martes, 29 de abril de 2014

Más allá del europeísmo crítico

Se impone afinar nuestros conocimientos sobre las características de la crisis de la Eurozona, en busca de propuestas convincentes para salir del atolladero. Para hacerlo, el economista Costas Lapavitsas a escrito "Crisis en la eurozona" (Capitán Swing, 2013), que recoge informes redactados entre 2010 y 2011 y ofrece tanto una descripción de la crisis del euro como un plan de disolución concertada y progresista de esta moneda.

Los párrafos que siguen resumen las alternativas posibles.

(Nota bene: frente a aquellos entusiastas del tratado de Maastrich que prometían aquello de la leche, la miel y las longanizas para atar perros, conviene recordar que la parte más lúcida de Izquierda Unida, desde siempre, se opuso a esta construcción europea, lo que costó críticas, acusaciones de "zorrocotrocos", que parece significar "mendrugos", y escisiones dolorosas y, a lo que vemos algo tarde, poco lúcidas).




Mientras tanto electrónico

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¿Qué hacer, por tanto, para evitar que éstos terminen sofocados por semejante situación de desesperanza y humillación? Lapavitsas nos presenta, a lo largo del libro, tres escenarios de futuro. El primero corresponde al que los eurócratas y gobiernos nacionales de la EZ han impuesto a la población europea: la austeridad, que el autor rechaza por basarse en un diagnóstico errado de las causas de la crisis, por los estragos sociales que está causando y, last but not least, por no solucionar los problemas económicos de los pueblos europeos.

Un segundo escenario podría ser el de una reforma en profundidad del modelo de gobernanza de la EZ, basada en la unión político-fiscal de los territorios que la componen, en transformar el BCE en un organismo obligado a realizar políticas monetarias pensadas para fomentar el empleo y el crecimiento, y en crear una “Oficina de Deuda Pública” que pudiera coordinar la emisión y gestión de la deuda pública de cada Estado en colaboración con el BCE. Al respecto —y con razón, si pensamos en el ya citado acuerdo de gobierno alemán— Lapavitsas se muestra escéptico sobre su viabilidad, ya que comportaría una radical reestructuración de la soberanía en toda la EZ, dentro de la cual existe una férrea jerarquía de Estados e insoslayables intereses nacionales. Por otra parte, como ha recordado recientemente Wolfgang Streeck, aun en el caso de que los contribuyentes del norte quisieran costear la unión fiscal de la UE, ésta terminaría reproduciendo el viejo modelo italiano: un “Mezzogiorno” enjaulado en una unión monetaria que le es perjudicial, cuyo atraso sería paliado por el dinero del norte a costa de la renuncia de aquel a un futuro de progreso social y pleno empleo [8].

El tercer escenario es el del impago de la deuda por parte de los Estados del sur de Europa, y su salida de la moneda única. Este es el panorama que Lapavitsas considera más conveniente para ellos. Eso sí, siempre y cuando el proceso de salida no fuera desfavorable para sus clases trabajadoras, ya duramente castigadas en estos años de recortes. Para ello, el economista griego indica que el impacto, en su opinión fuerte, que tendría la salida de un país de la EZ, debería ir acompañado de medidas como:

1) la suspensión de pagos y la restructuración de la deuda internacional; 
2) la nacionalización y la creación de un sistema de bancos públicos que garantizara los depósitos de los ciudadanos y concediera créditos en condiciones razonables a pequeñas y medianas empresas (lo que protegería el empleo); 
3) controles de capitales para evitar el flujo de salidas de fondos líquidos y proteger el sistema bancario del país que decide recuperar su soberanía monetaria; 
4) una fuerte intervención pública para controlar aquellas áreas estratégicas de la economía (transportes, energía, telecomunicaciones, etc.) amenazadas por el impacto de la salida de la EZ. 
Como se puede notar, Lapavitsas concibe la salida del euro no sólo como una necesidad inevitable dada la situación de inmovilismo político que caracteriza la EZ, sino también como una oportunidad para llevar a cabo una reforma estructural de la economía por completo diferente de las recetas neoliberales que se han aplicado en Europa (y que nos empujaría, de paso, a repensar nuestras políticas fiscales, energéticas e industriales). 

Si bien el autor presenta un panorama de salida de la moneda única más impactante y menos detallado que los que plantean economistas como Jacques Sapir o el mismo Bagnai [9], su propuesta tiene un mérito indudable: el de ofrecer a la izquierda de los países del sur un programa de emergencia pero también ofensivo, capaz de aglutinar a las capas sociales pauperizadas por la austeridad y a millones de jóvenes sin perspectivas de futuro. Un programa, pues, que ofrece esperanza y un papel de protagonista a una izquierda transformadora que, desde que estalló la crisis, no ha sabido —o podido, según se mire— detener la ofensiva de la Troika. Porque, haciendo un ejercicio de honestidad, deberíamos reconocer que la izquierda europea no se encuentra en su mejor momento: en los tres principales países de la EZ, o ha sido arrinconada del juego político (Italia) o se encuentra claramente estancada en sus perspectivas de voto (Francia y Alemania); tampoco en Portugal y España las cosas van mucho mejor, ya que los partidos socialistas ibéricos parecen haber parado la hemorragia de votos que estaban sufriendo y frenado el ascenso de las siglas a su izquierda (IU, PCP y Bloque de Esquerda). Sólo en Grecia, Syriza sigue manteniéndose como alternativa real de gobierno. Este es el motivo por el que su líder, Alexis Tsipras, ha sido nombrado candidato por el Partido de la Izquierda Europea (PIE) a la presidencia de la Comisión Europea para las elecciones de mayo. Unas elecciones de extraordinaria importancia, hasta el punto de que el mismo Tsipras ha afirmado que representan «la última oportunidad» para construir una UE justa y «de las personas» [10]. O, lo que es lo mismo, que estamos ante la última oportunidad para el llamado “europeísmo crítico”. Habrá que ver qué resultados conseguirá el joven político heleno. Por ahora, los sondeos apuntan a un elevado nivel de abstención y a un crecimiento del PIE claramente insuficiente para determinar un cambio sustancial en las políticas de Bruselas. En fin, no es descartable que esta “última oportunidad” termine en un fracaso, razón por la que es oportuno formular aquí una última reflexión sobre cómo la izquierda se ha relacionado hasta hoy con el proceso de unificación europea.

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[8] Wolfgang Streeck, «Mercados y pueblos: capitalismo democrático e integración europea», New Left Review (edición en castellano), n.º 73, marzo-abril de 2012, pp. 55-62.

[9] Jacques Sapir, S’il faut sortir de l’Euro…, Cemi-Ehess, París, 2011; Alberto Bagnai, Il tramonto dell’euro, op. cit., pp. 307-398.

[10] Alexis Tsipras: «Este es nuestro momento, es la última oportunidad para cambiar Europa», Público, 14 de diciembre de 2013. Consultable en: http://www.publico.es/internacional/489232/alexis-tsipras-este-es-nuestro-momento-es-la-ultima-oportunidad-para-cambiar-europa.

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