A lo largo del tiempo de vida de este blog, me he esforzado en diferenciar los procesos reversibles de los irreversibles, y en mostrar que cuanto más desequilibrio hay en un sistema los cambios son más rápidos y más caóticos. En los procesos caóticos, a diferencia de los ordenados y predecibles, pequeños cambios en las condiciones iniciales pueden conducir a enormes diferencias en los resultados finales. Como no sabemos cual puede ser el resultado de las decisiones que tomemos, hay que ser muy consciente de ellas.
Este suele ser el mensaje que continuamente nos lanza Wallerstein. El futuro no está escrito, y depende de todos y cada uno de nosotros. Cada decisión es importante.
Porque, como deja claro el autor, el sistema se cae y ya no se puede parchear más. Entramos en una nueva fase llena de turbulencias.
Pero así es la historia.
Este suele ser el mensaje que continuamente nos lanza Wallerstein. El futuro no está escrito, y depende de todos y cada uno de nosotros. Cada decisión es importante.
Porque, como deja claro el autor, el sistema se cae y ya no se puede parchear más. Entramos en una nueva fase llena de turbulencias.
Pero así es la historia.
El caos de la imagen aún se puede retrotraer a un estado anterior... |
...éste ya no: el proceso fue "demasiado rápido" |
Es doloroso vivir en medio del caos
La Jornada
El sistema-mundo
está en serios problemas y está ocasionando malestar a la vasta mayoría
de la población mundial. Los expertos y los políticos se aferran a un
clavo ardiendo. Magnifican cada ocurrencia de las leves mejoras
momentáneas, por lo común transitorias, de las varias medidas que
estamos acostumbrados a utilizar.
En el lapso de más o menos un
mes, de pronto se nos puede decir, al ir terminando el año calendario,
que el mercado se veía mucho mejor en Estados Unidos, pese a haberse
visto peor en Europa, Rusia, China, Brasil y otros muchos lugares. Pero
conforme arribó el nuevo año hubo una seria caída en los precios de
acciones y bonos en Estados Unidos. Fue ésta una voltereta rápida y
marcada. Por supuesto, de inmediato los expertos dieron explicaciones,
pero ofrecieron una amplia gama de ellas.
La cuestión real en
cualquier caso no son los precios de los bonos o acciones en algún país.
Es el panorama del sistema-mundo como un todo, que no me parece que se
mire muy bien. Para nada. Comencemos con el principal indicador
utilizado por los pensadores del establishment –las tasas de
crecimiento.
Por
tasas de crecimiento tendemos a querer decir precios en la bolsa de
valores. Por supuesto, como sabemos y es obvio, muchas cuestiones
diferentes a una mejora en la economía pueden conducir a una alza en los
precios de la bolsa: primero que nada, la especulación. La especulación
se ha vuelto tan fácil y está tan incrustada en las actividades diarias
de los grandes operadores en el mercado mundial que hemos comenzado a
asumir que esto no es sólo normal, sino más o menos deseable. En
cualquier caso, tendemos a argumentar que no hay nada que alguien pueda
hacer para detenerlos, si quisiéramos hacerlo. Esta última suposición es
probablemente correcta, lo que justo es el problema.
En mi
opinión, el único indicador que mide el bienestar de la economía-mundo y
el bienestar de la vasta mayoría de la población mundial es el de las
tasas de empleo. Hasta donde logro entender, el desempleo ha sido
anormalmente alto por algún tiempo, si se mira el mundo como un todo. Es
más, la tasa ha ido subiendo constante (no descendiendo) durante los
últimos 30 o 40 años. Lo mejor que parecemos poder anticipar es que la
tasa se estabilizará donde está. Revertir la tendencia no parece
probable. Por supuesto, si uno mide las tasas de empleo país por país,
éstas varían y oscilan. Pero a nivel mundial, la tasa de desempleo ha
estado subiendo regularmente. La realidad es que hemos estado viviendo
en medio de un sistema-mundo que oscila salvaje, y esto es muy doloroso.
Las tasas de empleo no son las únicas tasas que oscilan. Sólo miden la
más inmediata fuente de malestar. Las tasas de cambio entre divisas
importantes pueden ser también una fuente visible de malestar para
muchas personas de todos los niveles de ingreso. Hasta el momento, el
dólar crece con rapidez vis-à-vis casi todas las otras divisas.
Una tasa de cambio al alza favorece importaciones baratas y baja la
inflación. Pero afecta a los exportadores, como ya sabemos, y pone en
riesgo la deflación de más largo plazo.
Los costos de la energía
también oscilan salvajes. El ejemplo más obvio es el petróleo. El precio
estaba al principio en marcada subida por todo el mundo durante casi
todo 2014, lo que brindó enormes ingresos y poder político a los países
que eran productores (y a los Estados en América del Norte que eran
productores). Luego, parece que de repente, se dijo que hubo una
superabundancia en el mercado, y los precios de la energía comenzaron a
catapultarse hacia abajo hasta un nivel bastante bajo. Aquellas
estructuras políticas que habían aprovechado de la subida, ahora
tuvieron que enfrentar un aumento en deuda soberana y ciudadanos
infelices.
Con toda seguridad, hay un factor político involucrado
en estos alocados vaivenes. Pero se ha sobredimensionado la capacidad,
de aun los grandes productores como Arabia Saudita o Texas, para afectar
los vaivenes en los precios. Estos vaivenes son como tornados que
destrozan casas en su camino. En el proceso, las instituciones bancarias
que le habían apostado a la dirección de los precios (en cualquier
sentido) se encontraron en problemas radicales, y sin un respaldo
garantizado de sus gobiernos.
Las alianzas geopolíticas son casi
tan inestables como el mercado. Estados Unidos ha perdido su
incuestionable hegemonía del sistema-mundo y nos hemos movido a un mundo
multipolar. La decadencia estadunidense no comenzó recientemente, sino
en 1968. Durante mucho tiempo fue una decadencia lenta, pero se hizo
precipitada después de 2003, como resultado del desastroso intento de
revertir la decadencia invadiendo Irak.
Nuestro mundo multipolar
cuenta con 10-12 potencias con fuerza suficiente como para emprender
políticas relativamente autónomas. No obstante, entre 10 y 12 es un
número demasiado grande como para que alguna de ellas esté segura de que
sus puntos de vista prevalecerán. El resultado es que estas potencias
están barajando alianzas constantemente con tal de no verse desplazadas
por las maniobras de las otras.
Muchas decisiones geopolíticas
(si no es que casi todas) son imposibles de controlar, aun por los
poderes más fuertes, porque no hay buenas opciones disponibles. Miren lo
que está ocurriendo en la Unión Europea. Grecia está por celebrar
elecciones, en las que parece que Syriza, el partido anti-austeridad,
puede ganar. La política de Syriza es exigir una revisión de las medidas
de austeridad impuestas a Grecia por una coalición de Alemania,
Francia, el Fondo Monetario Internacional e indirectamente el
Departamento del Tesoro estadunidense. Syriza dice que no quiere
abandonar el euro y que no lo va a hacer.
Alemania dice que no será
chantajeadopor Grecia para alterar su política. ¿Chantajeado? ¿Puede la pequeña Grecia chantajear a Alemania? En un sentido los alemanes tienen razón. Con Syriza los griegos van a estar jugando bola ruda. La zona del euro no tiene previsiones acordadas ni para la retirada ni para la expulsión. Si las fuertes potencias intentan expulsar a Grecia de la zona del euro, un gran número de países pueden apresurarse a una retirada por buenas o malas razones.
Muy pronto la zona del euro podría no
existir ya, y Alemania sería el perdedor individual más grande. Así,
desde el punto de vista de Alemania (y de Francia), las exigencias de
los griegos son una propuesta donde todos pierden. Hasta el momento
Alemania mantiene su postura pero ha suavizado la amenaza de expulsión.
Francia ha dicho que está contra la expulsión. Esto sirve a los
objetivos de Syriza. Que en particular Alemania pierda sin importar que
postura escoja ahora es una de las consecuencias políticas del caos.
El
sistema-mundo se está autodestruyendo. El sistema-mundo se encuentra en
lo que los científicos de la complejidad llaman una bifurcación. Éste
significa que el sistema actual no puede sobrevivir, y que la real
cuestión es qué lo reemplazará. Aunque no podemos predecir qué clase de
nuevo sistema emergerá, podemos afectar la decisión entre las
alternativas sustantivas disponibles. Pero sólo podemos esperar hacerlo
mediante un análisis realista de los vaivenes caóticos existentes sin
esconder nuestros esfuerzos políticos tras espejismos acerca de reformar
el sistema existente o mediante intentos deliberados por ofuscar
nuestro entendimiento.
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