viernes, 28 de noviembre de 2014

El poder mediante la guerra

Guerra total omnipresente, absoluta en el tiempo, difusa en el espacio social, dispersa en el geográfico. La paz es un intervalo entre guerras, como la bonanza es un intermedio entre crisis. Nos transmite El Roto el mensaje tranquilizador del saber oficial: que no está pasando lo que vemos, y con su ironía habitual grita lo opuesto. Volvámoslo del revés para decir que no estamos viendo lo que pasa. O no lo queremos ver. O sí empezamos a verlo (a quererlo ver) cuando nos afecta directamente.

La memoria histórica no es unica ni principalmente desenterrar episodios de la guerra civil. Es algo más.

"La historia es el testimonio de los tiempos, la luz de la verdad y la vida de la memoria, la guía de la vida, el mensajero de la antigüedad" (*). Lo dijo un oligarca romano, pero eso no le quita un ápice de validez, y no diría otra cosa el barbudo de Tréveris.

Un poco de historia menos antigua no viene mal para encuadrar el presente.

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(*) En latín suena muy bien:
Historia est testis temporum, lux veritatis, vita memoriae, magistra vitae, nuntia vetustatis



Rebelión

La Tercera Guerra Mundial, que puede ser llamada de Quinta Generación y en la que en opinión del papa Francisco estamos inmersos, la realiza el imperialismo mundial globalizado, IMG, con el empleo de mecanismos científicos de control absoluto: medios de información masiva; sistemas financieros como el FMI, el BM, la FED; bloques militares como la OTAN; y una poderosa quinta columna que trabaja solapadamente para el IMG en todos los países.

Los fundamentos de esta guerra se desarrollaron a partir de la Crisis del Caribe al hacerse patente de que una nueva contienda no dejaría títere con cabeza. Se cambiaron las reglas de juego y se logró infiltrar en el Campo Socialista una quinta columna muy difícil de ser detectada por cualquier órgano de seguridad, en este caso el KGB. Se vivía la Coexistencia Pacífica y el comercio entre ambos sistemas permitió a los altos miembros de la nomenclatura comunista la participación en chanchullos, con la correspondiente apertura de cuentas secretas; así se fomentaron y formaron las mafias al interior del Socialismo Real, luego se buscó el momento preciso para nombrar a un nuevo papa, crear el movimiento Solidaridad y, por fin, la Perestroika; lo demás es historia conocida, la URSS fue derrotada casi sin disparar un sólo tiro. 


Pero el derrumbe del Sistema Socialista no resolvió los graves problemas del capitalismo. Al contrario que en la Biblia, donde el Faraón soñó que siete vacas, de feo aspecto y enjutas de carnes, devoraban a siete hermosas y muy gordas vacas, después despertó; los actuales faraones no despiertan de la terrorífica pesadilla que recorre el mundo de hoy. Los datos confirman que el derrumbe económico recién ha comenzado y que la vacas gordas todavía pastan gozosas en el prado junto al río, pues sólo vivimos el preludio y no el final de la sinfonía macabra que el capitalismo compuso para las exequias de la humanidad. La industria moderna, otrora en constante desarrollo, se encuentra al borde de la bancarrota, para evitarla, los estados cancelan las deudas de los empresarios; los precios de las materias primas son inestables; las bolsas funcionan como escenario de operaciones especulativas, tal vez sería mejor cerrarlas para evitar nuevos descalabros financieros; se fugan los capitales, incluso de países desarrollados; y la desocupación campea por doquier. Todo esto sucede a pesar de los billones de dólares inyectados por los estados mediante la adquisición de activos de dudoso valor. Tanto derroche fue absorbido por el agujero negro de la falta de crédito y, por paradójico que parezca, ha servido de razón para la propagación de la crisis, pues los tenedores de acciones las rematan para pagar dividendos y comprar empresas rivales.

La guerra de Quinta Generación es un intento de resolver la actual crisis de manera análoga a como la Segunda Guerra Mundial resolvió por completo la Gran Crisis de los años treinta, crisis que comenzó de manera inesperada el Jueves Negro de 1929. Cuando todo estaba en santa paz y santa calma, la bolsa se desplomó, la ansiedad y la parálisis se apoderaron del globo y se necesitó de que llegase al poder alguien como Roosevelt, para que la crisis se resolviera a medias. Se trataba de un problema sistémico, de la acumulación del capital en muy pocas manos, e, igual a lo que bien pudiera pasar ahora, el estallido de la guerra resolvió la crisis.

A diferencia de la Gran Crisis de 1929, la actual se agudiza debido a que el mundo está concatenado y las riquezas de la madre naturaleza se agotan. En ese entonces, el Estado intervino y el problema se resolvió, pues los recursos naturales sobraban; pero ahora que la población es tres veces mayor y se vive algo semejante a la época de las vacas flacas, es imposible cualquier solución en que las industrias crezcan de manera incesante, para que el mundo funcione tal cual lo exige el modelo económico actual. La civilización ha alcanzado los límites de su desarrollo.

Además de energía, el actual modo de producción requiere de grandes cantidades de agua dulce, cuya disponibilidad para el consumo disminuye de manera alarmante, pues, a pesar de que ya es escasa, se la bombea de los posos acuíferos en cantidades tan grandes que éstos no alcanzan a nivelarse. Debido a la intensificación de la agricultura, los causes de los ríos se secan a nivel mundial. La sobre explotación del campo, el riego frecuente, que saliniza la tierra, y la utilización indiscriminada de fertilizantes, herbicidas y pesticidas, que elimina la vida orgánica necesaria para la conservación del suelo cultivable, hace que disminuyan irreversiblemente las tierras de cultivo al mismo tiempo que cada día hay más bocas por alimentar. Se contamina el aire y el agua y el calentamiento global deshiela los polos y los glaciares. Toda esta problemática subyace bajo la actual recesión económica que, en la medida en que el petróleo y el gas natural sean menos disponibles, hará que la producción de alimentos disminuya, lo que conlleva hambruna para la población actual, pues el costo de los alimentos se incrementa incesantemente.

Muchos esperan que la ciencia saque al mundo del berenjenal en que se encuentra, pero ni siquiera su hija mimada, la tecnología, puede resolver los problemas creados por el capitalismo, cuya voracidad arrasa con todo. La energía solar, la eólica, la de las olas marinas y la geotérmica es escasa y no los resuelve; tampoco lo hace la energía nuclear, que produce residuos peligrosos e imposibles de eliminar. Con la crisis bancaria de 2008 se inició un problema de alcance global, que afecta a la sociedad, la política mundial y la naturaleza. La misma se hizo patente el 2007, cuando se evidenció la imposibilidad de cobrar los créditos otorgados a deudores poco solventes (prestamos subprime), certificados empaquetados que circulan por todo el planeta, cuyo monto nadie conoce ni tampoco la posibilidad de cobrarlos.

Hoy se sabe que los bancos de inversión premeditadamente hicieron estas estafas y embaucaron a sus clientes vendiéndoles bonos con datos falsos y ocultando sus problemas contables. Así actuó, por ejemplo, Lehman Brothers, que poco antes de su colapso ocultó en sus balances cerca de 50.000 millones de dólares de activos con problemas. Los inversionistas asumieron irresponsablemente que la caída de los precios de las viviendas era un evento con una probabilidad casi nula de ocurrir. Los banqueros convirtieron esta suposición en un dato objetivo y operaron con un apalancamiento de cincuenta a uno.

Lo que sucede en realidad es que los mercados son ajenos a los dogmas proclamados por los economistas neoliberales; sobre todo acerca de que el mercado se auto regula. Muy por el contrario, el grueso de los recursos del Estado se destinó a auxiliar la rentabilidad de los grandes bancos, pues todos ellos buscaron el refugio protector del Estado y si antes estuvieron al borde de la bancarrota hoy exhiben fuertes ganancias en sus balances. Claro está, esta ayuda se dio en detrimento de los demás rubros de la sociedad, excepto los militares. El alto desempleo impide que la economía se reactive, pues el consumidor, al perder la confianza ante lo incierto del futuro, disminuye su nivel de consumo, lo que provoca un alto nivel de paralización de las fábricas, que a su vez repercute en el desempleo, lo que crea un círculo vicioso muy difícil de romper. Culpables para la actual crisis no faltan: los banqueros ambiciosos, los prestamistas imprudentes, los políticos venales y una combinación de los tres. ¿Cómo es posible que haya pasado lo que pasó?, puesto que ni siquiera un banquero sin escrúpulos quiere perder su dinero. ¿Por qué se tomaron riesgos suicidas? Tal vez la respuesta la dé la mitología griega, cuyo primer hombre, Epimeteo, no veía más allá de sus propias narices, o el poema de Goethe, “El aprendiz de brujo”, cuyo solo nombre lo dice todo. Según Paul Krugman, premio Nobel de Economía: “En estos momentos necesitamos de algo que económicamente sea equivalente a la guerra; en fin de cuentas, la Gran Depresión se disolvió en la nada mediante un programa de gastos sociales múltiples más conocidos con el nombre de Segunda Guerra Mundial.” !Dios nos proteja de otra solución semejante! Ojalá acierte, porque una guerra con la tecnología moderna sería el lloro y el crujir de dientes, cuando, según la Biblia, los sobrevivientes envidiarán a los muertos.

¿Pero quién podría maquinar ahora un conflicto de magnitud tal que pusiera en peligro todo lo existente? La respuesta la da Sherlock Holmes: Él que obtiene beneficios del crimen, en este caso el Sistema de la Reserva Federal de los EE.UU., la FED, “una entidad con una estructura público-privada en su gobierno”, cuyo dueño es un cogollo de banqueros dispuesto a todo con tal de conservar el privilegio de imprimir moneda internacional sin respaldo alguno, lo que hace desde que Nixon ordenó “suspender... la conversión del dólar en oro, u otro valor de reserva”, y lo intentará hacer hasta el fin del tiempo. ¿Cómo surgió este galimatías llamado Sistema Financiero Mundial? En julio de 1944, en Bretton Woods, se establecen las reglas para las relaciones comerciales y financieras entre los países del mundo, se crea el BM, el FMI, se establece el dólar como moneda de intercambio del comercio internacional, se adopta el patrón oro-divisas, en el que sólo los EE.UU. tienen respaldo oro, que se comprometen a mantener su precio en 35 dólares la onza -ahora vale 1300- y se les concede la facultad de intercambiar “dólares por oro a ese precio sin restricciones ni limitaciones”. Los demás países deben fijar el precio de sus monedas en relación al dólar. Con este convenio, los EE.UU. conquistan el mercado mundial para sus exportaciones y el libre acceso a las materias primas más importantes.


La Guerra de Viet Nam provocó el quiebre de este sistema, pues para financiarla los EE.UU. emitieron más dólares de lo debido, al extremo de que en la actualidad nadie, ni siquiera la FED sabe cuántos dólares circulan en el mundo. En 1966, el General De Gaulle, Presidente de Francia, convirtió en oro las reservas francesas de dólares, lo que provocó una crisis financiera mundial, pues si todos los tenedores de dólares exigieran lo mismo, no habría oro con que responder esa demanda; basta señalar que 8 billones de dólares es el valor de la totalidad del oro extraído hasta el día de hoy todo en el planeta. Esto obligó a Nixon, en agosto de 1971, a eliminar la convertibilidad del dólar en oro.

Desde entonces, cada vez que el presupuesto de los EE.UU. tiene déficit, en lugar de devengar el salario con el sudor de la frente, como lo hace todo país honrado del planeta, la FED emite dólares por la libre, que los presta al gobierno de los EE.UU., que a su vez le paga con bonos de Estado, que la FED coloca de manera casi obligatoria en la banca mundial. ¿Hasta cuándo padre Almeida? ¡Hasta que el mundo soporte o reviente!


(...)

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