viernes, 14 de abril de 2017

Pepe León El Ecijano y El Piyayo

Escuchaba yo el pasado lunes la sesión del programa de Radio Clasica Nuestro Flamenco que podéis oir en el enlace. Luego del habitual prólogo guitarrístico, dedicado en esta ocasión a un hermoso fandango malagueño, la rondeña, sonaron unos tangos poco habituales. La copla empezaba nombrando a aquel viejo cantaor callejero que fue Rafael Flores Nieto, El Piyayo. El cante acababa pidiendo un monumento para él. Ahora, aparte de otros honores, este pobre gitano, tan tardíamente reconocido y del que imagino que no se conservan grabaciones, tiene una estatua en Málaga.


Crecía mi curiosidad cuando al final de estos tangos el conductor del programa José María Velázquez-Gaztelu se refir a ellos como "cantes de El Piyayo", y aún presté más atención cuando inició el diálogo con el intérprete, Pepe León, El Ecijano.

El inesperado nombre, de resonancias romanas, como debe ser tratándose de un ciudadano de mi pueblo (me suena un poco como Escipión el Africano), me sorprendió, porque de Écija, que yo sepa, han salido pocos cantaores. Lo único que en mi infancia cantaban y bailaban las niñas en el Salón, (cuando el Salón era el Salón, con sus bancos, sus palmeras, sus naranjos y el quiosco de la música) eran sevillanas. Así que no considero a mi ciudad precisamente como "la cuna del cante jondo".

Me agradó oir a mi paisano, no solo cantando, sino dialogando de esa forma tan natural en la gente de mi tierra, aunque es seguro que así me lo parece, como a cualquiera, tan solo por haber aprendido a oír y a hablar con ese acento.

Vuelvo al personaje de El Piyayo, que también me evoca aquel tiempo, porque El Piyayo fue además una película del prolífico director Luis Lucia, el que tanto llenó los cines en la época de Franco. Película muy de la época, que naturalmente vi de niño, inspirada por los versos de otro malagueño, José Carlos de Luna, que dicen así:

¿Tú conoces al "Piyayo",
un viejecillo renegro, reseco y chicuelo;
la mirada de gallo
pendenciero
y hocico de raposo
tiñoso…
que pide limosna por "tangos"
y maldice cantando "fandangos"
gangosos?

¡A chufla lo toma la gente
y a mi me da pena
y me causa un respeto imponente!

Ata a su cuerpo una guitarra,
que chilla como una corneja
y zumba como una chicharra
y tiene arrumacos de vieja
pelleja.
Yo lo he visto cantando,
babeando
de rabia y de vino,
bailando
con saltos felinos,
tocando a zarpazos
los acordes de un viejo"tangazo".
Y, a sus contorsiones de ardilla,
hace son con la sucia calderilla.

¡A chufla lo toma la gente
y a mi me da pena
y me causa un respeto imponente!

Es su extraño arte
su cepo y su cruz,
su vida y su luz,
su tabaco y su aguardientillo…
y su pan y el de sus nietecillos:
"churumbeles" con greñas de alambre
y panzas de sapos
que aullan de hambre
tiritando bajo los harapos;
sin madre que lave su roña;
sin padre que "afane"
porque pena una muerte en Santoña;
sin mas sombra que la del abuelo…
¡poca sombra, porque es tan chicuelo!
 
En el Altozano
tiene un cuchitril
¡a las vigas alcanza la mano;
y por lumbre y por luz, un candil.
vacia sus alforjas
que son sus bolsillos,
bostezando los siete chiquillos,
se agrupan riendo.
Y entre carantoñas les va repartiendo
pan y pescao frito,
con la parsimonia de un antiguo rito:
¡chavales!
¡pan de flor de harina!
mascarlo despasio,
mejó pan no se come en palasio.
Y este pescaito, ¿no es na?
¡sacao uno a uno del fondo del ma!
¡gloria pura él!
Las espinas se comen tamié,
que to es alimento…

Asi… despasito.
¡No llores, Manuela!
Tu no pués, porque no tienes muelas.
¡Es tan chiquitita
mi niña bonita!

Así, despasito,
mu remascaito,
migaja a migaja, que dure,
le van dando fin
a los cinco reales que costo el festín.
Luego entre guiñapos durmiendo,
por matar el frío, muy apiñaditos.
La Virgen María contempla al "Piyayo"
riendo
y hay un Angel rubio que besa la frente
de cada gitano chiquito.

¡A chufla lo toma la gente!…
¡A mi me da pena
y me causa un respeto imponente!
José Carlos de Luna (1890-1965)

El poeta seguramente conoció al Piyayo, que murió en 1940.

El tópico del payaso triste está muy gastado (un amigo mío vendía en el Rastro payasos lacrimógenos tocando el saxo, pintados en serie; vendido uno, sacaba otro igual en cuanto el turista se alejaba un poco), pero la realidad de la miseria me impide compartir el desprecio académico por el tema. Ya hable de esto en El frío de los otros.


3 comentarios:

  1. Entrañable, que no se pierdan estas historias

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  2. El Piyayo no tiene y nunca ha tenido estatua o cosa semejante en Málaga; por no tener no tiene ni calle.
    José Carlos de Luna y Rafael Flores Nieto se conocieron personalmente y tuvieron sus más y menos; el Piyayo, y tenía razón, no estaba de acuerdo con la descrpción que de él hacia el poeta en sus versos.

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