Las artes musicales han basculado siempre entre la raíz popular, el mecenazgo de las élites y el ocio de quienes han podido gozar de ellas. Si las formas brotan del pueblo, de su trabajo o su diversión, la apropiación por los poderosos, como fuentes de prestigio, propaganda o placer, las recoge y transforma, para bien y para mal, en una metamorfosis constante, que conduce a otras formas nuevas, algunas de las cuales llegan a ser canónicas.
El flamenco es un ejemplo de esta simbiosis. Sus estilos originales proceden del mundo del trabajo, de la marginación o de la fiesta popular. Andalucía es el crisol en que las culturas que allí confluyeron, incluyendo la gitana, la última en llegar, produjeron esa síntesis.
La historia del cante flamenco comienza cuando empieza a ser grabado, primero en cilindros de cera y luego en placas de pizarra. Su prehistoria apenas puede reconstruirse a partir de escasas reliquias folclóricas o de su influencia en la música culta escrita.
El trasiego de las poblaciones, la emigración y la inmigración, se traduce en influencias recíprocas. Un ejemplo relativamente reciente, tanto de integración de estilos foráneos como de expansión a otros lugares, son los cantes mineros, surgidos de los orígenes campesinos y diversos de los trabajadores y difundidos al moverse estos entre las diferentes cuencas.
Las formas cristalizan al profesionalizarse. Cante y baile se instalan en los cafés cantantes, que desde el sur pasan a otros lugares de España, ayudados por la facilidad en las comunicaciones que establece el ferrocarril, como recuerda Alfredo Grimaldos en su libro Flamencos en el Ferrocarril, al que Nuestro Flamenco dedicó un programa.
Por su posición central, es en Madrid donde confluyen los cantaores en busca de trabajo y, si es posible, de fama. De aquellos cafés se pasa a los tablaos. La época dorada de estos centros, con los que se consolidan unos espacios, y en ellos una forma de cantar que luego se propaga por el mundo, fue la posguerra, sobre todo a partir de los años cincuenta.
El turismo contribuyó a su éxito y difusión. Luego, comenzaron a cerrar. En estos momentos parece difícil su supervivencia.
Uno de los últimos programas de Nuestro Flamenco ha estado dedicado a los artistas que se iniciaron en estas escuelas de cante, donde coincidieron los de varias generaciones. Su influencia mutua contribuyó a actualizar las normas heredadas.
He querido recordar a estos cantaores y guitarristas facilitando el enlace a esta audición y los momentos en que aparecen estos ya clásicos estilos:
En el prólogo guitarrístico:
04:55 "Presagio", taranto, Víctor Monge, Serranito
13:18 "Amanecer malagueño", malagueña, Manolo Sanlúcar
En la sección de cantes:
21:02 Pericón de Cádiz, soleares gaditanas, con Félix de Utrera
28:00 José Menese, tientos, con Melchor de Marchena
37:15 Enrique Morente, caña, con Félix de Utrera
42:58 Ricardo Losada Maya, El Yunque, malagueña, con Serranito
47:45 Curro Lucena, fandangos de Lucena, con Perico el del Lunar, hijo
51:56 Miguel Vargas, soleá, polo y soleá apolá, con Melchor de Marchena
Y añado este documental sobre Manolo Sanlúcar:
"...y en mi música está mi gente".
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