Cuando un producto escasea en el mercado y el precio sube, quien pueda producirlo a un costo más bajo y venderlo a un precio alto obtendrá beneficios extraordinarios. Esos superbeneficios puede reinvertirlos para fomentar su exitoso procedimiento. O simplemente embolsárselos.
Quienes diseñaron el sistema marginalista de fijación de precios de la energía debieron pensar que permitiría financiar la investigación en las fuentes de energía renovable. Si se encarecen las no renovables, saldrá a cuenta invertir en renovables, y también en la investigación sobre ellas. Hay una curiosa tendencia a pensar que los resultados de la investigación mantienen cierta proporcionalidad con la cantidad invertida. Parece en principio razonable, y es totalmente cierto cuando el proceso es "a la baja": la reducción de los presupuestos para la investigación la daña sin duda. En sentido contrario la cosa es diferente, porque como ocurre con cualquier crecimiento, hay límites que impiden que se mantenga la ansiada proporcionalidad.
Pero cuando una cantidad relativamente menor del producto caro que se utiliza para cubrir la demanda eleva a muy alto nivel el precio de los baratos, se produce un beneficio disparatado en quienes producen estos últimos. Nada garantiza que se reinvierta con éxito en un crecimiento imposible, pero es fácil que llene los bolsillos de los especuladores.
Entonces, algunos comprenden por fin que este exitoso modo de fijar los precios mayoristas de la energía no beneficia a nadie, salvo a sus beneficiarios.
Antonio Turiel, conocedor del tema (buen conocedor, no uno de esos "expertos" que okupan los medios), ha sido entrevistado últimamente sobre la enfermedad energética que la guerra ha hecho pasar de crónica a una fase aguda. Encuentro una entrevista en arrezafe, que la toma de La Haine, y otra en Público.
En la primera entrevista, realizada por Josep Rexach, avisa de que "si se toman medidas contra Rusia, la crisis de 1929 parecerá una broma al lado de ésta". En la segunda Marc Font es quien pregunta, y Turiel responde categóricamente que "solo un gran descenso del consumo reduciría la importación de gas ruso, pero implicaría una crisis económica".
El ejemplo sobre el sistema marginalista de fijación de precios es demoledor. ¿Debemos pagar las manzanas o el calabacín al precio del azafrán? Dejo a continuación el fragmento de la primera entrevista en que aparece esta comparación.
— Pagamos la electricidad a precio de gas, pues.
— Sí. Es como si vas a la verdulería y pides un kilo de zanahorias que va a un euro el kilo, un kilo de manzanas que cuesta 1,5 euros el kilo, un kilo de calabacín que va a 0,80 el kilo y finalmente pides un poco de azafrán. Pero el azafrán va a 45.000 euros el kilo. Pero coges solo un gramo. En total compras tres kilos de verdura y un gramo de azafrán y te lo cobran todo al precio del azafrán.
"Antonio Turiel, conocedor del tema (buen conocedor, no uno de esos "expertos" que okupan los medios)". Acertada puntualización. Lamentablemente, el conocimiento y la sensatez no tienen buena prensa, o mejor dicho, no la tienen en absoluto.
ResponderEliminarLos medios de masas son enemigos del conocimiento y la sensatez. La gente engañada por ellos se siente burlada si lo reconoce. Como dijo Mark Twain, "Es más fácil engañar a la gente que convencerlos de que han sido engañados".
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