Leer cansa mucho si uno no está habituado. O si lo que uno lee (y lo que oye, y lo que ve, y lo que, al fin y al cabo, vive) le produce un ablandamiento crónico de las meninges.
O si cree (con razón o sin ella) que lo que piensa "le conviene". O porque a veces, sin darse cuenta cabal, asume la lógica del otro lado. Un fenómeno parecido es la identificación con las estrellas del deporte, la canción o las revistas del corazón, aunque sean unos patriotas que se llevan lo que ganan a paraísos fiscales.
Antes más que ahora, porque ya se empieza a considerar algo feo, he oído decir, con absurda comprensión y mucho descaro, ante ciertos desmanes contra lo público (que parece que 'no es de nadie'): "yo, en su lugar, habría actuado igual".
Las ideas que el artículo le atribuye a este espécimen son, también en este país, parte de un "sentido común" bastante común.
Hugo Yasky
El analfabeto político argentino piensa que es mejor que lo gobiernen
los ricos porque ellos poseen dos ventajas, saben mandar y como tienen
plata no necesitan robar.
El analfabeto político argentino piensa
que la plata que el Estado gasta en sostener políticas de asistencia
social es un despilfarro que como fin tiene favorecer el parasitismo
social para ganarse el voto de los pobres.
El analfabeto político
argentino está convencido de que lo que él llama villeros deben su
situación a la falta de esfuerzo y a cierta condición de inferioridad
debido a la escasa ingesta de proteínas.
El analfabeto político
argentino piensa que para terminar con lo que él cataloga como gobiernos
populistas el voto debería graduarse según el nivel de instrucción de
los electores. También según el poder adquisitivo, pero esto lo admite
sólo en círculos muy selectos.
El analfabeto político argentino
cree que las desigualdades son naturales y que es pretender ir contra
las leyes de la naturaleza tratar de revertirlas. Dice así como hay
negros y blancos, existen pobres y ricos.
El analfabeto político
argentino entiende que es natural que cuanto más se tiene más se intente
evadir el pago de tributos, ya que ese dinero alimenta la voracidad de
los corruptos que gobiernan.
El analfabeto político argentino
besa la bandera en la final de la Copa Davis porque se siente argentino
hasta la muerte pero le parecen excelentes los fallos ejemplificadores a
favor de los fondos buitre.
El analfabeto político argentino cree que la prensa es independiente sólo si está en contra del gobierno.
El
analfabeto político argentino está convencido de que con mano dura se
resolverían los problemas de la inseguridad y la corrupción y pone como
ejemplo los gobiernos militares, en los que no les consta que haya
habido inseguridad o corrupción.
El analfabeto político argentino
piensa que la Justicia así como está es un desastre pero intentar
cambiarla es violentar su independencia.
El analfabeto político
argentino está convencido de que la televisión no influye en absoluto en
la formación de su posición pero cree que Lanata sería un excelente
candidato a la presidencia.
El analfabeto político argentino odia
el influjo movilizador de los choripanes y está convencido de que
cuando sale con cacerolas a él no lo convocó nadie porque llegó
caminando o en taxi.
El analfabeto político argentino goza de la cumbia pero en los lugares y en el momento que corresponda.
El
analfabeto político argentino, comparado con la media, tiene altos
niveles de instrucción, generalmente secundaria completa y estudios
terciarios.
Hugo Yasky. Secretario general de la CTA (Central de Trabajadores de la Argentina)
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