sábado, 31 de julio de 2021

Un español habla de su tierra

Luis Cernuda fue uno de tantos españoles que tuvieron que marchar para no regresar nunca. 

Nada nuevo hay en esta elegía. Ovidio ya reflejó estos sentimientos, y quién sabe cuántos antes de él. Pero la tristeza por lo perdido se renueva en cada uno que la siente y resuena en el lector que la con-siente.

Recordar es despertarTal como lo hallamos en los versos de Jorge Manrique, en algunos países se conserva este viejo significado. Y cuando el alma dormida recobra la conciencia el despertar puede ser muy amargo.

La nostalgia es el resultado de esta vigilia. Si αλγία es dolor νόστος es regreso, este doloroso regreso, contradictorio, porque el retorno verdadero es imposible, embellece lo perdido. El amor inalcanzable al lugar inaccesible es el anhelo más obsesivo.

Dos notas añade el poema a este lamento. Por un lado, la acusación contra los causantes, esos "caínes sempiternos" culpables de tanta pérdida. Por otro, la idea de una recuperación que llegará tarde, cuando, libre de la mentira, alguien busque y no halle lo que se perdió irremisiblemente.

Y no es solamente la vida del poeta. La maldición de Casandra, profetisa en la que nadie creía hasta que ya era inevitable el daño del que avisaba, planea siempre sobre el mensajero que predice desgracias evitables, pero cuyo enunciado amarga y desagrada.

Aquí encontraréis más poemas de Cernuda.


El romance heptasílabo es un verso melancólico. La rima asonante le da un carácter impreciso, distanciador. Aunque ritmo y cadencia coincidan con la cuaderna vía medieval, rompe la cesura que separaba sus hemistiquios, convirtiéndolos en versos separados. La pausa introducida rompe la cadencia monótona del mester de clerecía y aumenta la sensación de ausencia...

Paco Ibáñez, otro ausente, captó el espíritu de la poesía, convirtiéndola en una canción inolvidable.

Las playas, parameras
Al rubio sol durmiendo,
Los oteros, las vegas
En paz, a solas, lejos;

Los castillos, ermitas,
Cortijos y conventos,
La vida con la historia,
Tan dulces al recuerdo,

Ellos, los vencedores
Caínes sempiternos,
De todo me arrancaron.
Me dejan el destierro.

Una mano divina
Tu tierra alzó en mi cuerpo
Y allí la voz dispuso
Que hablase tu silencio.

Contigo solo estaba,
En ti sola creyendo;
Pensar tu nombre ahora
Envenena mis sueños.

Amargos son los días
De la vida, viviendo
Sólo una larga espera
A fuerza de recuerdos.

Un día, tú ya libre
De la mentira de ellos,
Me buscarás. Entonces
¿Qué ha de decir un muerto?

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