Dentro de los actos conmemorativos del quincuagésimo aniversario de la Escuela de Arquitectura de A Coruña, Celestino García Braña, que fue profesor en ella durante muchos años, fue invitado a pronunciar una conferencia en la que analizó la figura y la obra la del gran arquitecto finlandés Alvar Aalto, comentando una de sus obras más representativas: la Villa Mairea.
Hace casi seis décadas que conozco a Celestino. Estudiamos juntos la carrera, compartimos un estudio de estudiantes (valga la redundancia) y la militancia política en los estertores del franquismo, nos trasladamos casi a la vez a Pontevedra y allí compartimos trabajo varios años. Después la docencia nos alejó. Él fue a Coruña, yo a Vigo.
En la Escuela fue director del Departamento de Composición. Actualmente es vicepresidente de la Real Academia de Bellas Artes de Galicia y presidente del Docomomo Ibérico.
Varios puntos interesantes de la conferencia quiero señalar.
Es el primero su observación inicial, que comparto, como lo haría cualquier enseñante que ame su trabajo, de que el docente es quien más aprende. ¡Ya nos gustaría que todos los alumnos asimilaran lo que se les quiere enseñar con la riqueza y concreción que el buen profesor adquiere preparando una clase! Porque su mayor deseo no es aprender, sino que aprendan los demás.
Aunque centrada en una sola obra de un solo arquitecto, la elección del mismo no es casual.
Alvar Aalto es uno de los "cinco grandes" del movimiento moderno de los que nos hablaba en sus clases nuestro primer profesor de proyectos, Alejandro de la Sota. Aún con la dificultad de elegir entre tantos destacados arquitectos, se considera habitualmente como figuras canónicas a Le Corbusier, Ludwig Mies van der Rohe, Gropius, Frank Lloyd Wright y Alvar Aalto.
La mayoría de ellos seguían cierta ortodoxia, sin que eso quisiera decir dogmatismo cerrado, porque en sus trayectorias se encuentran obras muy diversas y una evolución a lo largo del tiempo. Pero nuestro arquitecto fusionaba en una misma obra elementos muy diversos, formas y elementos tradicionales que no impedían su plena inmersión en la vanguardia. Podemos decir que era un arquitecto dialógico, cuyas obras son verdaderas síntesis dialécticas.
Hace Celestino una comparación entre su trayectoria y la de su país. Finlandia fue un cuerpo extraño entre los imperios sueco y ruso que al lograr por fin su independencia quiso insertarse de lleno en la modernidad, pero sin abandonar sus viejas tradiciones. Una difícil aventura que también pretendió, y logró ampliamente, nuestro arquitecto.
Dos grandes artistas finlandeses expresan perfectamente la idiosincrasia de su país. El otro es Jean Sibelius. Ambos comparten ese anhelo por avanzar sin perder sus raíces.
La Villa Mairea que aquí se analiza es una de las mayores síntesis en cuanto a espacios, materiales y sistemas estructurales que proyectó y realizó nuestro arquitecto, en compañía de su esposa Aino Aalto, con la que siempre colaboró, aunque, como suele suceder, ella permaneciera un tanto en la sombra. La fructífera tensión entre sus diferentes temperamentos es otro buen ejemplo de síntesis dialéctica complementaria.
Visionad con calma este vídeo, que Celestino ameniza con numerosas imágenes y algo de música (de Sibelius, naturalmente).
Como curiosidad, hay parecidos sorprendentes entre la arquitectura tradicional de Finlandia y Japón que no pasaron inadvertidos para el arquitecto finlandés (ni para nuestro astur-leonés-galaico).
(Caray, Celes, ¡qué feo te han sacado en la carátula de este vídeo! Y la marquesina que parece coronarte ¿es un birrete o un tricornio?).
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