos, les advertía sobre la suerte del emperador romano Máximo el Tracio, que desdeñó ser amado y transmutó el temor por el odio y desprecio de sus súbditos. Finalmente, después de unos años y en medio de rebeliones, los ciudadanos vieron pasar rumbo al senado, la cabeza cortada del emperador y de su hijo.
¿Tiene el flamenco ancestrales aromas persas?
ResponderEliminarEl canto de esta mujer iraní (y el acompañamiento de la cuerda), nos evocan inevitablemente el flamenco más jondo.
https://youtu.be/VduDXSfZZnE?si=gi-6cRaV-jUWJgW7
Totalmente de acuerdo. Hay una nostalgia que no es fácil de encontrar en la música occidental. La búsqueda incansable de una nota final en la que disolvernos.
ResponderEliminarEsa búsqueda siempre insatisfecha nos lleva muy lejos, en el tiempo, más que en el espacio.
Añoramos un pasado que ya no es nuestro, el que sentimos al no poder leer las inscripciones en nuestros mejores edificios, y no entender las letras de estas canciones.
¿Conoces las moasharas de Laura Vital?
Pues lo mismo te digo, paisano: totalmente de acuerdo con tu espléndido comentario.
EliminarNo conocía a Laura Vidal y te agradezco que me la hayas descubierto. He entrado en su portal digital y la he escuchado, por vez primera, pero desde luego no por última. Me ha gustado mucho, su cante y lo que de él nos dice:
"A veces, el día a día, nuestro propio sentido crítico y de la responsabilidad nos bloquea, nos desnaturaliza, por eso cuando me invade esa sensación cierro los ojos y busco mi inspiración en esa niña que creció en Bajo de Guía, un barrio marinero, donde el Flamenco era la banda sonora, que cantaba libre, sin miedos… como un juego".
*
"La búsqueda incansable de una nota final en la que disolvernos". Guardo esta cita en mi diario flamenco.