jueves, 30 de marzo de 2023

Entenguerengue

Hacía tiempo que no usaba esta expresión, que define bastante bien nuestro sistema económico, parecido a los juegos malabares en los que un bolo pasa rápidamente de una mano a otra mientras varios más van por el aire.

La actual estructura económica mundial la explica el profesor de Economía Aplicada de la Universidad de Vigo Iago Santos Castroviejo en su artículo Las redes y estructuras del poder político-económico en España, publicado en el número 257 de Nuestra Bandera.

Hay una tendencia "natural" hacia la concentración de la riqueza y la desigualdad en este sistema de (no tan) libre mercado. Por una parte, en cada crisis los que resisten se hacen a bajo coste con las empresas que se hunden. Por otra, los grandes inversores diversifican sus apuestas y van construyendo redes de participaciones cruzadas:

...desde los años ochenta del siglo pasado, pero ya de forma clara en todo el siglo XXI, la inmensa mayoría de las empresas del planeta, desde luego en el hemisferio occidental, han formado una red densa e hiperconectada de accionistas que tienen participaciones mutuas y cruzadas. BlackRock, por ejemplo, tiene participaciones en más de cuatro mil empresas trasnacionales, en casi todas las cotizadas y en muchas más que no cotizan en bolsa. La carta de Larry Fink, director ejecutivo de BlackRock, a los accionistas, partícipes y participadas contiene declaraciones de intenciones muy tomadas en cuenta, pero lo que importa son mucho más los recurrentes encuentros y negociaciones continuadas de Fink con empresas, sectores, gobiernos, bancos centrales e inversores.

BlackRock es el más importante de los fondos globales, pero otros varios no le van a la zaga. En conjunto, la «red global de empresas» si se me permite llamarla así está muy concentrada, interconectada y centralizada.

La resultante es que casi todas las empresas del mundo están participadas por los mismos inversores sin fronteras...

En las cuatro redes del poder social (IEMP: ideológica, económica, militar, política) las instancias de decisión están fuertemente conectadas e interrelacionadas. Tan solo 389 personas ocupan el ápice de las estructuras del poder mundial:

los 199 miembros de los consejos de los 17 «gigantes financieros globales"»;

los 85 «facilitadores» (miembros del Grupo de los Treinta y del comité ejecutivo de la Comisión Trilateral);

los 35 miembros del Consejo Ejecutivo del Consejo Atlántico (estos detentan el ápice del diseño de las estrategias militares consistentes con la CCT, Clase Capitalista Transnacional, o mejor de la élite del poder global: «los 389»). Los que se ocupan del poder militar son llamados «protectores»;

y los miembros de los consejos de las seis mayores empresas de comunicación y otras tres de publicidad.

Este es el núcleo de la élite capitalista global, «centro de control de las redes no-gubernamentales de formulación de políticas que gestionan, facilitan y protegen la concentración continua del capital mundial».

¿Y qué ocurre en nuestro país? Pues que un núcleo aún más reducido es el que lo decide todo. Como denuncia este profesor, el poder económico español está en manos de media docena de equipos de accionistas y altos directivos. «Nos enfrentamos cada vez más a una economía capitalista obediente, muy lejos del mito de una economía puramente competitiva, del engaño de una economía regida por el mercado, aunque éste sea un espacio económico fundamental». Esto es válido tanto para la economía global como para la española, «con el agravante de que las estrategias que han aplicado los gobiernos españoles están siendo demasiado obedientes a los poderes de los inversores sin fronteras y dejando al país mucho más incapaz de decidir y apostar por su futuro, de modo que sólo podrá ocupar el lugar que ese núcleo de inversionistas externos diseñe para él»:

Ni el gobierno español, ni el gobierno alemán ni el Banco Central Europeo: el equipo ejecutivo del Banco Santander, Inditex, Caixabank, BBVA y Telefónica son los que concentran el poder económico en España, aunque poco a poco también hay una progresión creciente de los llamados 'inversores globales' o 'inversores sin fronteras', empresas y fondos de inversión, en su mayoría de Wall Street y la City de Londres, que tienen el 80% del control de la red global de empresas.

Quienes manejan estas redes interconectadas cada vez son menos, pero se siguen rigiendo por la vieja ley de bronce que no pueden soslayar. Si dentro del núcleo se vigilan y compiten ferozmente, hacia el exterior hay una férrea unanimidad para eliminar a cualquier competidor que asome la cabeza, y para extraer la máxima riqueza sea cual sea el coste social o medioambiental.

Pero al mismo tiempo esta estructura tiene una gran fragilidad. La búsqueda de rentabilidad por encima de todo que está en su naturaleza ha exacerbado hasta el límite la especulación financiera. Hoy mismo leía que en esa demencial ciudad que es Dubai hay cajeros automáticos para comprar oro. ¡Cada diez minutos revisan la cotización!

¿Qué clase de estabilidad se puede construir sobre esta absurda economía?

Este artículo lo explica claramente:

Coitus interruptus de la economía neoliberal



Las autoridades de Estados Unidos y Europa no paran de repetir en los últimos días que el sistema bancario es sólido y que no hay que preocuparse porque están preparadas para evitar que pueda tener problemas.

Es mentira.

Los bancos de todo el mundo están quebrados por definición. Es materialmente imposible que puedan devolver a sus clientes el dinero que estos tienen depositado en sus cuentas por la sencilla razón de que no lo tienen. Si los bancos no caen es porque consiguen hacer creer a sus clientes que pueden tener confianza en ellos y no ir rápidamente a retirar su dinero. Cuando la pierden, como ha pasado últimamente con varios bancos de Estados Unidos o con el Credit Suisse, enseguida se vienen abajo.

Pero ni siquiera eso es lo peor.

Como añadidura, las inversiones que los bancos llevan a cabo con el dinero de sus clientes son cada día más arriesgadas. Lo colocan (sin informarles, en la inmensa mayoría de las ocasiones) en negocios puramente especulativos y, una buena parte de ellos, incluso en la sombra; es decir, al margen de todo tipo de control. Tanto, que ni siquiera los incluyen en sus balances, tal y como reconoció el Banco Internacional de Pagos en un informe reciente en el que señalaba que los bancos tienen deuda oculta por valor diez veces mayor que el de su capital.

En concreto, la banca internacional realiza la mayor parte de su inversión en los llamados derivados. Dicho de la manera más sencilla y clara, estos son simplemente unos productos financieros concebidos para apostar tomando préstamos porque, efectivamente, el sistema financiero se ha convertido en un inmenso casino, tal y como lo definió el premio de Economía del Banco de Suecia Maurice Allais.

Aunque es muy difícil saber exactamente la cifra de ese negocio, pues la mayoría de los intercambios se realiza de forma privada, las estimaciones van desde los 600 billones (millones de millones) de dólares del Banco Internacional de Pagos, hasta los 1.000 billones. Esta es la auténtica bomba de relojería sobre la que está sentada la banca internacional. La que aún no ha explotado pero que explotará irremisiblemente y con consecuencias difíciles de imaginar si los gobiernos y bancos centrales siguen permitiendo ese negocio, como hasta ahora.

Supuestamente, quienes operan con derivados lo hacen para defenderse ante el cambio en algún tipo de circunstancia (tipo de interés, prima de riesgo, quiebra, incumplimiento de pago...). La realidad, sin embargo, es que se utilizan para especular, aprovechando los cambios en esas mismas circunstancias que los grandes operadores pueden provocar a su conveniencia. Y eso es lo que puede dar lugar a gravísimos problemas si el riesgo inherente a esas operaciones se desajusta en algún momento y perjudica al mismo tiempo a varios operadores. Algo que ocurrirá antes o después necesariamente, por ley de los grandes números y por la naturaleza intrínseca del negocio: si alguien pide prestado para comprar un seguro (un derivado) por el cual cobrará si arde la casa de su vecino y, puesto que la casa no es suya, le interesa que arda cuanto antes para cobrarlo. Y de ahí a que sea él mismo quien la incendie puede haber muy poca distancia.

Todos los bancos del mundo están involucrados en este tipo de operaciones (por no hablar del tráfico de armas o de personas o del lavado de dinero que para ellos es peccata minuta o calderilla) y eso quiere decir que unos alimentan constantemente el riesgo que afecta a los demás. Antes o después, cuando se vea afectado uno de los grandes bancos, el sistema comenzará a arder en mucha mayor medida en que ya lo hizo en 2007-2008. Créanme, lo que han visto hasta ahora no es nada en relación con lo que, antes o después, va a producirse.

El riesgo diario de crisis bancaria tiene también que ver con la naturaleza del negocio bancario.

La gente cree que los bancos ganan dinero aceptando depósitos de sus clientes, pero eso no es así. El negocio de la banca es dar préstamos y la clave está en que eso puede hacerlo sin disponer de recursos previos: el dinero que prestan a sus clientes lo crean de la nada, mediante simples anotaciones contables.

Es verdad que los bancos centrales les obligan a mantener en sus cajas una parte de los depósitos o del capital, pero es un porcentaje no mayor del 1% en Europa, es decir, insignificante. Y, además, pueden disponer de él una vez que ya han dado los préstamos, simplemente pidiendo prestado a los bancos centrales.

Ese privilegio es el que hace que la economía mundial descanse (si es que se puede utilizar esta palabra en este caso) sobre otra bomba: la de la deuda.

¿Qué banco va a renunciar a hacer negocio haciendo crecer la deuda si puede obtener el dinero para ganar dinero con ella sin coste alguno?

La consecuencia es doble. Una, que los bancos influyen para que las políticas económicas frenen la generación de ingreso y obliguen a gobiernos, empresas y hogares a endeudarse sin parar, lo cual frena la economía y hace que siempre vaya a trompicones. Otra, que la deuda, gracias al tipo de interés compuesto, crece exponencialmente (una deuda al 4% se duplica en 18 años y al 7% en 10), mientras que la economía normal, la productiva, no puede crecer así, sino más lentamente y con altos y bajos. Eso produce algo que sabemos desde los códigos babilónicos: periódicamente las deudas estallan, es imposible pagarlas y todo se viene abajo, salvo que se anulen por completo.

Y, para terminar, hay un último problema. Funcionando sobre estas bases que acabo de señalar, los bancos se han convertido en el principal factor de perturbación y crisis de las economías modernas. Las autoridades lo saben perfectamente y tratan de establecer controles y normas que impidan que se salgan de madre cada dos por tres a base de inversiones arriesgadas, deuda incontrolable o sencillamente de estafas, como las que provocaron la crisis de 2007. Pero los bancos son las instituciones más poderosas del planeta y no se dejan atar fácilmente.

En Estados Unidos son copropietarios de la Reserva Federal, es decir, participan en la toma de las decisiones, de modo que pueden evitar fácilmente que se adopten las que no les conviene o reducen sus beneficios. En Europa, el Banco Central Europeo está dirigido por exdirectivos de los grandes bancos y quienes no lo han sido saben que pueden terminar en ellos una vez que concluyan allí su actividad (véanse los consejos de administración privados en donde han acabado los antiguos gobernadores del Banco de España, sin ir más lejos).

Sirva un solo ejemplo de lo que digo: para evitar que la quiebra de hecho de los bancos se refleje claramente, se les permite que valoren sus activos, en sus balances o a la hora de pedir préstamos o ayudas, a los precios que más les convengan y no a los actuales, los de mercado. Una práctica fraudulenta que obviamente no se permitiría a ninguna empresa o persona individual.

Gracias al poder que tiene, la banca actúa sabiendo que cualquiera que sea su mala práctica recibirá la ayuda necesaria cuando, por su causa, se encuentre en dificultades. Ayuda que, naturalmente, se le da siempre a cuenta del resto de contribuyentes.

Y el poder absoluto del que goza le permite, además, poner a su disposición a las auditoras, medios de comunicación, políticos y académicos en todo el mundo con el único fin de tapar su praxis peligrosa y fraudulenta y el riesgo que constantemente genera al resto de la economía.

No exagero: la auditora KPMG dio su visto bueno a las cuentas de los bancos Silicon Valley Bank y Signature solo dos semanas antes de su caída; la revista Forbes acababa de incluir a Silicon Valley entre los mejores bancos del planeta, y los más grandes del mundo (Deutsche Bank, HSBC, Santander, Citibank...) han sido condenados y multados en numerosas ocasiones (eso sí, con cantidades irrisorias) por lavado de dinero, fraude fiscal, fraudes bancarios, obstrucción a la justicia, mal asesoramiento a sus clientes, manipulación de tipos de interés... o han sido considerados responsables de la crisis de 2007-2008, sin que nada les haya pasado después.

Las reformas legales que se debían haber puesto en marcha después de esa última crisis y que las autoridades anunciaron a bombo y platillo o no se han aplicado o se han aplicado con alcance muy insuficiente. Los bancos pueden más que los gobiernos y les obligan a dejarlos actuar bajo una regulación defectuosa, porque les permite actuar como he explicado. Sabemos que, hasta ahora, los han dejado actuar prácticamente a sus anchas. La incógnita es si, cuando todo estalle, van a disponer de agua suficiente para aplacar el incendio. Lagarde dijo ayer que sí pero sabe perfectamente que si la crisis proviene de los derivados será materialmente imposible apagar el fuego.

Sólo los ingenuos y mal informados pueden creerse lo que nos están diciendo los irresponsables dirigentes de los gobiernos y bancos centrales: el sistema bancario no es sólido sino una bomba que va a explotar, lo malo de la crisis bancaria está por llegar, es inevitable si persisten en las medidas que están tomando y, como explico en mi último libro
Más difícil todavía, lo malo es que no solo será bancaria sino que afectará a todas las empresas y al conjunto de la economía.

Infórmense bien, lean, descubran las numerosas alternativas que los economistas críticos ofrecen para que el sistema bancario sea estable, seguro y accesible, y no dejen que les quiten su dinero delante de sus narices.

*******

En la misma línea, este otro artículo, del que destacaré una frase que hace ver que el problema no es ni técnico ni ético, sino las dos cosas a la vez:

¿El problema es sistémico o individual? Ambas cosas no se excluyen mutuamente. El capitalismo engendra los corruptos y recompensa a los más inmorales de ellos. Los crímenes y las crisis no son desviaciones irracionales de un sistema racional, sino resultados racionales de un sistema irracional.

Ni sí ni no, sino todo lo contrario...


Apocalipsis autoinfligido del capitalismo

Michael Parenti

Una bestia que se devora a sí misma

El Estado capitalista tiene dos funciones que los pensadores han reconocido hace tiempo. Primero, como cualquier otro Estado debe proveer servicios que no pueden ser ofrecidos de modo fiable por medios privados, como un tráfico seguro y ordenado. Segundo, el Estado capitalista protege a los ricos contra los que nada tienen, asegurando el proceso de acumulación de capital en beneficio de los acaudalados y sus intereses, mientras margina contundentemente las demandas de la masa trabajadora...

Existe una tercera función del Estado capitalista, pocas veces mencionada, que consiste en impedir que el sistema capitalista se devore a sí mismo. Consideremos la contradicción central señalada por Karl Marx: la tendencia a la sobre-producción y a la crisis del mercado. Una economía dedicada a acelerar el ritmo de trabajo y los recortes salariales, a hacer que los trabajadores produzcan cada vez más por cada vez por menos, siempre se arriesga a la quiebra. Para maximizar los beneficios, los salarios han de mantenerse bajos, pero alguien ha de adquirir los bienes y servicios producidos, para lo cual hay que mantener altos los salarios. Hay una tendencia crónica –como estamos viendo hoy en día– hacia la sobre-producción de bienes y servicios del sector privado y un infra-consumo de necesidades por parte de la población trabajadora.

Además, existe una autodestrucción, frecuentemente obviada, protagonizada por los propios acaudalados. Si se deja que funcione sin supervisión alguna, el componente más poderoso del sistema financiero comienza a devorar fuentes de riqueza menos organizadas.

En lugar de tratar de ganar dinero a través de la ardua tarea de producir y vender bienes y servicios, los depredadores sangran directamente los flujos de dinero de la propia economía. Durante los años noventa presenciamos el colapso de toda una economía en Argentina, cuando descontrolados libre-mercaderes despojaron a las empresas, se embolsaron sumas inmensas y dejaron la capacidad productiva del país sumida en el caos. El Estado argentino, engullido por una pesada dieta de ideología de libre mercado, vaciló en su función de salvar al capitalismo de los capitalistas.

(...)

El mercado libre es de por sí un sistema amoral, sin constricciones, más allá de la advertencia “caveat emptor” [término legalista definido como ‘advertencia que exime de responsabilidad al vendedor ante la insatisfacción del cliente'].

En la catástrofe de 2008-2009, el creciente excedente financiero supuso un problema para la clase acaudalada: no había suficientes oportunidades para la inversión. Sin saber qué hacer con tanto dinero acumulado, los grandes inversionistas vertieron inmensas sumas en inexistentes mercados de la vivienda y en otras operaciones problemáticas, un juego de trileros de hedge funds, derivados, elevado apalancamiento, credit default swaps [derivados financieros asociados al riesgo de crédito de los bonos emitidos por una empresa o un gobierno], préstamos depredadores... y lo que fuese.

Entre las víctimas del desastre hubo otros capitalistas, pequeños inversores y numerosos trabajadores que perdieron miles de millones de dólares en ahorros y pensiones. Tal vez Bernard Madoff haya sido el bandido estrella. Descrito como «líder de larga trayectoria en la industria de los servicios financieros», Madoff dirigió un fondo fraudulento que se embolsó 50.000 millones de dólares de adinerados inversionistas, a los cuales pagó «con dinero que no existía», como el mismo confesó. La plutocracia devora a sus propios hijos.

(...)

¿La crisis de 2008-2009, es causada por una tendencia crónica a la sobre-producción y la híper-acumulación financiera, como diría Marx? ¿O es el resultado de la avaricia personal de indivíduos como Bernard Madoff? En otras palabras: ¿el problema es sistémico o individual? En los hechos, ambas cosas no se excluyen mutuamente. El capitalismo engendra los corruptos y recompensa a los más inmorales de ellos. Los crímenes y las crisis no son desviaciones irracionales de un sistema racional, sino todo lo contrario: son los resultados racionales de un sistema básicamente irracional y amoral.

(...)

Resumiendo, el capitalismo corporativo de libre mercado es, por su propia naturaleza, un desastre siempre a la espera de suceder. Su esencia es la transformación de la naturaleza viva en montañas de mercancías y las mercancías en cordilleras de capital muerto. Cuando se le deja hacer lo que quiera, el capitalismo endosa sus disfuncionales economías y su toxicidad a la población general y al entorno natural, y termina devorándose a sí mismo.

La inmensa desigualdad económica existente en nuestra sociedad capitalista se traduce en una formidable desigualdad en el ámbito del poder político, lo que hace que sea tanto más difícil imponer regulaciones democráticas.

(...)

3 comentarios:

  1. Una gigantesca estafa sin la cual les sería imposible a sus promotores apropiarse de la riqueza ajena, sufragar sus guerras y detentar el inmenso poder que detentan.

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  2. Hola, Juan José. Aquí te dejo el enlace a una interesante granaína árabe.

    https://youtu.be/sXfZASh9N6Y

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    1. Muchas gracias. Sería interesante conocer la letra

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