No voy a repetir argumentaciones que los lectores de este blog conocen de sobra: copio más abajo el artículo que motiva esta entrada, de François Houtart, actualmente profesor en el IAEN, Ecuador. Sí me quiero detener en algunos datos escalofriantes:
Solamente en el Brasil hubo, en 2013, una deforestación de 763 mil kilómetros cuadrados, es decir, tres veces el estado de Sao Paulo o 21 veces Bélgica, o también 184 millones de campos de futbol.Una disminución de 40 por ciento de la selva significaría el inicio de un proceso de transición hacia la sabana. Actualmente 20 por ciento ha sido destruida y otro 20 por ciento están seriamente afectados. Según una declaración de la FAO, el Día Internacional de la Selva de marzo de 2014, si la evolución sigue igual, dentro de 40 años no habrá más selva amazónica, sino una sabana con algunos bosques.En Ecuador, son más de 16 mil millones de galones de agua contaminada que fueron enviados por Texaco a los ríos de la Amazonia. Unas mil piscinas de desechos no dejan de filtrar crudo en los suelos, tras 30 años de la salida de la compañía. En 1993, 30 mil ecuatorianos afectados presentaron en Nueva York un reclamo judicial. Se trata de la catástrofe más grande de derrames en años recientes en los mares.En Loretto, Perú, el derrame total fue de 2 millones 637 mil barriles (353 mil toneladas). En 1979 fue de 287 mil toneladas (10 veces más que la catástrofe de Exxon Valdez). Hubo afectaciones prácticamente irreversibles, tomando siglos la rehabilitación. Metales pesados, cadmio, arsénico, plomo, etcétera, superaron 322 veces los límites máximos permitidos.En el estado de Pará, norte del Brasil, la empresa Vale ha recibido una concesión de más de 600 mil hectáreas y las explotaciones de minas de cobre y oro se añaden a las de hierro, transformando grandes superficies en paisajes lunares.En Perú, en la cordillera del Cóndor, la firma canadiense Afrodita recortó una parte del parque Ichigkat Muja para actividades mineras.En el lado ecuatoriano, el yacimiento Cóndor-Mirador se encuentra en conflictos con las comunidades indígenas por falta de precaución ambiental y de estudios de impactos.Los monocultivos de soya y palma, en grandes rectángulos, vistos desde un avión parecen como heridas abiertas en el paisaje. El código forestal brasileño explica en su introducción que el país quiere favorecer laagricultura moderna, es decir, industrial. El Rey de la soya es el gobernador del estado de Mato Grosso.En Brasil, la represa de Itaipu tiene un lago artificial de 200 kilómetros de largo, cubriendo un área de mil 400 kilómetros cuadrados.En el proyecto del río Madeira, en el estado de Rondonia, 10 mil personas fueron obligadas a dejar su hogar.La hidro-eléctrica Belo Monte, sobre el río Xingu, inundó 500 kilómetros cuadrados, afectando a 40 mil familias.El embalse de Balbina, durante los tres primeros años de su existencia, ha emitido 23 mil 750 toneladas de C02 y 140 mil toneladas de metano.
Si extrapoláis los datos e imagináis el mundo de mañana mismo, espero que por viejos que seáis os importe y os haga reaccionar.
Hace muchas décadas, mi padre imaginaba el planeta como un leño devorado por la carcoma o las termitas. ¿A dónde podrá ir la bichería cuando lo consuma por completo?
La Jornada
En Lima, Naciones Unidas organizó en diciembre de 2014 la última reunión preparatoria a la Conferencia de París sobre el Clima de 2015. Hubo varias referencias a la selva amazónica y también, al margen del encuentro oficial, se organizó un Tribunal de Opinión sobre el Derecho de la Naturaleza, que tocó también el tema.
El problema climático es bastante simple. Al
tiempo que las actividades humanas producen más gases de efecto
invernadero se destruyen los pozos de carbono, es decir, los lugares
naturales de absorción de estos gases: las selvas y los océanos. El
resultado es que el planeta no puede regenerase plenamente y que ya
necesitamos un planeta y medio para la restauración de la naturaleza,
pero tenemos solamente uno.
Tres grandes lugares del mundo tienen
reservas forestales importantes reguladoras de los ecosistemas
regionales: Asia del sur-este (Malasia e Indonesia), África central
(Congo) y la Amazonia. El primero ya ha prácticamente desaparecido:
Malasia e Indonesia han destruido más de 80 por ciento de sus selvas
originarias para la plantación de palma africana y de eucaliptos. En el
Congo, las guerras habían parado la explotación de madera y la
extracción minera, pero estas actividades se renovaron durante los 10
últimos años. La Amazonia está en pleno proceso de degradación.
Las funciones geológicas de la selva amazónica
Con
4 millones de kilómetros cuadrados en nueve países, almacena un total
de 109.660 millones de toneladas de C02, es decir, 50 por ciento del C02
de los bosques tropicales del planeta. Un total de 33 millones de
personas viven en esa región, y entre ellas 400 pueblos indígenas.
Un estudio de un científico brasileño, Antonio Donato Nobre, O futuro climático da amazõnia. Relatorio de avaliação científica,
describe de manera impresionante las funciones de la selva amazónica.
Recogió los estudios hechos en Brasil. La historia geológica de la
Amazonia es muy anciana. Se tomaron decenas de millones de años para
construir la base de la biodiversidad de la selva, que estableció esta
última como
máquina de regulación ambientalde alta complejidad. Se trata de
un océano verdeen relación con el océano gaseoso de la atmósfera (agua, gases, energía) y con el océano azul de los mares, dice el autor.
Las
principales funciones son cinco. Primero, la selva mantiene la humedad
del aire, permitiendo lluvias en lugares lejos de los océanos, gracias a
la transpiración de los árboles. En segundo lugar, las lluvias
abundantes ayudan a conservar un aire limpio. Tercero, se conserva un
ciclo hidrológico benéfico aún en circunstancias adversas, porque la
selva aspira el aire húmido de los océanos para dentro, manteniendo
lluvias en cualquier circunstancia. La cuarta función es la exportación
del agua por los ríos en grandes distancias, impidiendo la
descertificación, especialmente al este de la cordillera. Finalmente,
ella evita fenómenos climáticos extremos gracias a la densidad forestal,
que impiden tempestades alimentadas por el vapor de agua. Por eso se
debe defender esta riqueza natural excepcional.
La degradación de la selva
Los
efectos de la degradación actual de la selva amazónica son ya visibles:
reducción de la transpiración, modificación de las lluvias,
prolongación de la estación seca. Solamente en el Brasil hubo, en 2013,
una deforestación de 763 mil kilómetros cuadrados, es decir, tres veces
el estado de Sao Paulo o 21 veces Bélgica, o también 184 millones de
campos de futbol.
Se estima que una disminución de 40 por ciento
de la selva significaría el inicio de un proceso de transición hacia la
sabana. Actualmente 20 por ciento ha sido destruida y otro 20 por ciento
están seriamente afectados. Según una declaración de la FAO, el Día
Internacional de la Selva de marzo de 2014, si la evolución sigue igual,
dentro de 40 años no habrá más selva amazónica, sino una sabana con
algunos bosques. Por esta razón, el autor del estudio pide una reversión
radical estimando que el desafío es todavía posible de ser encontrado.
Él propone una restauración de la selva destruida, una difusión de los
conocimientos para alimentar la opinión pública y decisiones urgentes de
los dirigentes políticos.
Pero, de hecho, ¿qué constatamos? Todos los países que poseen en su territorio una parte de la selva amazónica tienen
buenas razonespara utilizarla. En los países neoliberales hay la idea de explotar recursos naturales que deben contribuir a la acumulación del capital. En países progresistas los argumentos son diferentes: se necesita extraer las riquezas naturales y promover la exportación agrícola para financiar las políticas sociales y en regímenes socialdemócratas se nota en el discurso político una mezcla de los dos argumentos. Pero cualquier que sea el discurso el resultado es lo mismo.
Al oeste
de la Amazonia es la explotación petrolera la que avanza en la selva.
Basta visitar una región como el Putumayo colombiano para observar los
daños enormes de solamente la fase de exploración. El presidente de
Vetra, empresa petrolera canadiense, el señor Humberto Calderón Berti,
afirmó en 2014 que a pesar de las dificultades (baja del precio del
crudo, oposición de la población, actividades guerrilleras)
no nos vamos del Amazonas, pues es un mar de petróleo que va desde el alto de Macarena y pasa por Ecuador y Perú. Actualmente la compañía extrae 23 mil barriles diarios en el Putumayo colombiano.
En
Venezuela nuevos yacimientos esperan su explotación para contribuir,
entre otros, a la política de solidaridad del Alba. En Ecuador el
proyecto profético del Yasuní está abandonado, a causa de la falta de
apoyo internacional y también de la presión de intereses locales, y la
frontera petrolera sigue avanzando. En Perú y Bolivia, los pozos de
petróleo y gas se multiplican. En todas partes, desechos siguen
contaminando las aguas y los suelos por negligencias culpables, como en
el caso de Chevron (antigua Texaco) en Ecuador, por accidentes de
explotación o de transporte o solamente porque las tecnologías limpias
son demasiado costosas.
Algunos ejemplos concretos. En Ecuador,
son más de 16 mil millones de galones de agua contaminada que fueron
enviados por Texaco a los ríos de la Amazonia . Unas mil piscinas de
desechos no dejan de filtrar crudo en los suelos, tras 30 años de la
salida de la compañía. En 1993, 30 mil ecuatorianos afectados
presentaron en Nueva York un reclamo judicial. Se trata de la catástrofe
más grande de derrames en años recientes en los mares.
En
Loretto, Perú, el derrame total fue de 2 millones 637 mil barriles (353
mil toneladas). En 1979 fue de 287 mil toneladas (10 veces más que la
catástrofe de Exxon Valdez). Hubo afectaciones prácticamente
irreversibles, tomando siglos la rehabilitación. Metales pesados,
cadmio, arsénico, plomo, etcétera, superaron de 322 veces los límites
máximos permitidos. El estado de emergencia fue declarado: 100
comunidades fueron afectadas, con más de 20 mil personas, sin hablar de
las consecuencias sanitarias (cánceres, mutaciones genéticas, abortos) y
socio-culturales. En el mismo país, en 2009, se movilizaron miles de
personas en Bagua contra los proyectos extractivos. Destruyendo bosques y
ríos y hubo, en la Curva del Diablo, 53 muertos y 200 heridos. Otras
dos empresas han recibido 658 millones 879 mil 677 hectáreas en
concesión.
Al este son las minas las que comen grandes
espacios de la selva. En el estado de Para, norte del Brasil, la empresa
Vale ha recibido una concesión de más de 600 mil hectáreas y las
explotaciones de minas de cobre y oro se añaden a las de hierro,
transformando grandes superficies en paisajes lunares. La actividad
minera se encuentra también en varias regiones del oeste y centro. Así,
en Perú, en la cordillera del Cóndor, la firma canadiense Afrodita
recortó una parte del parque Ichigkat Muja para actividades mineras. En
el lado ecuatoriano, el yacimiento Cóndor-Mirador se encuentra en
conflictos con las comunidades indígenas por falta de precaución
ambiental y de estudios de impactos.
Desde el sur suben los
monocultivos de soya y palma en grandes rectángulos que, vistos desde un
avión, parecen como heridas abiertas en el paisaje. El código forestal
brasileño explica en su introducción que el país quiere favorecer la
agricultura moderna, es decir, industrial. El Rey de la soya es el gobernador del estado de Mato Grosso.
Las
represas hidroeléctricas ocupan principalmente el centro de la selva
amazónica, inundando decenas de miles de hectáreas de tierra forestal.
En Brasil, la represa de Itaipu tiene un lago artificial de 200
kilómetros de largo, cubriendo un área de mil 400 kilómetros cuadrados.
En el proyecto del río Madeira, en el estado de Rondonia, 10 mil
personas fueron obligadas a quitar su hogar. La hidro-eléctrica Belo
Monte, sobre el río Xingu, inundó 500 kilómetros cuadrados, afectando a
40 mil familias. El embalse de Balbina, durante los tres primeros años
de su existencia, ha emitido 23 mil 750 toneladas de C02 y 140 mil
toneladas de metano.
A pesar de medidas gubernamentales, la
explotación legal o ilegal de la madera sigue agresiva. Los incendios,
accidentales o provocados, destruyen grandes espacios de la selva. Obras
públicas de carreteras, pipelines, ferrocarriles y transporte fluvial
contribuyen también a la destrucción ecológica.
En medio de esta
problemática ambiental se encuentran millones de seres humanos afectados
por la transformación de sus medios de vida, la expulsión de sus
tierras ancestrales, la colonización de sus territorios y la
criminalización de sus protestas. Numerosas especies vivas, animales y
vegetales, pagan también el precio de este
progreso de civilización.
Los olvidos del discurso oficial
En
los discursos oficiales no se oye hablar mucho de los costos de esas
políticas, es decir, de los millones de toneladas de CO2 enviadas a la
atmósfera ni del tipo de uso que se hace de los minerales extraídos o de
los productos de la agricultura industrial: oro que, en gran parte,
termina en las bodegas de los bancos para garantizar el sistema
financiero; hierro, entre otros, para fabricar armamentos; soya, para
alimentar el ganado, que a su vez produce más gases de efecto
invernadero que el transporte, etcétera. De verdad la primera
responsabilidad está en el Norte, pero la reproducción del mismo modelo
de producir y consumir tiene las mismas consecuencias y eso no es en
primera instancia un problema moral o político, sino matemático.
Soluciones
Evidentemente,
no se trata de hacer de la Amazonia un jardín zoológico ni de
transformar los pueblos indígenas en objetos de museo, sino de adoptar
una visión holística de la situación, es decir, no segmentar lo real,
permitiendo así a una cierta lógica de crecimiento económico proveer la
única referencia, olvidando las externalidades ambientales y sociales, o
perseguir políticas a corto plazo que obliteran el futuro. Eso puede
traducirse en medidas muy concretas.
No se trata tampoco, para
los países latinoamericanos, de perder su soberanía y dejar a otras
potencias imponer regulaciones en función de sus intereses, sino para
los dirigentes políticos tomar juntos medidas positivas de salvación de
la selva amazónica en colaboración con los pueblos concernidos. La
Unasur podría ser el lugar de colaboración institucional para realizar
esta tarea urgente.
La crisis que afecta la región, con una baja de los precios del petróleo y otras commodities, puede ser la ocasión para tomar iniciativas. Los países que lo hagan quedarán en la historia como visionarios.
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